Parte 75

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-¿Has visto a Laura? – le pregunté a Álvaro después de buscarla sin éxito.

-Laura no está, Laura se fue – me cantó de cachondeo. Al ver que le miraba incrédulo, volvió a adoptar el habla normal – Ni idea. Ni ella ni Salva. Raúl, sí, y creo que te busca. Ha ido hacia allí – me señaló la derecha.

Raúl estaba hablando con el ilegal. Al ver el disparate y el desconocimiento del niño (y de un servidor) acerca de la influencia que aquel hombre había hecho sobre Laura, fui hacia ellos silenciosamente.

-¿Es él, no? – oí que hablaba el ilegal.

-Sí, gracias – Raúl se giró y vino corriendo hacia mí – Vaya hombre más raro – me dijo.

-Raúl no hables con él si no quieres que tu padre y la tía se enfaden.

-¿Por qué? – preguntó.

-Porque...

"Joder, difícil pregunta"

-Porque así lo han ordenado, ¿Vale? – asintió cabizbajo. Me agaché a su altura – Que quede entre nosotros, ¿De acuerdo? – volvió a asentir y chocamos los cinco. Primera lección de tío aceptada.

-¿Dónde están la tita y papá?

-Yo también los estoy buscando. Míralos, ahí vienen.

Laura venía agarrada del brazo de su hermano. Ni Miranda ni Darío iban con ellos. Parecía pálida pero más relajada. Al verme, me dio un pico y la abracé por el cuello. Apoyó la cabeza en mi hombro y le besé entre la melena. Estuvimos un rato paseando por Manacor, dirección al hotel. Solos, abrazados y bastante callados.

-Te quiero – me dijo de repente parándose en medio de la acera – Mucho – me dio un beso.

-Yo también te quiero– le devolví la muestra de afecto.

Seguimos paseando. Sin prisa pero sin pausa. No podía dejar de abrazarla. El ilegal le debía haberla marcado profundamente en un pasado porque me resultaba muy extraño que un técnico de sonido la dejara tan tocada. No se lo quise preguntar, no la vi receptiva para preguntas delicadas. Salva me dijo que ya me lo contaría. Le daría tiempo. Mi cuñado me envió un WhatsApp cuando llegamos a la habitación. "A lo mejor Laura tiene alguna pesadilla de esas durante la noche. Si las tiene, despiértala e intenta que se vuelva a dormir". Respondí con emoticonos del pulgar hacia arriba. 'Alguna pesadilla de esas' se refiere a la pesadilla que Laura había tenido en Logroño un año y medio antes. Lau se tumbó en la cama después de pasar por el baño y desmaquillarse. Se había quitado los leggins para quedarse sólo con las braguitas y la camiseta que llevaba. Me recosté a su lado. Estaba en posición fetal y sin mirarme. Le acaricié tiernamente el pelo. Me agarró la mano y me la apretó débilmente. Me tumbé y la abracé por la cintura. Se tapó con una sábana hasta el pecho. Yo sólo hasta las rodillas. Colocó sus manos encima de mis brazos. Me susurró 'buenas noches' y volteó unos centímetros la cabeza para besarme. Apagó la lámpara de su mesita de noche y suspiró.

Salva no se equivocó en predecir que Laura tendría una pesadilla. Eran casi las tres de la madrugada. Me había soltado de su cuerpo porque el sueño lo había querido así y Lau se había dado la vuelta. Noté cierto movimiento en ella, sobretodo de piernas. Me dio una patada flojita en la espinilla. No tenía el sueño muy profundo y ese toque me acabó de desvelar. Laura comenzó a hablar, primero entre susurros pero fue aumentando la intensidad. Decía lo mismo que la otra vez. Que la dejaran, no la tocaran y no le hicieran daño. Abrí las lámparas. Tenía los ojos cerrados, como me imaginaba.

-Laura, Laura – le zarandeé un brazo. Nada. La incorporé con dificultad y me miró lentamente. Estaba asustada. Sus pupilas dilatadas y el hecho de que tenía los ojos vidriosos me inquietó – Mírame – intentaba evitarme – Laura, por favor.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora