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Era capitana del escuadrón A en el FBI, no quería alardear, pero era buena en mi trabajo, y por estaba en esta misión en cubierto... con mi superior.
La misión consiste en infiltrarse en la casa del político, el gran senador Julián Arango, que se sospechaba tenía relaciones con un grupo de gente bastante mala y que se supone que no debería tener relación, por qué ya saben ¡Es un maldito senador!
Sorprendentemente nos habíamos hecho pasar por otros políticos de cuarta y menos importantes, pero está tortura tonta no podía terminar aquí, no, nunca es tan fácil. Debíamos aparentar ser una pareja feliz y casada, no tenía problemas en hacerlo, si se trataba de Julio, Mario o incluso Ricardo, ninguno era de mal ver, pero eran más mis camaradas, además que ellos sabían de este pequeño gran enamoramiento. En cambio con mi superior, no solo era mi jefe, no, si no que era increíblemente atractivo... si, y es que la tortura no acababa ahí... si, hay más, el enamoramiento por mi jefe era lo peor de todo, claramente no podía negarme a esta misión ¡Es mi jefe por el amor de Dios!
Maldito enamoramiento de mierda, él nunca me había dado razones, a decir verdad, solo fui yo y mis estúpidas fantasías por este hombre.
Cuando lo conocí, recién había entrado a la academia de FBI y él era el maestro, medianamente más joven y lindo de ahí... su sonrisa perfecta, ni un solo diente desalineado, sus ojos perfectamente redondos y esa voz que te hacía temblar, o por lo menos a mí sí... jamás me atreví a hablar con él, más que para decir "buenos días jefe", "hasta luego, jefe" o " hola, jefe" si simplemente ¡Patética!Y ahora me encontraba compartiendo habitación con el hombre de mis sueños y pesadillas, él dormía en el sofá al pie de la cama, negandose a que yo lo hiciera, es tan lindo... ¡Basta, Ana!
En fin, debía de estar metida con él aquí por lo menos cuatro malditos días hasta que la "fiesta" con gente "importante y poderosa" culminará y recabar la suficiente información para arrestar a Arango.
—Buenos días, Ana.— Se levantaba del sillón mientras yo salía de echarme agua en la cara, me sentía como muerto viviente.
—Buenos días jefe.— Dije con una mano alzada y él sonrió.
—Solo dime Jorge, en verdad.— Sacudió la cabeza y se acercó al sanitario.
—Jorge ¿Durmió bien? — No sé que decir.
—Si, fue un sofá bastante cómodo ¿Y tú? — No, no y no.
—Si, muy bien gracias.— En realidad no había podido pegar el ojo, él estaba ahí a unos escasos metros de mí ¿Y si roncaba? ¿Y si decía su nombre entre sueños? Ah no, no me arriesgaría.
—Perfecto, me vestiré y podremos ir a desayunar ¿De acuerdo? — Asentí y el entro al sanitario.
Joder, esto iba a ser largo. Éramos políticos, debía tener puesto un estúpido vestido medianamente elegante, lo había comprado en una rebaja para salir con alguien, nunca sucedió y él, un traje con... que reprimí un grito cuando lo ví vestido... Afuera, en medio de la gente de casa u otras tantas, Jorge me tomaba de la mano con delicadeza, besaba mis nudillos o mi mejilla, siempre de una manera bastante respetuosa, era nuestro segundo día aquí y creo que habíamos convencido a la gente de que éramos una pareja de casada muy enamorada... por lo menos yo cumplía está última parte.
El tal Arango no había dado ningún detalle de quién vendría a su estúpida fiesta, lo cual era irritante porque por más que tratabamos sutilmente de entrometernos, él lo evitaba. Arango nos mostró su extensa casa, sus áreas verdes, si piscina y todo lo que un político rico y egocéntrico tendría en su poder, conocimos a si esposa que era increíblemente joven y hermosa, para ser el día dos estábamos un poco mal. El día paso sin percances, obviamente disponía de muchas cosas y el era un senador de algo rango pero no lo suficiente para tener todo 'esto'. En fin, el día concluyó y nos fuimos.
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One Shot's los que guste y mande.
FanfictionSon historias cortas, variadas de cualquier categoría. Ninguna tiene continuación u orden en específico. A darnos vuelo.