Parte 197

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-¿Ha parido? – preguntó Laura.

-Que va, sólo ha dilatado tres centímetros – contestó Trini.

Me senté entre Mateo y Lau.

-¿Qué ha pasado con los nombres? – le susurré al chaval.

-Las abuelas que no paran de pelearse por ello y han borrado todos excepto Dylan por expreso deseo de Maika.

Estuvimos unos minutos en silencio. Minutos en los que Jimena se durmió apoyada en su novio y Laura se recostó en mí para hacer lo mismo. Estiró las piernas en las dos sillas que quedaban libres a su lado y la abracé por la cintura. Las madres estaban enfrente.

-Se llamará Alfonso, como su abuelo – comenzó Trini.

-Mariano, como mi padre – contraatacó Pilar.

-A ver – se metió Lau. La que faltaba... - Que decidan los padres, ¿no?

-Si tienen el gusto al culo. Nombres de lo más profanos. ¿Aarón, Lucas? Bueno este aún, aunque no me convence – habló la madre de Álvaro – No hemos borrado Dylan de milagro.

"Ya estamos con el tema religioso. Pero si Lucas era el de los evangelios y Aarón también me suena a bíblico"

-Vaya, me siento halagada – ironizó mi chica.

-Ya me extrañaba a mí que Maika hubiese eliminado el nombre que tú dijiste.

La discusión entre consuegras volvió a sus andadas. Laura lo grabó todo en un audio de voz que envió a Álvaro. Él nos contestó con un audio en el que hablaba Maika.

-Mamá, suegra, las únicas personas que pueden decidir el nombre del niño son Álvaro y Adrián, ¿Queda claro? Vuestras opciones están más que descartadas – se la notaba desesperada – Así que a callar.

Se lo dejamos escuchar y obedecieron. Álvaro apareció en la sala de espera.

-Laura, sustitúyeme. Voy a por un café y a tomar el aire.

-¿Yo? – saltó Laura incorporándose.

Álvaro se puso de cuclillas delante de nosotros para que Trini y Pilar no lo escucharan.

-Sí, tú, por favor, no quiero que mi madre o mi suegra entren. Maika está histérica y yo no la aguanto. Por favor... - suplicó.

-Vale, voy – Lau se levantó y yo detrás de ella, por petición de Álvaro, para que lo acompañara a buscar un café – Tráeme uno – me pidió.

En el pasillo adoptamos caminos distintos. Álvaro y yo fuimos en busca de una máquina de cafés.

-Se te avecina una noche larga... - le dije.

-Ya, ya. Tío, iros a casa, en serio, estáis cansados, venís de cantar y necesitáis descansar.

-Que decida Laura.

-¿Cómo os ha ido?

-Bien, hemos tirado adelante con lo que ya teníamos exceptuando algún cambio de repertorio.

Salimos al exterior con los cafés en la mano. Nos sentamos en un bordillo a respirar aire puro.

*

Di dos suaves toques a la puerta de la habitación de Maika. Nadie contestó así que abrí. Mi amiga estaba en la cama, monitorizada y abanicándose.

-Laura, quiero la epidural – me pidió desesperada.

-¿Qué? Eso díselo a la enfermera.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora