Parte 46

65 2 0
                                    

Laura le dio un tierno beso en la mejilla y de esa forma retomaron su relación fraternal normal. Después de cenar, todos estábamos muy cansados. Había sido un día largo y nos teníamos que despertar a las seis y media. Eran las nueve y cuarto cuando los de mi habitación apagamos las luces. Estuvimos charlando los cuatro. Me entraron ganas de molestar a Laura. Mi campo de visión era el somier de su cama. Con el pie le di en el colchón repetidas veces.

-Javi te voy a pegar... - dijo aguantándose la risa.

Esa frase significaba que parara. No era la primera vez que me la decía. Siempre lo hace riendo porque muy en el fondo, le gusta que le toque las narices. El más callado era Salva que daba vueltas y vueltas como una montaña rusa sin encontrar la postura adecuada. Fue el primero en dormirse. Laura, la segunda y Álvaro y yo los terceros.

No cabía ni la menor duda que entre Javi y yo había algo especial, que hacía ver al resto que nuestra relación iba más allá de lo profesional. Él no lo sabía pero el señor que tenía al lado era el ex marido de Charo y padre de sus hijos. Suerte que no la nombramos en todo el vuelo. Agarrarme a él había sido mi táctica de control después de estar tanto tiempo sin subirme en un avión. Habíamos formado un aura difícil de romper y que resultaba rara para quien no nos conociera.

Hacia la madrugada me desperté sobresaltado. Había tenido una pesadilla. Álvaro dormía profundamente. Por la ventana se veía un poco luz de la calle. La persiana no estaba bajada completamente. Vi un pie que aparecía por los escalones. Cuando observé que se trataba de Laura, me relajé. Me incorporé y le toqué la pierna para que se detuviera. Soltó un grito ahogado girándose asustada.

-Shh... - la hice callar.

-¿Qué coño haces despierto? – susurró.

Me levanté y salimos de la habitación.

-Lo mismo pregunto yo.

Nos sentamos en la mesa que comunicaba la cocina con el salón. Laura puso zumo de naranja en dos vasos. Era lo único que había en la nevera.

-Son las tres de la madrugada – dijo – Contesta.

-Me he despertado, simplemente. ¿Tú?

-Mi hermano es un bruto. No para quieto porque está tenso y me golpeado la cara sin querer. Por eso me he despertado. No sabe dormir arriba. Que uno de los dos se cambie por él, por favor.

-Me lo ha pedido al llegar. Mañana me tendrás a mí al lado.

-Como mínimo sé que tú no me vas a dar, a no ser que las alturas...

-Somos amigos las alturas y yo – me acabé el zumo.

Hablábamos flojito para no despertar a nadie más. El pijama de Laura se unía perfectamente con su cuerpo. Los pantaloncitos azul marino y la camiseta de tirantes del mismo color la hacían sexy en aquella madrugada de otoño. Escuchamos a alguien salir de la habitación contigua. Era Jesús.

-¿Qué coño...? – dijo restregándose los ojos de sueño - ¿Os habéis enrollado?

-No – negué yo esta vez. Laura tenía la cabeza apoyada en la mesa. No sé si de cansada de la preguntita o de cansada por ser esas horas.

-¿Por qué estáis despiertos?

-No podíamos dormir. ¿Tú?

-Tengo hambre.

-En la nevera hay zumo y en el armario galletas de mantequilla – le informó Laura – Yo vuelvo a la cama.

-Vengo contigo – dije levantándome y llevando los vasos al fregadero. Nos despedimos de Jesús con un leve movimiento de barbilla y ajustamos la puerta de nuestro dormitorio. Álvaro y Salva seguían durmiendo.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora