53 Arena.

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Los soles gemelos cada vez se apagan más, pero él seguía ahí, petrificado en el lugar, siendo uno con la arena debajo de sus botas. El sudor y la arena que se había colado en el interior de su túnica, le picaba, pero ni siquiera se inmutó; sus doloroso ojos azules seguían anclados a los soles.

Acababan de entregar al niño a los Lars, Owen lo miró con desprecio era palpable y él lo aceptó, aceptó que el odio creciera dentro y todo dirigido exclusivamente hacía él.

Pocos minutos después se dejó caer de rodillas sobre la arena, aún sentía el peso del pequeño bebé en sus brazos...

El último rayo de luz pareció prolongarse lo suficiente para hacer brillar las primeras lágrimas del hombre, se sintió extraño y se limpió freneticamente los ojos, ahuyentando las gotas saladas, se aclaró la garganta y se tragó los nudos en ella para evitar colapsar.

—Eres un Jedi.— Se regañó así mismo, pero cuando la verdad cayó sobre él y casi lo desmantela.

Ya no había Jedi, no había orden, el templo no existía.

Se levantó y caminó por la obscura noche, dado pasos sordos sobre las dunas, podía oír a los Tusken a lo lejos, entonces apretó su mano derecha en el mango de su sable, no tenía ganas de utilizarlo, no después de lo que había ocurrido en Mustafar, se sentía más allá de lo sucio e impropio, pero tampoco podía morir, aunque quisiera que sucediera y finalmente ser uno con la Fuerza.

No podía. Tenía que proteger a ese pequeño... de lejos, era todo lo que tenía.

Encontró una choza abandonada, arena y demás suciedad en todos lados, no le importaba dormir en el suelo, se cubrió con su tosca túnica y cerró los ojos tratando de poner su mente en blanco para poder dormir. Le llevó más de la mitad de la noche poder consolidar el sueño, su mente divagaba y volvía a los eventos del día anterior.
                                 †
                                
Transcurrieron unos días, arregló ligeramente la choza para por lo menos dormir en algo que no fuese el suelo, tampoco era como si le importará el estado de su ahora 'hogar'  las cosas materiales no entraban en su educación y formación como un embajador de la paz.

                                 †

Había poco de lo que él solía ser, cabello y barba perfectamente recortado, ojos azul brillantes y coquetos, una sonrisa sarcástica, siempre pulcro y alineado... eso era parte de él, su esencia; ahora, su barba estaba descuidada, su cabello echo un desastre con los mechones plateados más pronunciados en las puntas y en las patillas, había círculos obscuros debajo de sus ojos y su azul antes celeste ahora era triste y apagado, sus labios estaban rotos por el seco ambiente de Tatooine y su ropa estaba sucia y polvosa.

Tatooine no era su lugar favorito en galaxia, estaba bastante acostumbrado a vivir en Coruscant, el frío del lugar, smog, naves aquí y allá, edificios a dónde volteará y la falta de vegetación. Aquí hacía un calor insoportable, tampoco había vegetación pero comenzaba a detestar la arena y entender porqué Anakin la odiaba, como dijo él. 'se mete en todos lados.'

Trataba terriblemente de no pensar en su vida pasada, pero no pensar en él, era casi imposible, a veces extrañaba sus comentarios sarcásticos e incluso cuando lo hacía enojar y preocuparse.

Se sentó en una silla vieja a comer algún puré de verduras que pudo conseguir, no tenía hambre y no tenía las ganas de hacerlo, pero era combustible. Jugó con la cuchara por unos minutos, diciéndoce que lo necesitaba, desesperadamente apartó el cuenco con la papilla poco apetitosa y se llevó las manos al rostro.

Aquí estaba de nuevo, esa punzada en el pecho que le dolía, el retumbar de su mente que lo dañaba, todos los días eran iguales desde hace un año, no dormía, no comía, no hablaba con nadie, se hundía en su soledad y su culpa exagerada.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora