125 Poco ortodoxo.

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Natalia acalló sus risas y volví a verla, estaba observando algo así que miré en esa dirección y vi al coronel con una mujer, él sujetaba su mano entre las suyas y ella sonreía bastante.

Por supuesto conocía los celos, estaban muy presentes en mi juventud cuando todas las mujeres del pueblo eran desposadas y cuando las invitaciones como dama de honor o simple acompañante de las bodas de mis primas aparecían en el buzón. Si los conocía bien y esa misma sensación en la boca del estómago; un ardor o estiramiento, junto con el calor en el esófago estaba ahí nuevamente.

—¿E-ella es Patricia?— Pregunté suavemente.

—Si, ella es, creí que llegaría más tarde.— Contestó con la cabeza gacha.

—Ella es...— Mi voz se apagó al observarlos.

Parecía que todo se detuvo, sus dedos estaban unidos y ella sonreía alegremente mostrando sus dientes blancos, su cabello rubio se movía ligeramente y sus ojos azules estaban enfocados únicamente en él. El coronel, tenía una ligera sonrisa, pero no se había apartado de ella.

Retire la mirada y la bajé tomando la mano de Natalia.

—¿Podemos entrar? Quisiera un vaso de agua.— Sonreí.

Natalia me miró confundida y captando rápidamente mi incómoda mirada.— Vamos.— Tomó mi mano y entramos a su casa.

La sangre se me helo cuando la ví y no para bien, me sentí repentinamente incómodo al tomar su mano entre las mías.

—Hace mucho no te veo.— Sonrió.

—Así es señora de Valencia.— Sonreí y ella borró su sonrisa.

—Creo que no es necesario que me llames así, Jorge.— Enfatizó mi nombre con un apretón de dedos, deseaba retirarlos lo más pronto posible.

—Es cortesía.— Devolví tranquilamente.

—Si tú lo dices.— Rió.— ¿Que te trae por aquí? Tengo entendido que los años pasados no has estado aquí o te has escondido de mí.— Conocía los juegos de Patricia y mantuve todo mi control en paz.

—No había venido, he estado ocupado con el trabajo y el hogar.— Sonreí cálidamente recordando a la señorita Pinzón.

—Oh... ¿Adoptaste un niño? ¿Un perro tal vez?— Su cabello se sacudió con su risa y decidí que tenía suficiente.

—No, con mi esposa.— Su mirada azul se fijó en mi y su sonrisa se desvaneció rápidamente.— Debería presentartela, ella está aquí.— Solté su mano y giré para encontrarme con la señorita Pinzón caminando rápidamente hacía la cosa con mi hermana detrás.

—Tal vez en otro momento.— Su voz sonaba más tensa y se dió la vuelta dejándome solo.

Sentí un golpé en la espalda.—¿Todo bien?— Era mi hermano.

—Por supuesto, le informaba que estoy casado ahora.— Sonreí.

—Supongo que no se lo tomó bien.— Sonrió.

—Mario.— Amoneste suavemente.

—Sé que esa mujer aún desvía los ojos hacía ti.— Lo miré confundido.

—Mario, solo la he visto hoy, después de... ¿Cuántos años? ¿20? No digas ridiculeces.— Le dije caminando a su lado hacía la mesa.

—¿Y? ¿No viste su mirada? ¡Justo ahora!— Lo acallé con un golpe en las costillas, hablaba bastante fuerte.

—Por supuesto no, ella siempre ha sido así. Bastante...

—¿Coqueta? ¿Sin vergüenza?— Proporcionó y puse los ojos en blanco.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora