Parte 49

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Viernes. Sant Feliu de Guíxols. No había estado nunca en aquel pueblo y la verdad, la parte que Laura nos había mostrado antes de ir al funeral me había gustado. El tanatorio quedaba en la parte alta de la ciudad, en las afueras y nos llevó una buena caminata. Jesús no vino con nosotros. Álvaro se paraba cada dos por tres porque todo iba de subida y se cansaba.

-¿Es que no hay un bus o un taxi en esta ciudad?

-Va, tío, que un poco de ejercicio no viene mal a nadie – le contesté.

-Aguanta un momento – Lau me tendió su bolso y obedecí. Se quitó la chaqueta para quedarse en una blusa de manga francesa, negra – Gracias. Álvaro que ya casi estamos. ¿Qué más quieres? Maika no se quejará de que no estás en forma de esta manera.

-Sois encantadoramente asquerosos. ¿A quién se le ocurre con la comida en la garganta, subir esta cuesta que parece la del Everest? Hacéis demasiado ejercicio.

Mientras él hablaba íbamos caminando, con el paso ralentizado.

-¿Sabéis? Me siento viejo a vuestro lado.

Laura arqueó las cejas.

-Porque sois cinco años más jóvenes que yo. No habéis ni llegado a los 35 y yo ya me acerco a los 40.

En el tanatorio había mucha gente y buscar a Shaila, Núria o alguien que Laura conociera fue complicado. Quedaban veinte minutos para comenzar. No íbamos de riguroso luto, para que mentir; con tejanos azules los tres y con una camiseta gris con chaqueta tejana, Álvaro; blusa negra con chaqueta blanca, Laura; y camiseta negra con camisa tejana abierta un servidor. En el recibidor había mucho alboroto y cuando pasábamos por el lado de algún presente y veían a Laura, se quedaban extrañados. Cuatro adolescentes de la edad de Núria, estaban charlando. Dos chicos y dos chicas.

-Hola – saludó Laura al grupito apareciendo por detrás de uno de los chicos - ¿Qué habéis visto a Núria o a su padre?

-Están adentro – contestó una de las chicas – Nosotros ahora pasaremos.

Una mujer de unos 35 años vino hacia nuestro pequeño encuentro.

-Chicos, ¿Y Núria?

-Está adentro – repitió la misma chiquilla que había respondido a Laura.

-Madre mía, si eres Laura Montes – se sorprendió la mujer – Soy Charo, profesora de Núria – le alargó la mano y Lau se la encajó con rareza.

Álvaro giró la cabeza disimuladamente, riendo por debajo de la nariz. Le golpeé discretamente el brazo.

-Álvaro, compórtate – le susurré.

-Dios, que me ha hecho gracia. Que se llama como tu ex.

-Pues que se te pase rápido.

-Vale, vale.

Volvió a intentar ponerse serio pero le fue imposible. Los niños habían desaparecido y Laura se había fijado en nosotros. Le pegó un collejón a Álvaro.

-Pareces un crío. Va, caminad – nos ordenó.

Pasamos delante de ella y entramos en la sala. Nos colocamos en una de las últimas hileras, al lado del pasillo. Laura se sentó en medio de los dos para poder controlarnos.

-Tira pa'llá que no me fío – le había dicho a Álvaro cuando se quería sentar a mi lado.

En la fila delantera teníamos a los profesores. La Charo mencionada estaba sentada justo en la silla que quedaba delante de la mía. Álvaro se reprimió el comentario.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora