Parte 23

80 2 0
                                    

Mi viaje a Bolivia había sido lo más coherente que había hecho en los últimos meses. Estar con mi abuela me centró. Se lo expliqué todo. Que tenía un novio pero que estaba enamorada de dos hombres, uno de los cuales, trabajaba conmigo. Que quería dejar la música y volver a empezar de cero. Que el accidente me había hecho replantearme la vida y cogérmela con más calma. No me tomó por loca ni me juzgó. Cada día, mientras la ayudaba en el rancho, me iba dando consejos. A sus 84 años, aún era capaz de ordeñar vacas, cultivar un huerto, ir a la ciudad y al mercado, tener la cabeza en su sitio... Era ayudada por vaqueros (apuestos, para que mentir), ayudantes varios y un capataz. Vivía con mis tíos maternos: Cynthia y Marco Antonio y mi primo Miguel Ángel, de 23 años pero aquellos días no estaban. No tenía mucha relación con ellos, solo con mi 'ita', tal y como llamaba cariñosamente a mi abuela. Estuve quince días rodeada de naturaleza en los que pude respirar aire puro, reflexionar y volver un poco a mi corta infancia en aquel maravilloso país. Ahí era invierno pero no hacía mucho frío. Pasé atardeceres acurrucada al lado de la 'ita' y sus sabios consejos de amor. 'No dejes que ningún hombre te confunda Laurita'. 'Eres demasiada mujer para uno cualquiera'. 'Si tu guitarrista es especial, lucha por él y deja al que tienes'. 'El amor es duro pero cuando tengas al hombre ideal al lado, verás que los defectos se acabaran convirtiendo en pequeñas rutinas del día a día'. Me encantó escucharla. Cuánta razón tenía. No olvidaré el día en que le enseñé fotos de Javi y de Carlos para que los comparara. 'El señorito de casa rica sería tu actual novio y el chico guapo y macarra del barrio el otro. Te pega más Javi'. Lo encontró muy guapo. En la galería de mi móvil tenía selfies con él. De esos que nos hacemos en broma y que acabamos colgando en Twitter porque quedan bien. Los lemas de aquellos tiempos eran 'de concierto' o 'con la jefa' y cosas relacionadas con el trabajo. Mi abuela me dijo que no dejara la música, que me sentiría vacía. 'No apreciarás el gran trabajo que has hecho hasta que hagas otra cosa que no te motive tanto', me dijo. Me emocioné mucho cuando tuve que despedirme de ella. Años atrás, había estado viviendo en Menorca con mi tía Miranda, que aunque fuera por parte paterna, le tenía mucho cariño pero quiso regresar a sus raíces y sólo venía muy esporádicamente porque a su edad, viajes tan largos no eran muy recomendables. 'Cuando vuelva a España, quiero que estés con Javi'. Esa fue su última advertencia. Y esperaba cumplirla. Por ella, haría lo que fuera.

Habían pasado quince días desde que comí con Laura. Me sentía un poco triste. Mi madre no paraba de repetirme que le enviara un "wasap" para saber cómo estaba. No lo hice. Con Charo estábamos bien. Nos veíamos casi a diario. Cenábamos, paseábamos o simplemente tomábamos un café. Seguía trabajando con Andy. La tensión era evidente entre nosotros pero no tanto como meses atrás. Me dijo que Yaiza estaba esperando un niño al que llamarían Enzo. Le di la enhorabuena sinceramente. Es lo que hace una persona educada y así soy yo.

Estaba en el estudio, solo, maquetando un disco, cuando sonó mi móvil. Deseaba que fuese Laura pero era Salva.

-Tío, le he solucionado la vida a mi hermana – dijo feliz.

-¿Qué has hecho?

-Me han llegado canciones que le harán cambiar de opinión. Lau coge el vuelo de regreso mañana a las diez, hora de allá y llegará pasado a las diez de la mañana hora de aquí. No se lo quiero enseñar. Prefiero que lo veas antes tú. Cuando ella vuelva de la costa, se lo mostramos. Pásate por mi despacho el martes. Ella ya se habrá marchado.

-¿Cuántos días estará por aquí?

-Dos. El 16 la llevo para la costa. Llámala el 15 por la tarde.

-Vale. El martes, ¿A qué hora te vengo a ver?

-¿Te va bien a las once?

-Perfecto. Ahí estaré. 

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora