Parte 77

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Salva abrazó a su hermana sin que ella lo viera venir. Al principio Lau se resistía a abrazarlo pero acabó cediendo. Laura quedó de espaldas a mí. Mi cuñado movió los labios diciendo 'gracias' y enseñándome el pulgar hacia arriba con una mano. Decidí dejarlos solos. Me dirigí a recepción. Eduardo estaba sentado hablando con su nieto.

-¿Aún se pelean? – me preguntó Raúl.

-No, ya no.

-¿Qué ha pasado? – me cuestionó mi suegro saludándome encajando las manos.

-Se han discutido por una chorrada – contestó el niño.

Laura fue la siguiente en aparecer. Venía con la expresión del rostro más relajada. Su vestuario era adecuado y le favorecía. Unos tejanos azules oscuros ajustados y una blusa de tirantes finos con volantes en blanco. Resaltaba el moreno de su piel. Saludó a su padre con un beso y él la miró fijamente.

-Ha empezado Salva porque... – se excusó.

-Laura, no volvamos otra vez – la avisé interrumpiéndola. Ella asintió callándose.

-Eres mi ídolo – me alagó Eduardo – Has conseguido en dos minutos lo que yo no he logrado en 30 años.

Me sorprendió que me lo dijera. Aún no era conocedor de que su hija tenía un noviazgo conmigo y no preguntó. Salva parecía un corderito degollado. De camino al local donde se realizaba la presentación, Eduardo les sermoneó a ambos. Íbamos a pie.

-Papá, ya. Estamos bien – le cortó Laura.

-Tú seguro, porque tienes la felicidad por las nubes. Cuando me entere de algo... verás.

-Te alegrarás – le informó Raúl.

Lau le hizo callar con un simple gesto y el peque obedeció.

-Bueno, bueno... - no estaba convencido de lo que le contaban.

El local era enorme y luminoso. Había una tarima en el fondo de la sala y sillas para los asistentes. Tuvimos que probar sonido. Mi madre quiso venir pero no pudo porque le salió un imprevisto. Eduardo y su nieto se sentaron en primera fila a la vez que Salva, Laura y yo nos íbamos a un lateral para esperarnos.

-Sobretodo tranquilidad y naturalidad – le aconsejó Salva a su hermana. No parecía quedar rastro de lo ocurrido una hora antes.

Ella asintió y respiró hondo. Lo envió a sentarse entre el público. Al estar unos segundos solos, nos besamos. Las preguntas eran de fans a través de webcam y de algún periodista presente en la sala. A las cinco y media, muy puntual, salimos. A Laura le temblaba la mano con la que sujetaba el micrófono. Nos sentamos en los taburetes que nos asignaron. Teníamos una mesita entre ambos donde nos dejaron dos vasos de plástico con agua y tres botellas de medio litro por si íbamos escasos de sed. Antes de comenzar ya di un pequeño sorbo al vaso. Sin querer, lo dejé más cerca de Laura y cuando ella tuvo sed, que fue dos minutos después de mí, cogió el mismo. No se lo dije. Se dio cuenta ella sola.

-¿Era el tuyo? – me susurró. Asentí – Ni me había enterado.

-No pasa nada – le ofrecí una sonrisa. Se estaba relajando.

Laura contestó entre risas, seriedad, profesionalidad, alguna canción (tanto a capella como conmigo) y hasta lágrimas. La primera vez que se conmovió fue cuando le preguntaron que le había hecho pensar retirarse del mundo musical. Fue una seguidora de Mar del Plata, Argentina.

-Hubo un momento de mi vida en el que yo no tenía motivación. Iba a las entrevistas porque tocaba y hacía los conciertos porque si no los realizaba me hubiese sentido fatal por la banda. Hasta que una noche me paré a pensar y dije: esto no puede seguir así. Hablé con varia gente y todos me decían que era un disparate que dejara la música. Yo, con la mente cerrada completamente, no hacía caso y, Javi es testigo, que en mayo del año pasado, no me levantaba de la silla antes de un concierto porque me daba pánico subirme al escenario. Me tenían que convencer duramente – lo dijo finamente, por no decir que Álvaro y yo la agarrábamos cada uno de un brazo y la estirábamos para que se pusiera en pie - Luego vino el accidente y fue la gota que colmó el vaso – se le entrecortó la voz. Me miró y le asentí conforme lo estaba haciendo correctamente – No tenía fuerzas para continuar porque me culpaba de lo que me había pasado, como si fuera un castigo divino o algo premeditado. Me hubiese gustado estar un año lejos de aquí, muy estilo Come, reza, ama y encontrar el equilibrio que tanto ansiaba. Pero un año fuera de casa no lo pasé. Estuve un mes y medio solamente y con eso tuve suficiente. Fui a ver a mi abuela a Bolivia, a la que desde aquí mando un beso enorme, y me estuvo aconsejando. Ella fue la primera persona que me hizo abrir la mente y me dijo que no sabría lo que perdía hasta que no estuviera haciendo otra cosa que no me llenara tanto como la música. Después mi retiro en Sant Feliu, con esa pequeña gran artista llamada Núria que a sus 13 años, vivió ese mes con altibajos constantes y que me dio el empujoncito que me faltaba porque durante las noches pensaba que si era cierto lo que me estaba diciendo ella, que ayudaba a tanta gente con la música y que tenía a millones de personas a mi alrededor pendientes de lo que hacía. Lentamente me iban saliendo canciones, letras e historias que contar, y me di cuenta que eso era lo que realmente quería, que tenía que perder el miedo a enfrentarme a un papel en blanco y a subirme a un escenario. Que la inspiración y la motivación volvían a mí. Fue llegar a Madrid y creo que la primera persona que supo que tenía intención de volver a meterme en un estudio fue Javi – volvió a mirarme y asentí – y el día siguiente ya se lo estaba diciendo a mi hermano. Tuve momentos de mucha crisis conmigo misma y de no saber realmente quien era, que estaba haciendo y porque lo hacía si no me apetecía por eso me pensé alejarme de este mundo.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora