Me sentía tan estúpido al estar en este lugar, me sentía bastante incómodo por decir lo poco. Miraba a mi al rededor y no había más que rostros jóvenes aquí y allá, hombres y mujeres y de pronto me sentí tan descolocado.
Tomé mi bastón y decidí salir de aquí, pero mi huida se vió interrumpida por una señorita de tez morena.
—¿Ya llenó el registro?— Preguntó amablemente.
—No- yo no debería estar aquí.— Dije tratando de deshacerme de ella.
—Ciertamente sabe dónde esta. Nadie llega aquí por casualidad.— Sonrió.
Y era cierto, no era fácil encontrar este tipo de... reuniones, se consideraba algo descortés.
Decidí que si ya había recorrido media ciudad en busca de esto, lo haría, así que llené los papeles y los dejé con la misma señorita que frustró mi huída.
Regresé a casa y los primeros dos días casi permanecí cerca de la ventana con la esperanza de ver al cartero o pegado al teléfono... después de una semana me resigné a qué simplemente no tendría éxito, la soledad venía a casa, nuevamente.
Después de otra semana una carta llegó y me sorprendió al ver que era de una mujer... No sabía cómo reaccionar así que escribí de inmediato ya que parecía interesada en 'mi'.
Opté por invitarla a un lugar público, después de todo sería la primera vez que nos veríamos y no quería incomodarla proporcionando mi íntima dirección.
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Está era la segunda vez que venía en busca de 'algo' y me avergonce terriblemente, pero era una mujer que había tomado una decisión y no la perdería por unos rostros jóvenes y atractivos.
Seleccioné los documentos habituales y Sandra me entregó uno es particular con un guiñó de ojo. Al leerlo entendí el porqué, parecía que finalmente encontraba algo interesante, así que tomé lápiz y papel y escribí.
La respuesta llegó dos días después mientras estaba en la tienda de abarrotes, traté de guardar la calma por mi repentina oleada de emoción, la señora Martínez no era mi mayor fan, pero reí para los adentros porque probablemente por fin podría acabar con sus burdas burlas hacía mi soltería.
El hombre en cuestión había accedido a vernos y me había entregado la dirección de un parque no muy lejos, ese día mentí, por lo cual no estaba orgullosa, pero debía salir antes si quería quitarme el peso de trabajar desde la mañana en una tienda donde hacía bastante calor.
Cuando llegué, busqué con la mirada al ser misterioso, había dicho que usaba bastón, así que busqué y busqué y solo había un solo hombre con bastón en el parque. Estaba sentado con una pierna sobre la otras su traje estaba impecable, tenía un bigote con motas grises que fué agradable de ver y un sombrero de copa alta. Me acerque a él sigilosamente y enderezando mi espalda.
—Buenas tardes.— Dije cortésmente.— ¿Usted es el coronel Abello?— Él inmediatamente se levantó con ayuda del bastón y extendió su mano tomando la mía.
—Debo suponer que usted es la señorita Pinzón.— Su voz y el tono tan amable me hizo sonreír involuntariamente.
—Supone bien.— Contesté y tomé asiento a su lado.— Me da gusto finalmente conocerlo coronel.—
—El gusto es totalmente mío señorita.— Se aclaró la garganta y me miró con cautela.— ¿Le gustaría - que habláramos al respecto?— Asentí.
—No tema, dígame lo que necesite coronel.— Aseguré con una sonrisa.— Mencionaba en sus documentos, la compañía sin compromiso, ¿No es así?— Expliqué con calma.
—Si- yo deseo una compañera en mi vida, no pretendo recibir ningún tipo de afecto de su parte, si se lo pregunta.— Sonrió.— Solo necesito que este conmigo, a veces tengo reuniones familiares y me gustaría que usted me acompañará y en... casa.— Lo miré y él desvió un poco la mirada.— Tendrá su propia habitación y cuento con servidumbre. Yo- solo quiero -
—Una compañera.— Sonreí y extendí mi mano hacía él, me miró un momento y extendió su mano apretando la mía.— Acepto.— Dije tranquilamente.
—Bueno- en cuanto esté lista, le mostraré su nuevo hogar.— Se levantó y me ayudó a ponerme de pie.
—Estoy de acuerdo coronel Abello.— Nos despedimos y caminé lentamente a casa.
Jamás me había casado o tenido la oportunidad de tener un cortejo adecuado y después de cierta edad los hombres creen que ya no eres aprovechable. Había aceptado mi destino de soltería y el término "Señorita" apesar de mis cuarenta años, me había hartando, a veces necesitaba un compañero en casa que me diera las buenas noches o con quien hablar del día laboral por las mañanas, tal vez compartir un pedazo de pie aunque sean las tres de la tarde o ir a la nueva atracción fe la ciudad, el cinema...
Así fué como encontré esta reunión clandestina, mujeres y hombres de edades distintas buscaban un compañero o un amor por medios distintos, por medio de cartas.
Cuando leí los documentos del coronel Abello supe que era el indicado, era alguien de rango, con clase, un ciudadano ejemplar, tenía tres años más que yo y buscaba lo mismo, simple compañía sin ningúna atadura de por medio. Esto sería perfecto.
Hello There.
Mi mamá me hizo un comentario y ya saben, la historia se me desbordó en la mente y aquí estoy tratando de darle forma jaja.
Por allá de 1800 y algo, tal vez xd
¿Que opinan? 👉🏻👈🏻
Si gusta hago segunda parte, háganme saber.
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One Shot's los que guste y mande.
FanfictionSon historias cortas, variadas de cualquier categoría. Ninguna tiene continuación u orden en específico. A darnos vuelo.