Parte 187

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Al regresar Laura a España, todo volvió a la normalidad: trabajo, risas, alguna pelea pero mucho amor. Se acercaba su cumpleaños y como ya era tradición, lo pasaríamos trabajando. Días antes, le pedí consejo a mi madre porque nos sabía que regalarle. ¿Me ayudó? Sí, bastante. El mismo día, teníamos ensayo con la banda. Nos reunimos en el local sin Laura.

-¿Quién le da el ramo este año? – preguntó Mario.

-Raúl – respondí yo.

-Ya lo hizo el año pasado. Javi, tío, hazlo tú – negué con la cabeza y la mano. Álvaro era el de la propuesta - ¿Por?

-Porque Raúl me ha pedido hacerlo él.

-¿Hay tarta?

-En teoría sí. Salva me dijo que las fans estaban haciendo algo.

Laura se sorprendió al encontrarnos a todos ahí, pero se desilusionó (muy poquito) al ver que no estábamos haciendo nada.

**

Y llegó el día, sábado, 26 de julio de 2014, la gran Laura Montes cumplía 34 años. Actuábamos en Alcorcón ya que por las fiestas, en septiembre, no estaríamos. Me desperté temprano. Mi chica dormía, de espaldas a mí, tapada hasta la cintura, con una camiseta de tirantes blanca y unas braguitas del mismo color. La observé. Parecía un ángel. Le aparté el pelo y la besé. Hacía unos días que se había cortado la melena hasta el final del cuello, manteniendo la raya a un lado. Estaba bellísima. Me levanté sigilosamente y bajé al mercado a buscarle un ramo de rosas blancas con una tarjeta para felicitarla. Regresé. Seguía dormida, en la misma postura. Preparé el desayuno y me recosté en la cama, a esperarla. Me ilusionaba celebrar ese primer cumpleaños como pareja. Ronroneó y se giró hacia mí, desperezándose y abriendo los ojos.

-Buenos días – susurró con dulzura sonriendo.

-Buenos días – la besé – Feliz cumpleaños cariño – me volvió a besar - ¿Te levantas?

-Uhm... no – dijo con picardía.

Se incorporó. La abracé y le acaricié la espalda, bajándole los tirantes de la camiseta. La tumbé, saboreándola palmo a palmo. En el momento en que iba a quitarle las braguitas, sonó el timbre. Los dos nos cagamos en todos los muertos a la vez. Nos levantamos rápidamente al ver la insistencia con la que llamaban. Mientras Laura se vestía, yo abrí. Era mi madre.

"Si es que lo sabía..."

La esperé en el umbral de la puerta mientras subía. Me dio un beso y buscó a Lau con la mirada. Mi chica apareció con unos shorts de lo más provocativos y la misma camiseta. La miré con cara de que se podía haber tapado un poco más. Se encogió de hombros sin comprenderme. Mamá no se quedó mucho rato. Dijo que ya nos vería en Alcorcón. Laura no quería ni montar un almuerzo, ni ir a ver a su padre, nada, no quería hacer nada fuera de lo normal hasta que no tocara ir al concierto. Lo de la comida me sorprendió.

-Para ver a Ángela y acabar mal, paso – cambió de tema. Estábamos desayunando - ¿Por qué me mirabas?

-Porque te podías haber tapado más que provocas un montón así.

Se rió con inocencia. Se levantó para ir a la habitación. La seguí e hice que cayera en la cama. Anhelábamos continuar con lo que mi madre nos había interrumpido. Lo acabamos, con buen pie. Tumbados, abrazados, con las sábanas tapando partes de nosotros, así estábamos a las once de la mañana. Laura apoyaba la cabeza sobre mí y yo le acariciaba el pelo y la espalda. Ese era su tipo de cumpleaños ideal. Le di el ramo de flores y un conjunto de pulsera y pendientes. Le encantó.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora