162 Miseria.

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Mi padre había dicho que nos hacía tarde para la iglesia. Normalmente estaría puntualmente en la puerta con mi vestido impecable sobre mi y los zapatos lustrosos, esperando a que mi padre nos ordenará a mi madre ya mi, que nos subiéramos a la carreta, pero hoy encontraba el deleite del agua caliente sobre mis brazos y muslos. , y no quería que esa calidez desapareciera.

Cerré mis ojos y dejé caer la cabeza hacía atrás sobre la tina, parecía que el tiempo se detenía hasta que la puerta fue golpeada por mi padre. Inmediatamente salté y abrí los ojos reincorporandome en la misma tina.

—¡Aurora!— Mi padre sonaba bastante molestado y de un golpe la puerta se abrió. Me apresuré a tapar mis pequeños pechos y me encogí en la tina.—¿Que crees que estás haciendo? ¡No llegaré tarde por tu culpa!— Gritó acercándose a la tina.

Iba a tomar la toalla cuando tiró de mi cabello y caí al suelo volteando la tina, el agua cayó al piso salpicando los costosos zapatos de mi padre. Inmediatamente el tirón en mi cabello fue tal, que me arrastró por el piso del baño hasta llegar a la habitación.

Los gritos de mi madre llenaron la casa, junto con mis lloriqueos por el dolor y el ardor del cuero cabelludo.

No escuché mucho de lo que gritaba mi madre, pero si sé que quería que me dejara en paz. Jamás había pensado que la distancia del baño a mi habitación oa la habitación de mis padres fuera tan larga, hasta el día de hoy. Al llegar a mi habitación me arrojó al piso, dónde inmediatamente me llevé los dedos a mi cuero craneal y lo masajee entre llantos, preguntándome ¿Cuál era el pecado que yo había cometido?

Al llegar a la iglesia mi padre predicó hasta el cansancio sobre la misericordia de Dios, sobre la bondad de sus hijos y sobre el amor que debemos dar sin recibir nada a cambio. Fruncí el ceño un poco. ¿Está era la manera de recibir amor por parte de mi padre?

Mi madre me tomo de la mano y apretó mis dedos sin mirarme, su mirada estaba clavada en mi padre y no pude percibir que quería decir... había un poco de admiración, pero también, tal vez, tristeza.

Más tarde me disculpé con mi padre por hacerlo tardar a la predica de hoy. Asintió con la cabeza y decidió que debía orar por las siguientes cuatro horas para expiarme de mis faltas. A veces no sabía que decir en la oración, me quedaba hincada mirando las finas ebras de mi ropa de cama, finciendo pedirle algo al Todopoderoso; Pronto aprendí que podía pedirle y hablarle de todo... incluso mi padre.

Había dicho que lo haría sin un soporte en mis rodillas, así que me hinque con las rodillas desnudas sobre la dura madera y recargue mis codos sobre la cama.

" Por favor... por favor Dios. Ayúdame, ayúdame a ser una buena hija para mí padre..."

Había bebido bastante la noche anterior, mi cabeza zumbaba fuertemente con el golpeteo de la puerta.

—¡Jorge, vamos! ¡Mueve ese culo!— Escuché los gritos pero mis párpados estaban pesados.

Al levantarme, sacudí el sueño de mi cara y busca mi ropa interior y los pantalones. Pasar la noche en los burdeles, no era lo más económico pero si lo mejor en lo que podía dormir, además de tener una mujer entre las piernas. A veces ni siquiera tenía la fuerza para seder al sexo, solo buscaba una cama mullida dónde dormir.

Está vez había sido distinto, habíamos ganado unas apuestas bastante buenas el día de ayer y decidí ir a celebrar o eso explicaba mi falta de ropa interior y la mujer pelirroja desnuda que dormía del otro lado de la cama.

—Ya voy.—Dije suavemente mientras abotonada mi camisa y recogía mi sombrero del suelo.

Mire por última vez buscando alguna pertenencia resagada y abrí la puerta de la pieza, observando a un mal encarado Mario.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora