159 Western.

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Había pasado algo de tiempo desde que el jefe de los bandidos rojos o mejor dicho el joven Sáenz, me había traído aquí... treinta lunas según las marcas sobre la madera en el suelo. Treinta días desde la muerte de Julius, tal vez eso explicaba mi estado de ánimo tan cabizbajo, tan gris el día de hoy.

Inés, como todas las mañanas me había venido a despertar amablemente para acudir al comedor con todos y poder llevar a cabo un desayuno 'en familia' decía ella. Sin embargo, me quedé en cama esperando que ella viniera nuevamente a rogarme que bajará, incluso creí que ese bandido vendría aquí, golpeando la puerta con autoridad, pero tampoco lo vi o lo oí siquiera.

Las lágrimas cayeron suavemente por mis mejillas hasta que comenzaron a humedecer la sabana blanca que cubría mi cuerpo. Julius y yo, habíamos acordado casarnos para estas fechas, ya que las hojas de los árboles comenzaban con este cambio de coloración, de ese verde brillante al naranja furioso del otoño. Él había asegurado que Green City, podía cambiar su nombre de a cuerdo con cada estación y que era su favorita por los colores y el aire frío que se filtraba en las casas, la chimenea encendida en las noches y las tazas de té y chocolate. caliente. Él quería que nuestros primeros momentos de esposos, fueran en estás fechas para poder abrazarnos en el pórtico sin causar incomodidad con el calor del verano... 

Mis lágrimas siguieron así como el llanto desde lo más profundo de mi garganta al saber que eso jamás podría formar parte de mi, de ninguna manera.

×

Ví que Inés no bajó con Aurora detrás suyo como había sido costumbre durante estás cuatro semanas. Inés me miró con ojos tristes y negó con la cabeza. No era ningún secreto que la chica se sentía tan deprimida por la muerte de su prometido y algo en el fondo de mi ser comenzó a asomar su cabeza, la culpa.

Ella estaba aquí bajo mi techo, habitando entre nosotros, se sentaba con nosotros todos los días para alimentarse y rezaba con nosotros, pero a pesar de eso ella no estaba aquí, ella seguía en Green City llorando por Julius, a pesar de todo ella aún. no me pertenece. ¿Había cometido un error al seguir mis impulsos?

Después del desayuno, Inés intervino en mi oficina abruptamente. Normalmente ella tocaba la puerta siempre.

—Debe de hablar con ella.— Dijo rotundamente. Era algo que me había planteado, pero no sabía que decírselo.

—¿Por qué no habla usted con ella?— Sugerí suavemente.

—No joven, debe de ser usted. ¿Quiere que confie en usted?— No esperaba una respuesta, lo supe porque solo se dió vuelta y se fue.

Coloqué los codos sobre mi escritorio con las manos cruzadas. Debía actuar.

×

La tarde comenzaba a caer en el valle verde, podía ver por la ventana como el cielo azul se apagaba conforme el sol caía a lo lejos. El aire frío soplaba suavemente, moviendo mis mechones de cabello y enfriando los remanentes de las lágrimas.

Escuché la puerta y automáticamente limpié mi rostro y me giré, solo para observar a ese hombre. Ese hombre que de la noche a la mañana me había arrebatado todo... ese hombre digno de mi odio. Sentí un dolor en la boca del estómago y como mi ceño se frunce poco a poco.

—No comiste nada hoy.— Su voz era extrañamente suave cuando hablo.

—Vino a decirme eso?— Y mi voz salió más dura de lo que creí.

—No.— Contestó seriamente.— Ven conmigo, es una orden.— Mágicamente su estado de ánimo cambió totalmente a uno al que no iba a molestar.

Solo asentí y lo seguí fuera de la habitación, bajando las escaleras y saliendo de la casa... En todo este tiempo no había salido de la casa, supongo que siempre creyó que me iría, que correría lejos de aquí y aunque sería lo más Lógico, nunca pasó por mi cabeza en este tiempo. 

¿A dónde correría? 

Pero ahora me inquietaba la idea de estar afuera.

—Sabes montar a caballo?— Pregunto de pronto sacándome de mis cavilaciones.

—No, me temo.— Su mirada era... ilegible.

—En ese caso, ambos iremos en Jona.— Señaló el enorme caballo dentro del corral.— Puede parecer amenazante, pero es más dulce que la miel.— Sonrió levemente y solo asentí.

Él me ayudó a subir al gran animal, con tan solo tocar las puntas de mis dedos.

×

Lleve a Aurora a un lugar especial, creí que con eso tal vez podría comenzar a acercarme a ella poco a poco. Era demasiado íntimo para mí...

Cabalgamos un largo rato, y posteriormente la ayuda a subir la gran montaña que nos separaba de todo. Todo el tiempo estuvimos en un silencio abrasador, la ayude a subir rocas y caminar por veredas pero no le dije ni una sola palabra. No tenía nada que decirle. No tenía el valor.

Cuando llegamos a uno de los picos más altos y observar las gotas de sudor sobre su frente, los labios secos y las rojas que estaban sus mejillas me detuve abruptamente. Era un buen lugar.

El valle verde se extendia delante de mis ojos, debido a la hora de la tarde ya, los colores ricos en naranja y rojo comenzaban a pintar el cielo. Se podía oler el perfume de la lavanda que comenzaba a impregnarse y el aire era tan fresco en ese pico de montaña que los pulmones dolían un poco.

Voltee ligeramente mi cuello, para poder observarla y poder identificar que estaba asombrada por el lugar. Me debatí bastante en que decirle, hasta que finalmente me aclaré la garganta.

—Me gusta venir aquí.— Comencé torpemente.— Yo he venido aquí desde que era un niño capaz de subir aquí por mi cuenta.— Sonreí.

—Es muy hermoso, en verdad.— Pude notar que era genuina.

—Este lugar no es solo especial por el valor sentimental que tengo con él. Los antiguos indios traían aquí los cuerpos de sus seres queridos para ser arrojados al valle.— Expliqué detenidamente y pude ver qué había captado su atención.— Se dice que todos venimos de la naturaleza y es por eso que debemos ser entregados a ella misma. — Tomé aire.— Traje aquí a Freddy cuando falleció y ahora es uno con el valle que tenemos delante... no- no está permitido que gente ajena a la familia del difunto pise el lugar... y yo- sé que- no es lo que querías, pero creí que querías despedirte de Julius...— Bajé la mirada rápidamente y me aclaré la garganta una vez más. Ella no emitió ni una sola palabra así que la miré.

Sus lágrimas aún no estaban derramadas y había una expresión dolorosa en su rostro. Ahora que lo digo en voz alta, es bastante estúpido de mi parte haberte traído. Me disculpo.— Miré hacía otro lado avergonzado. Nunca antes me había sentido así.

—No- no lo es...— Susurro finalmente.— ¿Por qué lo hiciste?— La pregunta me tomó con la guardia baja.

El viento soplo fuertemente moviendo su hermoso cabello y acelerando la caída de sus lágrimas... 

—Lo he envidiado toda la vida, lo he odiado también.— Tragué el amargo nudo de mi garganta y reí amargamente.— Debemos bajar.— Me apresuré a tomar el camino.







Hola.

Apresurare esto y acabará muy pronto.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora