56 N.I.B

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Jorge era un niño de familia real, sus padres eran emperadores, literalmente había nacido y crecido en cuna de oro, todos estaban básicamente a sus pies y le daban gusto aún en la más estúpida petición; eso terminó por destruir a Jorge hasta hacerlo un adulto joven pedante, inútil, vanidoso y caprichoso que solo veía a sus padres como una fuente de sus propios deseos e interminable dinero.

Era grosero con la servidumbre, se burlaba de quién tuviera una posición más baja que él, siempre que podía, demasiado ególatra para observar sus errores e imperfecciones, por lo tanto Jorge carecía de amigos reales, los pocos que se atrevían a soportarlo solo lo buscaban por su dinero.

El chico estaba acostumbrado a las cosas obstentosas, al lujo y derroche de plata aquí y allá. Todos los años se hacían reuniones dónde la gente adinerada de múltiples lugares del mundo llegaban al castillo de los Abello, solo para 'pasar el rato'. Se servía de la mejor comida, de los mejores vinos y la música debía ser única, solo gente con un extracto extremadamente rico podían entrar a su castillo y Jorge se lucía con esto, alardeaba de ser el joven más guapo y con la familia más millonaria...

—No puedes ir a Roma.— Dijo su padre con severidad.

Jorge frunció el entrecejo y apretó los puños golpendo la mesa en una rabieta infantil y rutinaria.

—¡Por qué no! ¡Será mi estúpido cumpleaños y lo merezco! — Sus padres estaban hartos de la actitud de su hijo, pero poco les interesaba hacerlo entrar en razón.

Su madre suspiro y se llevó la mano a la frente.—Tu padre a hablado Jorge y no, es NO.— Arrastró la última palabra para hacer énfasis.

Jorge bufó con furia y salió azotando puertas y empujando a los empleados por puro desquite.

Lo que Jorge no sabía era que desde el profundo y caluroso núcleo de la tierra alguien lo observaba detenidamente, riendo de su estúpida actitud y que pronto se divertiría con él.

Debido a los incontables berrinches que hacía, a pesar de sus casi 19 años, Jorge logró conseguir el permiso para ir a Roma.

El lugar era hermoso y se encontraba con sus dos supuestos mejores amigos, Mario y Nicolás.

El día de hoy se disponían a asistir a un carnaval en las calles de la preciosa Roma, había un ligera brisa, las piedras de las calles estaban húmedas y la gente bailaba y cantaba, había gritos de felicidad, risas y aplausos por todo el lugar.

Jorge y sus amigos se movían demasido ansiosos por conseguir alguna noche fácil con alguna chica del lugar, miraban a todas con una sonrisa perversa, sonreían y coqueteaban, Jorge era más selectivo por lo que se demoraba más mirando a los jóvenes, finalmente una llamo su atención lo suficiente, la joven de cabellos rojizos y ojos verdes le guiño un ojo y con uno de sus dedos delgados y blandos le hizo la señal para que la siguiera, Jorge corrió detrás de ella, salto unos arbustos e incluso atravesó una fuente que le impedía pasar.

Conformé iba corriendo, Jorge perdió la noción de lo que estaba haciendo, el bullicio y la música se fueron apagando hasta que se encontró solo en un callejón obscuro.

—¿Hola?— Su eco resonó en el lugar, no pudo haberla perdido.—¿Hola?— Continúo.

Sonaba una gotera lejana, Jorge chasqueo con la boca resignando y se disponía a regresar, pero ¿Dónde está la salida? Frunció el entrecejo confundido, no pudo desaparecer simplemente el callejón...

Una risa resonó en el lugar y Jorge se tensó caminando hacía atrás instintivamente.

—Jorge, eres tan fácil de atraer.— Dijo la voz resonado, el corazón de Jorge se aceleró y comenzó a sudar.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora