157 Western.

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No supe que fué lo que ocurrió después de mi aparente desmayo. Todo lo que recuerdo me hace querer estar muerta. La voz del bandido. La sangre de Julio. Mi padre y su llanto. El alcalde.

Dolor.

Desperté en una habitación acogedora, las ventanas iluminaban con el sol de la tarde, la cama debajo de mi es sumamente suave. Sería casi perfecto, excepto por el pequeño detalle que estoy en la casa de él. Le pertenezco a la persona que más odio.

Pase las primeras horas llorando la muerte de Julius, no me importaba que era que podría sucederme a mi, no podía dejar de pensar que él ya no estaba, que mi futuro esposo ahora estaba muerto, era algo inconcebible. Si tan solo hubiera hecho algo, algo más... aunque es ridículo pensarlo, que podría hacer yo.

El bandido en cuestión no se había aparecido en mi habitación, estuve alerta a cualquier sonido fuera de estas cuatro paredes, tal vez la puerta abriéndose, pero no había ningún ruido, ni siquiera más allá de ella o de alguna otra habitación.

Hasta que sucedio. La puerta rechino y comenzó a abrirse. Junte las rodillas a mi pecho y las abrace duramente, esperaba encontrarme con una horrible cara. Algún otro de esos despreciables bandidos, pero en su lugar era el dulce rostro de una mujer mayor que me sonreía.

—Niña, no sabía que traerle así que aquí hay un poco de todo.— Dijo empujando una charola con múltiples platos.

—Gracias...— Dije sombríamente.

—Lamento lo ocurrido, niña.— Me miró con lo que parecía ser lástima.— El jóven Sáenz ha cambiado bastante- últimamente.— Fruncí el ceño.

—¿Joven Sáenz? Supongo que es el que me presentó aquí...— Tragué saliva.

—Si... niña.— Ella respondió girándose y dándome la espalda.

—¿Cuál es su nombre?— Pregunté con clara curiosidad.

—A el joven Sáenz no le gusta que sepa su nombre. No tengo permitido revelarlo, lo siento niña.— Y así como así, salió de la habitación.

Era bastante extraña esa declaración.

×

Nuevamente me había excedido, lo sabía... pero por alguna razón la necesitaba en mis manos, en mi poder, en mi posesión. Ni siquiera había ido a verla... no sabía que decir o que hacer para ser sincero, tenia miedo.

Y es que, que más podría pensar de mí, solo que soy un bastardo sin corazón, un mounstro que la trajo aquí en contra de su voluntad... y que había asesinado a su querido Julius. Apreté mis puños, lo odiaba apesar de haber acabado con su vida hace un par de días. Su sangre corria por mis manos pero no estaba satisfecho.

Siempre hubo algo con ese maldito pueblo que no me había dejado en paz durante todos estos años, y tenía el presentimiento de que Ines sabía algo, pero al parecer era demasiado oscuro o misterioso para que me lo confesara.

—No sé si prometí hacerte justicia.— Dije al viento.— Pero, lo hice Freddy...— Volví a hablar a la nada.

El cielo de hoy estaba lleno de estrellas, habia una nueva y muy, muy brillante. Estoy seguro de que es mi hermano, Freddy.

A él lo conocí hace bastantes años, mamá aún estaba viva. Él era hijo de unos pueblerinos que siempre fueron amables con todos nosotros, pero lamentablemente enfermaron, durante mucho tiempo tratamos de ayudars pero la enfermedad se los devoró y Freddy quedó solo, así que lo acojimos como uno de los nuestros.

Él decía que el pueblo era maravilloso, que la gente era buena, que había cosas asombrosas, como estufas, carretas y ropa refinada, así que alguna vez tuve que escaparnos de casa para ir a visitarlo, pero la experiencia fué espantosa y juré vengarme de todos .

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora