Parte 184

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Me quité la camiseta dejándola donde había dejado la bolsa. Laura seguía en la orilla, de pie, cara al mar. Me acerqué a ella lentamente y la abracé por la espalda. Me acarició la nuca. Hicimos unos pasos más. A Lau no le costó nada mojarse toda. A mí un poco. Seguí a mi chica, no sabía dónde me llevaba. Tampoco hay mucho que explorar a simple vista pero conociéndola era capaz de llevarme a cualquier rincón.

-¿Qué, cansado? – me preguntó parando.

-No pero me sorprende de ti que a estas horas te metas en el agua.

-Ambos sabemos a lo que vamos.

-No, si de eso no hay duda – murmuré en voz muy baja – Que yo me la 'fo' aquí si hace falta.

-¿Decías algo? – volteó la cabeza hacia mí.

-No, no.

Me condujo a unas grutas entre unos arrecifes. Nos quedamos en el agua. Tocábamos con los pies al suelo. A Laura, el agua le llegaba justo debajo de la barbilla. Se acercó a mí, me había apoyado en una roca.

-Bienvenido a mi rincón de verano.

-No lo tienes lejos ni ná.

-No te pases que tampoco es tanto. Además, aquí nadie me busca ni sabe dónde estoy.

-Pues no estaría mal probarlo, ¿Verdad? – tiré de ella hasta que la tuve pegada a mí.

Sonrió con picardía. Le aparté la cola. En pocos meses le había crecido mucho el pelo y lo volvía a tener más allá de los hombros. Le desabroché los tirantes del cuello con delicadeza. El bikini era el segundo que había adquirido. La parte inferior, negra, abrochada con lacitos en los laterales y la superior blanca, pero sin ser de banda, sino de triángulo. La besé mientras realizaba la acción repitiendo lo mismo con los tirantes de la espalda. Aparté la prenda dejándola en la roca en la que me había apoyado. La comencé a besar con más pasión y ella me devolvía los besos acompañándolos de caricias. Sus manos empezaron a bajar por mi cuerpo. Casi nos quedábamos sin aire con los besos tan pasionales que nos dábamos. Me metió mano por dentro del bañador y me rodeó la cintura con las piernas. Le bajé las braguitas. Dudé en si quitárselas del todo pero al ver como de excitados íbamos, decidí hacerlo. Ella hizo lo mismo conmigo para amarnos sin miedo a la oscuridad, ni a que alguien nos viera, ni a crear un hijo que en esos momentos no era deseado pero que si en ese instante con esa pasión que parecía que hubiésemos contenido durante tanto tiempo, hubiese llegado, no nos hubiese molestado. Laura no dejó de abrazarme. Fue uno de los mejores polvos que habíamos realizado hasta la fecha. Fue en un sitio inusual, lejos de Madrid, de la civilización, en un entorno precioso, solos y llenos de cariño.

Laura reposaba la cabeza en mi hombro, seguíamos cara a cara, pegados.

-¿Soy el primero en venir aquí? – le susurré al oído.

-No pero sí el que me ha hecho disfrutar más y sentirme más especial. Porque lo que hay entre nosotros no lo había tenido con nadie.

-Algo bien hago.

-Todo, absolutamente todo. Es la segunda vez que viajo contigo a Menorca sin ser por trabajo y en mi vida había gozado tanto de la isla.

-Eres un amor – le di un beso en el cuello - ¿Por qué susurramos?

Nos reímos y nos miramos. Laura quitó las piernas de mi espalda para bajarlas al suelo.

-Has comenzado tú – me dijo sonriendo – No sé – me besó – Pero me encanta estar aquí... contigo.

-¿Has venido sola?

-Un montón de veces. Me gusta porque dejas el bikini en una roca y te bañas por aquí sin peligro a que nadie te pille. Venga ven – me tendió las manos para que fuera con ella a nadar.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora