Parte 67

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En la habitación me llamó mi madre. A la vez, Laura se desvestía. Sin querer (o queriendo), me provocaba.

-¿De qué te ríes? – me preguntó mamá.

-De nada, de nada – abracé a Laura por la cintura. Ella forcejeaba conmigo y se reía. La abracé con más fuerza y siguió riendo.

-¿Qué le pasa a Laura? – Lau se tiró para adelante intentando tocar el suelo con las manos para soltarse. Muy cómico.

-Mamá, te llamo mañana – dije riéndome. Colgué.

-Suéltame – decía Laura repetidamente.

La cogí en volandas. Una pluma. La tumbé en la cama y le hice cosquillas. Reía como jamás la había visto de feliz.

-La del corazón alborotao, te voy a llamar – le dije besándola. Iba en ropa interior.

-Me ha salido del alma – contestó tomando las riendas y devolviéndome lo que yo le había hecho antes del concierto.

En medio de la juerga, sonó su teléfono. Era su hermano. Si no lo cogía, era peor. Puso el manos libres.

-¿Con quién te has peleado? – le preguntó sin saludar.

-Me alegra oírte – contestó Laura – No me he peleado con nadie.

-¿Seguro?

-Claro. ¿Qué quieres?

-Asegurarme que mañana te quedas a Raúl. Se lo prometiste.

-Ya... ya me acuerdo. ¿Estás?

-¿Qué haces?

-Nada, a punto de dormirme – le besaba el cuello y ella se contenía la risa. Me dio una colleja flojita para que la dejara hablar.

-Te noto muy happy...

-Mañana hablamos.

-A las seis te traigo a Raúl. Chao – colgaron.

Laura apartó el teléfono de su alcance y me siguió el ritmo pero su cansancio le impidió ir a más. La entendí. Habían sido tres días de trabajo duro y pocas horas de sueño. Aunque yo lo negara, también estaba agotado. Ella fue la primera en dormirse, abrazada a mí. La miré con ternura, acariciándole el pelo muy suavemente, sin casi rozarla, para no despertarla. Le di un beso en la cabeza, susurrándole un 'te amo' y cerré los ojos.

*****

Nos despertamos casi a la vez. Quizá yo iba unos minutos adelantado pero no quise moverme de la cama. Preferí verla dormir. Estaba bellísima. Después de unos besos de buenos días, nos levantamos. Miré por el balcón. Había fans con pancartas que la esperaban y observaban por todos los rincones para intentar descifrar en que habitación se encontraba alojada. Cuando se vistió, salió al balcón a saludar. Estábamos en una segunda planta. Las seguidoras gritaban histéricas y ella saludaba como un miembro de la realeza.

Al marcharnos, no se le tiraron encima. Muy civilizadas, las chicas le pidieron una foto y Laura obedeció. Iba con un mono de tirantes y pantalón corto, estampado en colores verdosos y llevaba una chaquetita blanca para resguardarse de la brisa mañanera. Su pelo aún estaba un poco mojado pero lo tenía muy bien peinado para que la humedad no hiciera de las suyas.

Cuando nos incorporamos a la autovía, nos detuvimos a desayunar. Laura no tenía hambre pero la convencí de que no comía desde el día anterior y tenía que alimentarse. Un donut y un zumo de piña fueron su primera comida de aquel domingo de agosto.

-¿Quieres venir hoy a cenar conmigo? – me preguntó sin que Jesús, que estaba su otro lado, la oyera – Y con Raúl, claro.

-Vale. Pero tenemos pendiente una cena a solas.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora