Parte 80

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Jueves. Sergio fue mi despertador al ver que no me levantaba. Ya eran las nueve de la mañana y yo durmiendo. Se me había acabado la batería del móvil la noche anterior y no me acordé de cargarlo y poner la alarma. Encontré mensajes de Laura a varias horas de la noche. El último a las once. "Cuando puedas llama. Te quiero". La llamé pero no me contestó. Debía estar en la reunión de la radio. Desayuné y me vestí. Miré el programa para el día: tres entrevistas de radios pequeñas en Madrid con Laura y ensayo con otro artista para terminar. El primer acto era a las diez y media. Quedaba más de una hora todavía. Fui a la discográfica. Su despacho estaba vacío. Olía a producto químico. La señora de la limpieza hacía escasos minutos que había pasado. Álvaro estaba en su mesa de trabajo. Al oírme llegar, se giró hacia mí.

-Hoy no le has dado a... – me dijo negando con la cabeza.

-¿A qué viene esto? – pregunté incrédulo interrumpiéndolo.

-Haces una cara de muerto que ni tú mismo crees. ¿Qué hiciste ayer?

-Quedé con unos amigos del instituto. No bebí, te lo juro.

-Te creo porque mientes como el culo y ahora no lo parece. Es Laura, ¿no?

-¿La has visto? – un rayito de esperanza me iluminó. Negó – Joder... necesito hablar con ella. Ayer tuvimos un pequeño roce y no le contesté a los mensajes.

-Nunca puedes dejar a una mujer sin responder. Te lo echará en cara.

-No tenía batería.

La voz de Laura a lo lejos me alegró. Estaba saludando a alguien. La vi entrar en su despacho pero primero miró al nuestro.

-Buenos días – dijo con bastante buen humor.

Álvaro y yo respondimos lo mismo al unísono. Fui a verla. Estaba dejando el bolso en una estantería. Se acercó a mí y me besó levemente. No me conformé con ese beso. La abracé y la besé con una pasión impropia en mí. La tiré para atrás, abalanzándome encima de ella y con cuidado de que no cayera al suelo.

-Vaya, ¿En forma de buena mañana? – me preguntó al recuperar el aliento.

-No sabes hasta qué punto – la volví a besar, con menos ímpetu.

Pasamos hasta las cinco de la tarde juntos, trabajando. Continuaba ausente pero no quise decirle nada. Se disculpó por lo del día anterior y me prometió que me lo diría cuando se viera preparada. No la presioné. Durante el almuerzo me contó que llamarían a mi madre desde la radio porque querían recuperar consultas pasadas y saber cómo evolucionaba el tema.

-Tú piensa que mi madre en la radio puede ser un peligro – la advertí – Ya la avisaré para que no nos delate.

Lau asintió. Cuando acabamos de trabajar, nos separamos. Ella se fue a una sesión de fotos y yo al ensayo. Llamé a mi madre de camino para anunciarle las novedades.

-Sobretodo, respeta la intimidad de tu hijo y tu nuera – le supliqué – Laura estará nerviosa, lo sabes, no des mucha cuerda. Si tienes que decir nombres, tienes nuestro consentimiento, ahora, o te inventas las profesiones o no las dices.

-¿Si digo que sois músicos pasa algo?

"Mamá, te lo estoy diciendo, por dios"

-No, por favor, que ahí me conocen y se notará mucho si ven a Laura histérica y dices eso. Que Laura se pone nerviosa muy fácilmente con estos temas. Si quieres decir algo de música, di que somos profesores y punto. O sino, médicos.

-Ya te gustaría a ti ser médico.

-¿A mí? Que va.

Es verdad, nunca he querido ser médico. Demasiado trabajo. Mi madre lo acabó entendiendo. Sólo rezaba para que no tratara a Laura como su nuera y no soltara ninguna perla.

Cené en casa y fui a la habitación al comenzar el programa. Con el portátil en mi regazo, escuchaba a Laura. No era la de siempre. Parecía más decaída, como llevaba esos dos últimos días.

