60 La llave de la libertad.

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Jorge me mostró una habitación debajo del suelo con muchas provisiones y mantas esparcidas, parecía sumamente cómodo.

—Si algo llega a suceder debes esconderte ahí, no importa que suceda, no salgas hasta que todo esté callado y quieto ¿Entiendes?— Asentí rápidamente.—Ven, te mostraré donde dormir.— Caminó por un pasillo hasta una habitación de puerta azul celeste.— Es algo modesto, pero cómodo.— Abrió la puerta y me cedió el paso.

—¿Dónde dormirá usted?— Pregunté tímidamente.

—Tranquila, mi habitación es está.— Señaló una puerta a lado.— Cualquier cosa que necesites en verdad, estoy aquí, no importa que sea.— Sonrió.— En un momento serviré la cena, me imagino que tienes hambre, si gustas familiarizarte con la habitación.— Se fue vuelta dejándome parada enfrente del umbral de la puerta.

Me sentí bastante nerviosa para entrar, esto era--- no podía creelo, habían pasado casi cinco años sin una habitación, sin un cama, son calor de hogar y ahora él, Jorge me daba ésto sin si quiera conocerme.

Entre a la habitación y era perfecta, había una cama pequeña en una esquina, un ventana cuadrada en lo alto cubierta con lo que parecía ser periódico, un mueble que parecía algo viejo pero adecuado, pase mis dedos por las cortinas obscuras y el la tela sobre la cama, había otra puerta del otro lado, así que la abrí con cuidado, era un baño, entre con cuidado y titubee al estirar mi mano a las manijas de la tina, las giré y el vapor a a agua caliente inundó el baño, decidí tomar una ducha.

Dejé que el agua tibia calentará mi cuerpo, se sentía magnífico, no tenía agua caliente en el campo, cuando salí removí con mi mano lo empañado del espejo, entonces me ví.

Sabía que estos cuatro años en el campo no eran buenos para la salud y el aspecto físico, la falta de hambre, el trabajo pesado, no dormir bien, los golpes, pero mis lágrimas descendieron cuando me ví, mis mejillas estaban vacías, la piel se hundía haciendo un hueco, toqué los bordes de mis ojos, estaban negros y más pronunciados, mis labios rotos y secos, descendí más hasta mis pechos, habían caído y reducido el tamaño, mis clavículas estaban muy bien marcadas y mi piel era más pálida, aún tenía varios moretones sobre el estómago. Giré mi cuerpo los huesos de mi columna vertebral sobresalían e igualmente estaban amoratados, me llevé la mano a la boca para reprimir el llanto que quemaba mi garganta por salir.

¿Dónde estaba esa Ana de hace 4 años? Feliz, alegre, mi sonrisa se había desvanecido... ¿Dónde quedaban estás ganas de vivir? ¿Dónde estaba mi familia? Ya no había, no tenía nada de lo que atesore hace años...

¿Dónde estaba Yawhe? ¿Dónde estaba el padre de los judíos cuando más lo necesitabas? No, no, no podía simplemente quejarme por todo esto, porqué siempre había un propósito para todo lo que ocurría, fuera bueno o malo para nuestra perspectiva, toda pieza se movía en un tono y forma que muchos como yo, no podía entender, así que solo agradecí por lo que tuve y lo que tengo.

Seque mi cabello y saque un par de prendas de uno de los cajones del mueble, por lo menos estaba limpia. Me acerque con mucho cuidado a la cocina ahí estaba Jorge con un delantal sobre la cintura y moviendo alguna mezcla en sus ollas.

—Por favor siéntate, te serviré en un momento.— Comentó cerrando el paso del gas.

—¿Puedo ayudarte en algo? Solo si quieres.— Dije en voz baja.

—Oh no, no te preocupes.— Me senté entonces.

La cena ocurrió sin problemas y en silencio, Jorge parecía tener preguntas o querer decir algo, pero solo me miraba de reojo y yo me sentía de la misma manera. ¿Por qué me ayudaba?  ¿Lo había hecho antes?

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora