83 Mejorando la casa.

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La noticia del embarazo de su esposa había sido un sorpresa demasiado felíz, había estado tan emocionado contándole a medio mundo que él por fin, sería padre y no cualquiera se repetía a menudo.

“Daré todo de mí mismo para este bebé, jamás le faltará cariño, amor y respeto de mi parte”— Armando se repetía una y otra vez en si mente mientras trataba de consiliar el sueño.

A menudo un sueño lo atormentaba.

Un pequeño era regañado con severidad, las lágrimas anchas del pequeño manchabam su rostro, no podía ver quién era el causante de ese llanto hasta que alzó las manos y la observó, se tocó el pecho, era él quién regañaba al pequeño con severidad, corrió por lo que parecía ser una habitación y se miró al espejo.

Era él, Armando Mendoza, con canas en las sienes con ligeras arrugas en el rostro, era él, su rostro se avejento de un momento y su rostro era el de Roberto Mendoza.

Entonces despertó con sobresalto, él no sería como su papá, no, jamás. Él mejor que nadie conocía los alcances de las heridas por ciertas palabras o acciones.

Cuándo despierto, se acercó más al cuerpo de Betty y colocó una mano sobre su vientre que comenzaba a redondearse mes tras mes.

Cuando la incapacidad de Betty llegó y tuvo que quedarse en casa, Armando decidió tomar unos días prestados para pasar en casa, dejo a Nicolás a cargo de Ecomoda, solo necesitaba dos días.

Se levantó muy temprano en la mañana, besó a su mujer dormida y salió del departamento que compartían. Había puesto su departamento en venta desde antes de proponerle matrimonio a Beatríz, lamentablemente no había tenido el tiempo suficiente para revisar a los prospectos de futuros propietarios, así que mientras tanto vivían ahí.

Había recorrido la ciudad bogotana durante toda la mañana y parte de la tarde, cuando llegó a casa Betty se encontraba recostada sobre el sofá con Galán a sus pies, la escena enternecio a Armando.

Camino sigilosamente hacía ella, tenía los ojos cerrados y acariciaba su estómago que parecía hacerse más grande con las horas que transcurrían; colocó sus manos sobre sus ojos y besos su mejillas.

Betty jadeó sorprendida y tomó sus manos.

—Mi amor.—Dijo Betty entre risas.

—Mi amor ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?— Armando la soltó y se reunió con ella en el sofá.

—Estoy bien, Armando.— Ya comimos.— Sonrió y sobó su estómago.

—Me parece perfecto.— Sonrió y tomó sus manos.— Betty, tengo un sorpresa chiquitica que contarle.— Besó el dorso.

—Te escucho.— Sonrió.

—E-es mejor que la veas... quiero decir, si no estás muy cansada mi amor.— Ella negó con la cabeza.

Jamás creyó que alguien como su ex jefe gruñón se comportaría de esta manera tan adorable, por así decirlo.

La llevó al auto, la tomó de las manos, abrió la puerta y cada cinco minutos preguntaba si estaba bien, Betty solo reía de su atento esposo enamorado.

—Bien, la sorpresa está adentro de esa cosa de ahí.— Se estacionó con cuidado y señaló el lugar.

—¿Ahí? ¿Y que hace una sorpresa ahí dentro?— Betty preguntó mientras miraba por el vidrio.

—Es que es especial mi Betty-- y bueno, ya vamos que no se me ocurre otra excusa.—Ambos rieron y él fué en su auxilio para ayudarla a salir.

Entraron a la casa con cuidado, estaba vacía y aún con plástico en ciertas estructuras.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora