Parte 183

89 1 0
                                    

-Laura – mi chica llevaba unos minutos callada, pensativa – Laurita... - me puse de rodillas encima de la cama y le zarandeé los hombros.

-¿Eh? – bajó de la luna.

-Bienvenida a la tierra.

-¿Qué pasa?

-Que te acabes de vestir porque mi madre aparecerá en tres, dos, uno – y tocaron a la puerta – Ahí está.

Se puso la camiseta a rayos luz. Mamá la pilló calzándose. Nos inspeccionó la habitación. Una parte del bikini de mi chica estaba tirada en el suelo y la cama bastante deshecha. Laura se levantó y lo recogió, colocándolo en una silla del balcón para que se secara. Fuimos a la prueba de sonido. Álvaro y Dani estaban ahí.

-Pero si son los recién casados – exageró el primero.

Laura lo fulminó con la mirada. Actuábamos en una plaza. Mi madre lo vería desde el balcón de una amiga suya. Ensayamos con alguien de público.

-Y bueno, ¿Qué tal esta primera semana de matrimonio? – nos chinchó Dani - ¿Ha cambiado algo?

-¿Dónde será la luna de miel? – ese era Mateo.

-¿Y los niños para cuándo? – Álvaro.

Estábamos sentados en sillas de plástico, en la carpa, antes del concierto. Laura y yo aguantábamos todas las bromas con una paciencia extrema. Lau se levantó. Los tres que habían hablado estaban sentados en el mismo sofá. Fingiendo ir hacia el baño, pasó por detrás de ellos y les pegó una colleja a cada uno. El único que se quejó en alto fue Álvaro.

-Aish... Victoria Catalina, en el contrato no ponía que fueras agresiva.

-¿Quieres otra con la otra mano?

-No, no.

-Pues calla.

Laura se volvió a sentar. Los nueve nos pusimos a jugar al Uno. Sí, ese juego de cartas donde se va a joder al de al lado. En ese caso, Lau a mí y viceversa cuando hubo cambio de sentido. Mi chica iba con una mala fe... siempre que tenía cartas donde tocara robar, las tiraba para que yo pringara. Aun así, la acabé ganando porque a mí me tocó una racha de cartas buenas en un cambio de sentido y ella fue quien tuvo que coger del montón.

-Cinco minutos – nos avisó uno de seguridad.

Nos dieron los pinganillos y petacas. Ayudé a Laura a colocárselo. Se lo enganché a la goma de los leggins. Nos besamos con ternura antes del brindis final. Ese beso se había convertido ya en una rutina. Lau cantó con la mano izquierda todo el rato. No quiso pegar el micrófono al pie por miedo a que se le cayese. No hubo percances. Lo bordamos. La plaza llena, con gente joven y en los balcones, gente más mayor. Divisé a mi madre a la primera. Estaba con dos amigas en el balcón que quedaba enfrente de mí. La vi señalar hacia nosotros y aplaudir mucho. A Laura no se le cayó el micrófono y los que habían apostado a que sí tuvieron que dar diez euros a los que no. Nos quedamos muy satisfechos del resultado.

****

2 de julio. Comenzaban unas cortas vacaciones a Menorca. A Laura le quitaron el vendaje de los dedos esa misma mañana y por la tarde ya estábamos en la isla. Nos dedicamos a pasar las horas que quedaban para ir a la cama paseando por Maó y apartándonos del barullo yendo a la cala de Laura. De día sí que hay alguien pero de noche, no. Fueron instantes de tranquilidad. De esos que parece que el tiempo se detenga y que vale la pena aprovechar. Poder tener un par de días libres fue lo más.

El día siguiente, por la mañana estuvimos en una playa con Raúl y un paparazzi haciendo de las suyas.

-¿Sabes qué nos hacen fotos? – le pregunté a Laura.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora