72 Infidelidad in-justificada.

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Ana María Orozco era la fiscal más conocida de Reino Unido, tenía una casa lujoso, un buen trabajo y posición "famosa" en ciertos círculos, casada con uno de los policías más respetados, Julián Arango.

Todos los amigos de la vieja Liverpool se habían inscrito y acreditado en la academia policíaca con más prestigio de ahí, Ana, Julián y Jorge, entre otros.

Ana se encontraba en su escritorio con un marco viejo entre sus manos, los dedos dibujaban cada contorno del rostro de esos dos hombres, los recuerdos llegaron a ella tan fácilmente, y no era para menos habían sido tan unidos.

Todos habían tomado sus caminos a la mitad de la carrera, Ana como una fiscal más involucrada en el marco legal de la ciudad, en cambio Julián u Jorge se dejaron llevar por la acción, involucrados en lluvias de balas, rescates, arrestos forzosos, hombres de fuerza.

—¿Ana?— Ella levantó la vista de la foto y miró a la chica en la puerta.

—¿Si, Lu?— La chica entro y se colocó frente a su escritorio.

—Uno de sus hombres está aquí, en la celda 5. — Ana suspiró y se llevó los dedos al puente de la nariz, está era la segunda vez este mes.

—Gracias, haré el papeleo.— Ana se acomodó el saco y comenzó con lo que debía hacer.

Era una frustración para ella hacer este tipo de cosas, no era lo que se imaginaba o anhelaba en la escuela de derecho o cuando recién puso un pie en este edificio, no, para nada era lo que quería, pero tenía que, había muchas cosas moviéndose debajo del agua en estás 'industrias', no todos los policías son buenos, se decía más a menudo.

Julián le había enviado un mensaje diciendo que llegaría más tarde, como también ocurría más a menudo, suspiró resignada, otra noche cenando sola, pensó.

Fué a la celda número 5 antes de partir.

—¿Calderón?— Cruzó los brazos.

—Señorita Ana, que agradable verla, tan solo vine a visitarla.— Rió con burla.

—Señora, Calderón.— Levantó su mano, mostrando la argolla costosa en su dedo anular.

—Oh, bien me lo había recordado el jefe.— Negó con la cabeza.

—Hablando de tu jefe, más vale que le digas que esto no puede estar ocurriendo tan seguido.— Colocó las manos en la cadera.

—¿Porque que no se lo dice usted misma, señora?— Rió, enfatizando el 'señora'.

Ana colocó los ojos en blanco y salió de las celdas y del edificio no son antes anunciar que debían dejarlo en libertad, nadie se oponía a lo que dijera ella, no importa si estuvieran de acuerdo o no.

Subió al auto pero en lugar de dirigirse a casa, se detuvo en ese espanto club, suspiró y camino hacía la entrada, la conocían perfectamente bien, no requería decir a quien venía a ver.

Caminó por el lugar lleno de gente bailando, otros más emborrachándose, discutiendo o lo que fuera que se hiciera aquí, no es que gustará de estos lugares.

Buscaba con la vista al hombre que solía conocer, el otro de la foto, hasta que lo encontró en una mesa con más hombres, sus hombres.

Jorge, el se había vuelto uno de los hombres más codiciados en esta ciudad y no precisamente solo por mujeres, policías y otros grupos de hombres como el suyo, del otro lado de la ciudad.

Lo observó, mientras reía escandalosamente y golpeaba la mesa, al parecer las apuestas iban bastante bien de su lado, había whisky en todos los vasos de cristal, entonces suspiró con los brazos sobre su pecho para llamar la atención.

—¡Ana!— Jorge alzó la vista de sus cartas e hizo un ademán con las manos, todos desaparecieron de inmediato de la mesa.

Se levantó y tomó su mano para besarla, titubeó un momento al ver la argolla, pero después de todo ya lo sabía, ¿Había algo de lo que no se enterará este ser?

—Por favor toma asiento... señora.—Lo hizo aunque le lanzó una mirada de reprobación a lo que él solo rió.

—¡No puedo seguir sacando a tus hombres! ¡Sabes que no puede ser tan seguido! ¿Que tan obvios quieres que nos veamos?— Replicó molesta.

Jorge tomó su tragó y lo vertió todo en la garganta.—¿Quién fue? ¿Calderón de nuevo?— Colocó el vaso en la mesa.

—Si, él, ya está libre si te importa.— Bufó.

—Ese bastardo me va a oír.— Apretó el vaso en su mano, hasta que escuchó el crujido del cristal y entonces sonrió.

Ana lo miró, Jorge podía ser ahora un hombre completamente diferente al de casi ya 10 años, pero jamás lo vería perder los estribos frente a ella y lo apreciaba por eso.

—Solo, dile que tenga más cuidado.— Ana comenzó a levantarse, pero él protestó.

—¿Tan pronto me dejas, cariño?— Bebió más.

—Señora.— Lo miró seriamente.

—¿Eres feliz ahí? No lo pareces.— Comentó a la ligera y Ana se enrojeció.— Aún recuerdo tu linda sonrisa de hace unos años...— La miró y sonrió con nostalgia.

—¿Cuando nosostros estábamos bien? ¿Antes de que ocurriera... esto?— Señaló el bar.

—Nosotros...— La palabra se deslizó como mantequilla en sus labios y la alzó la mirada para ver su reacción.

—Me refiero a los tres, Jorge.— Dijo rápidamente.

—¿Aún nos recuerdas... señora?— Apretó el cristal nuevamente.

Ahí estaba esa mirada, esa misma cuando le dijo que abandonaba a los policías, abandonaba su código de ética porque no podía más con esta mierda.

El padre de Jorge había muerto frente a sus ojos por una negligencia por parte de su bando, por proteger a hombres como en el que se había convertido... míralo ahora, era poderoso y ahora el reibana este pedazo de la ciudad.

—Buenas noches Jorge.— Se levantó y salió del club.

Respiró profundamente y dejos salir su vapor al viento, no podía seguir viéndolo, ya no más, se disponía a seguir su camino al auto pero algo la sujeto de la cintura por detrás, no algo, si no alguien y conocía esa colonia.

La volteó la atrajo hacía el, la presionó contra la pared de un lado.

—Jor-- ¿Que demonios estás haciendo?— Estaba demasido cerca, demasiado y no confiaba en ninguno.

Su aliento cálido y con el toqué de whisky tocaba su piel y entonces la besó, la besó como lo hizo hace 10 años... Ana lo tomó de esa camisa negra y lo jaló más y más, necesitaba más ¿Pero que estaba haciendo? Entonces lo soltó, ambos jadeaba por aire.

—Debo irme-- Jorge...— Dijo con dificultad.

—Dime que eres feliz y te dejaré ir, no volveré a molestarte Ana.— Susurró contra sus labios.

Ana sabía perfectamente que dejarla ir no significaba esta noche en particular, había una historia detrás.

Ana apretó su camisa y está vez, ella lo besó a él con la misma necesidad.


Hello There 🤍

Esto me va gustar.

¿Y a ti?

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