Parte 32

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Viernes. 

Dolors estaba en casa y a las nueve me sacó de la cama casi a rastras. Lástima que estaba en una litera y no le dio la gana de subir. Desayuné con sus estúpidas órdenes taladrándome los tímpanos.

-Tú habla que yo seguiré con mi vida.

-Hoy no pisarás la playa con esa cualquiera ni loca.

-Laura no es una cualquiera – repliqué.

-Para mí, sí. Y ahora vas a limpiar toda la cocina de arriba abajo.

Solté una carcajada sarcástica levantándome.

-Límpiate tu cuerpo.

-¿Qué has dicho?

"¿Sólo sabes decir esto o qué? Escucha y te enterarás"

Alzó la mano como amenaza. No me agaché por miedo ni huí. Decidí mantenerme firme aunque en mi interior empezaban a bailar los nervios con mucha intensidad.

-Si has querido lo has oído. O si quieres te lo repito. O no, mejor, le diré a mi padre lo que vi ayer.

-No me hagas chantaje.

-Va, dime que puedes decir de mí – la desafié.

Se quedó callada.

-Claro, no tienes nada porque sabes que yo no soy la culpable de ninguna acción. Eres tú la que se paranoia conmigo porque cree que soy una mala hija y una persona estúpida. Más estúpida eres tú por manipular a mi padre y encima pegársela con otro en su propia casa.

-¿Cómo?

-¿Acaso no sabes que en el almacén del patio de Laura había unas bragas tuyas y una nota de amor dirigida a ti? ¿Y qué tengo pruebas gráficas que le puedo mostrar a papá? No, tú esto no lo sabes. Sólo te preocupa tu propio ego y si algo no te va bien te desahogas contra mí con agresiones físicas de las cuales nunca me he quejado pero que hoy mismo voy a decir a mi padre y a mi madre.

-Aquí tu madre soy yo – chilló.

-Tú no eres mi madre. Tú tienes un hijo al que has parido y no cuidas. Manipulas a mi padre para qué deje de prestarme atención y tu autoridad encima de mí tendría que ser nula.

-Mira niña – me agarró de un brazo con fuerza – Calla tu puta boca porque calladita estás más mona. Eres demasiado repelente, la hija que un padre nunca deseó y a ti las cosas no se te pueden decir hablando porque no las entiendes. Sólo se te escarmienta a base de ostias y golpes. Cosa que a Álex no le puedo hacer porque soy su madre.

-¿Y crees que yo, que no soy ni tu hija, tengo que recibir tus golpes?

No sé si se daba cuenta de que tenía todas las ventanas abiertas y estábamos en la cocina, así que la puerta que daba al patio no estaba cerrada y sus gritos se oían desde lejos. Dolors permanecía callada, aplicando una fuerza muy elevada en mi brazo. No podía soltarme. Me arrastró hacia el exterior. No sé qué le entró de repente que me empujó al suelo y de ahí, escaleras abajo, con rabia y sin que yo pudiera hacer nada para impedir la caída. Su zancadilla, mi temblor y su fuerza fueron inconvenientes para detenerme. Grité. Vi que Laura venía corriendo. La vi borrosa. Volé los seis escalones, rodando para acabar en el suelo magullada de todos sitios y perdiendo el conocimiento. Todo quedó negro como negra era mi vida con ese adefesio al lado. Negra, sin ilusión, sin ganas de vivir y oyendo insultos innecesarios. Esa acción fue la gota que colmó el vaso.

No sé qué ocurría. Oía algún grito lejano del cual no reconocí la voz y perdí el hilo. Alguien me tocaba la cara. Abrí los ojos con lentitud pero nadie se percató de ese detalle. Todo me dolía. Estaba tumbada en la litera de abajo. Lo primero que vi fue la cara de mi tía y la de Laura aunque ellas no me veían, estaban pendientes de observar afuera del cuarto.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora