160 Western.

116 13 4
                                    


Había pasado algo de tiempo desde que el jefe de los bandidos rojos o mejor dicho el joven Sáenz, me había traído aquí... treinta lunas según las marcas sobre la madera en el suelo. Treinta días desde la muerte de Julius, tal vez eso explicaba mi estado de ánimo tan cabizbajo, tan gris el día de hoy.

Inés, como todas las mañanas me había venido a despertar amablemente para acudir al comedor con todos y poder llevar a cabo un desayuno 'en familia' decía ella. Sin embargo, me quedé en cama esperaba que ella viniera nuevamente a rogarme que bajará, incluso creí que ese bandido vendría aquí, golpeando la puerta con autoridad, pero tampoco lo vi o lo oí siquiera.

Las lágrimas cayeron suavemente por mis mejillas hasta que comenzaron a humedecer la sabana blanca que cubría mi cuerpo. Julius y yo, habíamos acordado casarnos por estas fechas, ya que las hojas de los árboles comenzaban con este cambio de coloración, de ese verde brillante al naranja furioso del otoño. Él había asegurado que Green City, podía cambiar su nombre de a cuerdo con cada estación y que está era su favorita por los colores y el aire frío que se filtraba en las casas, la chimenea encendida en las noches y las tazas de chocolate y té caliente. Él quería que nuestros primeros momentos de esposos, fueran en estás fechas para poder abrazarnos en el pórtico sin causar incomodidad con el calor del verano...

Mis lágrimas siguieron así como el llanto desde lo más profundo de mi garganta al saber que eso jamás podría formar parte de mi, de ningúna manera.

×

Ví que Inés no bajó con Aurora detrás suyo como habia sido costumbre durante estás cuatro semanas. Inés me miró con ojos tristes y negó con la cabeza. No era ningún secreto que la chica se sentía tan deprimida por la muerte de su prometido y algo en el fondo de mi ser comenzó a asomar su cabeza, la culpa.

Ella estaba aquí bajo mi techo, habitando entre nosotros, se sentaba con nosotros todos los días para alimentarse y rezaba con nosotros, pero a apesar de eso ella no estaba aquí, ella seguía en Green City llorando por Julius, a pesar de todo ella aún no me pertenecía. ¿Había cometido un error al seguir mis impulsos?

Después del desayuno Inés intervino en mi oficina abruptamente. Normalmente ella tocaba la puerta siempre.

—Debe de hablar con ella.— Dijo rotundamente. Era algo que me había planteado, pero no sabía que decirle.

—¿Por qué no habla usted con ella?— Sugerí suavemente.

—No joven, debe de ser usted. ¿Quiere que confíe en usted?— No esperaba una respuesta, lo supe porque solo se dió vuelta y se fué.

Coloqué los codos sobre mi escritorio con las manos cruzadas. Debía actuar.

×

La tarde comenzaba a caer en el valle verde, podía ver por la ventana como el cielo azul se apagaba conformé el sol caía a lo lejos. El aire frío soplaba suavemente, moviendo mis mechones de cabello y enfriando los remanentes de las lágrimas.

Escuché la puerta y automáticamente limpié mi rostro y me giré, solo para observar a ese hombre. Ese hombre que de la noche a la mañana me había arrebatado todo... ese hombre digno de mi odio. Sentí un dolor en la boca del estómago y como mi ceño se fruncia poco a poco.

—No comiste nada hoy.— Su voz era extrañamente suave cuando hablo.

—¿Vino a decirme eso?— Y mi voz salió más dura de lo que creí.

—No.— Contestó seriamente.— Ven conmigo, es una orden.— Mágicamente su estado de ánimo cambió totalmente a uno al que no iba a molestar.

Solo asentí y lo seguí fuera de la habitación, bajando las escaleras y saliendo de la casa... En todo este tiempo no había salido de la casa, supongo que siempre creyó que me iría, que correría lejos de aquí y aunque sería lo más lógico, nunca pasó por mi cabeza en este tiempo.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora