Parte 141

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Nochebuena. Un día que a Laura no le gusta celebrar pero aun así finge gustarle y mantiene la compostura como una reina. De buena mañana ya estábamos en pie.

-Si hoy vienen mis tíos de Bolivia a cenar te juro que no respondo de mis actos – me dijo mientras nos vestíamos.

-Tú estate tranquila – le di un beso en la mejilla - ¿Estará tu abuela?

-Sí, está en casa de mi tía. ¿La quieres conocer?

-¿Por qué no?

Bajamos al restaurante del hotel a desayunar con Raúl, Salva, Eduardo y Ángela. Darío vino a saludarnos.

-Prime – le dijo a Lau – Aquí tienes las llaves del coche. Mi madre está en casa.

Nos fuimos hacia casa de Miranda. Laura odió ir porque estaba lleno de decoración navideña.

-Veo que tu espíritu anti-navideño no viene de familia – le susurré subiendo las escaleras que llevaban a su piso.

-A mi tía le encanta la Navidad.

Miranda nos esperaba en el rellano. Me dio dos besos y abrazó a su sobrina con fuerza.

-Ay niña, si es que cada vez que te veo reluces más.

Entre ellas hablan castellano. Sólo habla catalán con las amigas de la infancia de Menorca y con Núria.

-Y me alegro que seas tú quien la haga relucir – me susurró apretándome el brazo con cariño.

Laura fue directa a abrazar a su abuela que estaba sentada en el sofá mirando la tele. Se emocionó. Miranda y yo lo observamos desde un discreto segundo plano.

-Siempre ha tenido devoción por la niña – me explicó la tía – Como siempre han sido todos chicos, ella se convirtió en la princesa y el ojito derecho de su abuela.

Asentí. Edith me miró.

-¿Me lo presentas o qué? – le dijo a su nieta.

Laura hizo las presentaciones debidas y los tres nos fuimos a pasear. La señora estaba en muy buena forma física y mental. Nos dio muchos consejos de amor, sabios e útiles. "No os precipitéis y disfrutad de estos primeros meses aunque sea a escondidas y sin que la prensa se entere", "Que no os coma la rutina", "Discutir es sano. Si estáis más de quince días sin discutir es que algo no cuadra", "Sacad siempre virtudes de los defectos y de las peleas". Laura y yo la escuchamos maravillados. Edith iba agarrada al brazo de su nieta.

-¿Y ese espíritu navideño, cómo lo traéis?

-Bajo cero – murmuró Lau.

-Igual – corroboré.

-Ya decía yo que os tendríais que llevar bien. ¿Discutís mucho?

-Lo normal – contestó ella mirándome con ternura y sonriéndome. Asentí conforme.

Nos encontramos a Salva y Raúl. El saludo entre nieto y abuela fue mucho más frío que el de Laura. Ambos nos apartamos un poco de ellos tres. Nos besamos.

-Da envidia la relación que tenéis – le dije. Se encogió de hombros.

-Siéntete orgulloso de que le caes bien, demasiado bien, que no todos le han gustado.

-Claro, con tantas conquistas no me extraña – me dio un pícaro golpe en el brazo.

Salva y Raúl iban a jugar un rato a baloncesto. Me apunté dejando a las dos mujeres solas para que pudieran compartir sus confidencias.

*

Ver a mi abuela después de un año y medio me invadió de alegría. En ese año y medio mi vida sólo había hecho que mejorar y que ella hubiese venido ya había sido alcanzar la cumbre. La ita era una gran sabia. Los consejos que nos dio a Javi y a mí, muchos ya los conocíamos pero su perspectiva y sus años de experiencia nos hicieron pensar que equivocarse en el amor es natural pero que nosotros dos teníamos una relación que estaba construyendo unos muros muy fuertes y que derribarlos sería una tarea muy complicada.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora