—¡Entonces lárgate de esta casa!— El gran hombre con barba azotó su mano contra la pared cerca del rostro de la joven Ana, las lágrimas picaron sus ojos haciendo que se derramarán.
No dijo nada, se limpió las lágrimas y salió hacia el prado extenso. El aroma a hierba era exuberante.
Inhaló el aroma profundamente liberando el dolor del momento, su padrastro la había golpeado en el rostro, aún sentía esa hinchazón en su mejilla y cerca de los labios. Solo necesitaba el dinero suficiente para salir de ahí y ya casi lo tenía, una de sus conocidas más cercanas le había dicho que el emperador daría un banquete extravagante y exótico, y necesitaban personas rápidas y de hábiles manos para servir a toda esa gente pedante y de dinero.
Ana suspiró profundamente, el evento se llevaría acabo al día siguiente, solo debía aguantar una noche más, solo una.
Este evento en particular se llevaban acabo todos los años desde que Ana tenía memoria, era bastante popular, el palacio se llenaba de gente importante de todo el mundo y algunos plebeyos que tenían la oportunidad de trabajar ahí durante los dos días de duración y llevarse buena plata a casa. Nunca nadie supo que personas específicamente asistían a esta fiesta, la gente llegaba con ropas de colores vivos y extraños, trajes extravagantes y grandes y por si fuera poco máscaras o antifaces en el rostro, todo gritaba ¡Plata! A dónde quiera que mirarán.
Cómo por arte de magia pasados los dos días la gente desaparecía sin dejar rastro, el sonido de la música con violín y chello quedaba en silencio, las luces a través de la ventana desaparecía y los carruajes igualmente, ni siquiera se veía las marcas de las ruedas en el.
Cuando llegó al palacio quedó más que asombrada, la piedra era de color plata y casi podría decir que brillaba ante la luz tenue de la mañana, los ventanales tenían un marco dorado y no había ni una sola mancha o rayón en esos hermosos cristales, había grandes candelabros colgando del techo igualmente dorados, los techos eran gigantescos, Ana alzaba la mirada y giraba su cabeza maravillada con todo y se preguntó más de una vez como hacían para limpiar esas ventanas o cambiar las velas de los candelabros ¡Imposible! Gritó su mente en respuesta más de una vez.
Había muchísima puertas por todos lados, un mareo seguro pero por suerte todos estos meseros solo debían ir de la cocina al gran salón y de regreso, no más, no menos.
Todos los meseros eran en realidad meseras, chicas de todos los tamaños y colores. Se prepararon desde temprano, colocándose en uniforme anticuado que debían portar.
La fiesta comenzó exactamente a las seis de la tarde, a través de la puerta se podía oír la música, las voces de las personas que inmediatamente llenaron el lugar y sus risas exageradas, todas las chicas estaban cerca de la puerta tratando de mezclarse con los sonidos, la música tal vez.
—¡Muy bien chicas es hora de que salgan!— Un hombre de poco cabello y regordete les dió la orden a todas, Ana se paró más derecha y alisó su ropa extraña y anticuada.
Dijo algunas otras instrucciones a las que Ana no prestó atención, tan solo una qué fue extraña.
—No se acerquen al emperador.— Todas asintieron incluyendo a Ana.
La regla no fue extraña, era de esperarse que no quisieran que se acercarán a una persona tan importante, nadie como ellas, unas simples plebeyas deberían de respirar el mismo aire.
El salón era maravilloso, reluciente, limpio, intacto, la gente bailaba en parejas, Ana se imaginó a ella misma tomada de la mano con algún hombre atractivo del pueblo y bailando la hermosa melodía que sonaba detrás.
Comenzó a circular, tenía su mano izquierda detrás de su espalda baja, y con la otra tenía la charola de plata con alguna bebida alcohólica, supuso. Se inclinaba ligeramente hacía las parejas que estaban sentadas o lejos de la pista de baile, fue bien recibida, con una sonrisa las veces y con unos ojos críticos otras pocas.
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One Shot's los que guste y mande.
FanfictionSon historias cortas, variadas de cualquier categoría. Ninguna tiene continuación u orden en específico. A darnos vuelo.