Empezaron a llamar a partir de la segunda hora. Mi madre fue la quinta. Paré mucha atención y escuché que Laura saludaba como el resto, con total normalidad.

-Bueno Carmen – habló Mónica – Hace un mes, enviaste un e-mail pidiendo consejo para que tu hijo y su compañera, amiga o como la quieras llamar, se declararan. La señorita Laura Montes, que hoy está en las nubes completamente, te dio ánimos para que se juntaran porque creía que en más de tres años que decías que tu hijo andaba enamorado de ella, era mucho tiempo y ya era hora de que dieran un paso adelante. ¿Ha funcionado?

-De maravilla. Tengo una nuera divina, estupenda, majísima y muy simpática – venga a halagarla.

Un revuelo se formó en torno a lo que contestó mamá. Laura era la más callada. Le envié un WhatsApp preguntando si estaba bien. Milagro de la vida, me contestó al instante diciendo que estaba nerviosa pero que aguantaba la situación muy bien.

-A ver, ¿Y cómo se llaman tu hijo y tu nuera?

-Mi hijo se llama Javi y mi nuera, Laura, aunque yo la suelo llamar Laurita – cierto, ella la llama así – Porque es mi niña.

-Mira, se llama como tú – le dijo Isma, el único chico, a Lau, dejando hablar a mi madre de nuevo, a la que preguntaban por sus profesiones y como se habían conocido.

-Ellos son compañeros de oficina. Trabajan en temas relacionados con la música y la producción.

"Mamá..."

-Y se conocen desde hace seis años si no me equivoco.

-¿Cómo se declararon?

-No lo sé. Eso es cosa suya. Yo sólo sé que ambos están muy felices, que ayer comí con ellos y los vi radiantes de felicidad.

-¿Y conocías a Laura de antes?

-Sí, sí. Siempre me ha parecido una chica encantadora y la hija que nunca he tenido porque se hace querer.

Le iban dando tema a mi madre. Oí un abanico abrirse. Era Laura que le había entrado calor. A mamá le regalaron el disco de Laura firmado con dedicatoria (le hizo especial ilusión), un libro de cocina y dos entradas para un musical. Contenta que se fue habiendo provocado un ataque de calor a Lau y sin dejarnos en ridículo aunque para mi gusto, se alargó demasiado.

*

La llamada de Carmen no me molestó aunque mi actitud y mi silencio mostraran lo opuesto. En la publicidad que la siguió, me preguntaron qué me pasaba.

-¿La conoces? – Mónica me pasó una botella de agua.

-Eh... sí – contesté ruborizándome un poco.

-¿De qué?

-Es mi suegra – dije con un hilo de voz.

-¿Qué? – gritaron Isma y Mónica a la vez – Eso se dice antes, mujer, que gran noticia que tengas novio. ¿Por qué ha mentido, así?

-Porque con mi pareja preferimos mantenerlo en la intimidad y no quiero revelar quién es él. Tranquilos, si algún día en Twitter o Instagram veis fotos medio románticas, comenzad a barajar el candidato.

-Se llama Javi... seguramente es músico – probó Marian, la otra chica – Es de Alcorcón, o al menos su madre... y por lo visto está coladito por tus huesos desde hace años. Ay, ay, yo no me quiero precipitar pero... ¿Se apellida Álvarez y es guitarrista?

Asentí con una media sonrisa. Como volvimos en antena no pudieron preguntar más. Al terminar el programa, les rogué que sobretodo no lo hicieran público y que eso quedara entre el equipo. Me encontraron rara.

-¿Quieres decir que tanto amor no te está afectando a las neuronas?

-Tengo un mal día solamente.

Me marché. Javi me llamó y, sin perder la rutina que nos estábamos creando, me dirigí a Alcorcón entre lágrimas y alentándome de que podía confiar en él y hablarle abiertamente sobre lo que me estaba ocurriendo. Tal vez, de esa manera, me ayudaría a afrontar la realidad y ese chat de WhatsApp al que no había contestado por miedo.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora