63 Sospechas y pistas.

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Abrí mis párpados y lo sabía, él no estaba, había aprendido a diferenciar cuando su calor estaba cerca o el peso a un lado de la cama era inexistente, él no estaba pero estaba bien, trabajo.

Después de un par de horas encontré la nota, sonreí, y si, es trabajo.

Fuí a la habitación de los niños, cada uno envuelto en su mantas, se veían tan pequeños y vulnerables.

Besé sus cabezas por sobre las sábanas y comenzaron a despertar poco a poco. Los sábados que su padre estaba en casa acostumbraba despertar a los tres para poder desayunar todos juntos, pan, café, jugo, huevos revueltos, jamón etc, lo que mi familia quisiera; lamentablemente hoy solo estaríamos los tres.

Ellos lo entendían, se sentían tan orgullosos de él como yo lo estaba, su héroe decían cada vez que lo veían llegar del trabajo. Muchas veces trataban con todas sus fuerzas esperar con los ojos abiertos hacía la puerta, pero debía mandarlos a dormir calmando sus mentes diciendo que su padre tenía mucho trabajo, porque era demasiado bueno en lo que hacía... yo lo creía y con eso, yo misma me calmaba.

Había conocido a Jorge en el trabajo, yo era un simple camarera de una cafetería, no muy limpia, en la esquina oeste de la cuidad; estudiaba de noche y la cafetería junto con otro pequeño trabajo, eran perfectos para pagar una carrera de administración.

Jorge y otro policía de mayor edad, iban con demasiada frecuencia, por lo menos dos veces a la semana. Siempre me pareció atractivo con su cabello negro peinado hacía atrás y su sonrisa que aparecía muy rara la vez mientras leía el periódico. Siempre fué bastante amable conmigo y un buen día me lo encontré fuera de la cafetería, se me hacía tarde para el colegio nocturno, corrí y corrí sin darme cuenta del enorme poste frente a mí, golpeé mi cabeza contra él y las notas de mi presentación salieron disparadas cayendo sobre un charco lodoso, grité más por la perdida de mi presentación, que por el enorme golpe en mi frente. De pronto un policía se acercó a mí con urgencia... era él.

Creyó que algo muy malo me había ocurrido, le expliqué y me sentí avergonzada. Él sonrió y me dijo que tenía una idea.

—No puede hacer eso oficial.— Dije sorprendida, empujando mis lentes por el puente de la nariz.

—Jorge, oficial suena muy formal y apenas soy un estudiante.— Sonrió radiante.

—Jorge...— Asentí.

—Por favor, permíteme ayudarte.— Dijo nuevamente con ese tono.

—Pero--

Me convenció, así que al llegar al colegio dijo que él había arruinado mi presentación en una carrera con un criminal, el profesor Gómez creyó todo, absolutamente todo y me dejó presentar el trabajo unos días después.

Cuando acabo la escuela no esperaba encontrarlo fuera del colegio, estaba recargado sobre un árbol, no sabía si venía por mí ¿Que hacía ahí?

Caminé y él se acercó poco a poco con una sonrisa.

—Hola ¿Todo salió bien? — Se unió a mí en la caminata.

—Todo muy bien, gracias ¡Me salvaste la vida! — Ambos sonreimos— Debo de agradecerte de alguna forma.— Pensaba en ofrecerle un desayuno gratis en la cafetería, pero sentí una ligera vergüenza, pero no tenía más que ofrecerle.— Yo-yo trabajo en una cafetería... ¿Un desayuno tal vez? ¿Un especial del día?— Me sonroje un poco y apreté mis libros contra mi pecho.

—La cafetería en la que trabajas es muy buena, Ana pero-- ¡Sabe mi nombre!

—¿Cómo sabes mi nombre?— Lo miré sorprendida, dando vuelta en la esquina.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora