Parte 30

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Núria

Pasé el domingo entre Laura, mis tíos y mi abuela. Por la mañana estuve en la playa con la primera. Almorcé con mi abuela y pasé la tarde con mis tíos en Playa de Aro. Le propusieron a Lau de venir pero se negó por cansancio. No sé qué agotamiento sufría porque no había hecho nada. El jueves era su cumpleaños y mi tía me dijo que le comprara un detallito aprovechando que las tiendas estaban abiertas. Me dieron algunas ideas y me acabé decantando por una camiseta muy mona. Mis tíos también le habían cogido cariño a Laura. Todos los vecinos se comportaban con tranquilidad con ella. A pesar de llevar solamente una semana con nosotros, la trataban como a una más. Excepto una persona, Dolors. Era la única que le continuaba haciendo mal papel.

******

La semana iba de mal en peor. El lunes pelea con Dolors, de las fuertes, pero sin golpes. Laura lo oyó todo desde el patio y se lo comentó a mi padre, con audio incluido. Me cabreó bastante el gesto. El martes me notó distante cuando fuimos a la playa.

-Desahógate, va – dijo de vuelta a casa – Ya sé que te has mosqueado porque se lo he dicho a tu padre, pero es por un bien tuyo.

-Mi padre pasa de mí y por mucho que se lo digas tú, mi abuela o el Rey, no cambiará. Quiere a Dolors y yo le importo una mierda.

-Creo que te equivocas. Anteayer, cuando estabas con tus tíos me enteré de algo bastante fuerte – mi mirada fría se transformó – Es sobre Dolors – interesante el tema – Pues sentía curiosidad por saber que había dentro del almacén ese. Encontré unas braguitas de mujer y una nota firmada por un tal Abel y destinada a ella.

-¿Y crees que hay tema?

-Sí. No toqué nada. Lo dejé donde estaba.

-Ya sabes que toca hacer, ¿no? Investigar. Ay que me la quito de encima – me alegré.

Comí en casa de mi abuela con la aceptación de mi padre para dejarme el día siguiente ir a un parque acuático con Pau, aunque a él le dije que era una amiga. Subí a casa después de que mi padre se marchara a trabajar de nuevo. Dolors llegó cerca de las cinco, sola. Entró en el salón interrumpiendo mi serenidad y mis momentos de paz con los auriculares y la música sonando. La miré esperando a que hablara haciendo pausa en el reproductor.

-¿Tu amiguita Laura la tiene tomada conmigo, no?

Me encogí de hombros volviendo a ponerme los auriculares. Me los quitó con brusquedad. Ya empezaba...

-¿Sabes que contar intimidades a desconocidos no es bueno, verdad?

-Laura no es una desconocida.

-Hace una semana que está aquí. Yo la considero desconocida, borde y millones de cosas más.

-Pues yo no.

-Tú vuélveme a llevar la contraria que mañana no vas a ningún sitio.

-Como no decides tú...

-Pero tu padre sí y se lo puedo contar.

-Vigila que no cuente yo otras cosas.

-¿Me haces chantaje? Sal de aquí ahora mismo.

-Tranquila, lo iba a hacer igualmente. Además, no tengo por qué pensar como tú. Que locura, por dios.

Me levanté de la silla y pasando por delante de ella con firmeza, salí del salón dirección al patio. Podía aparentar seguridad y chulería pero por dentro estaba hecha un flan y cagada por si me volvía a pegar. Cuando pisé el porche respiré aliviada. Laura estaba en el patio de abajo, sentada en las escaleras que iban desde su salón hasta el patio con el móvil delante y una expresión muy pensativa. ¿Sería inspiración para alguna canción? Al oír que bajaba dejó de fijar la vista al vacío y me miró. Ella aún no sabía lo de Pau. Subió hasta mis escaleras y se sentó en el cuarto escalón, yo en el tercero, girada para verle la cara. Cuando lo supo estuvo como diez minutitos dándome la lata con bromitas y consejos. Se dedicó a peinarme.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora