—Solo tienes dos oportunidades más.— Dijo en voz suave y calmada.
—¡Pero estábamos juntos! ¿No es lo que pedí?— Grité nuevamente dejándome caer frente a ella.
—No.— Negó con la cabeza.— Don Armando, usted escapó con ella, pero no sirvió de nada para calamar a la junta directiva, Marcela se enteró de su traición, a Calderón le cayó la culpa por todo, los padres de Betty no volvieron a dirigirle la palabra después de que los abogados fueran a su casa. Don Roberto sufrió un infarto y por si fuera poco, Daniel adquirió la empresa despedazandola.— Cada una de sus palabras cayó como agua fría sobre mí...— Mire a su alrededor.— Ordenó.
Mi departamento no era el mismo, el lugar se veía precario y mi ropa también.
—No, no puede ser. ¡Nosotros lo arreglaríamos!— Alcé la voz incapaz de poder razonar.
—¿Desde lejos? ¿Dando la espalda? ¿Dejando todo atrás por amor Don Armando?— Sus palabras salieron más duras de lo que esperaba y tomé mi cabeza entre las manos.
—¿Que hago?— La miré con ojos húmedos.
—Desgraciadamente no puedo decirle, es su batalla, debe hacerlo solo.— Se arrodilló frente a mí y colocó una mano sobre mi mejilla.— Es un buen hombre Don Armando, busqué dentro de usted y use sus oportunidades con sabiduría.— Una lágrima rodó por mi mejilla.
—¿Que- que pasaría si mis oportunidades se acaban?— Dije tembloroso.
—El presente seguirá su curso Don Armando. Concentrese a dónde quiera ir, un punto en el tiempo.— Asentí y cerré los ojos pensando en un día en particular.
Desperté en mi departamento como parecía, que era lo normal, me vestí y me dirigí directamente a Ecomoda. Fuí bastante pensativo durante el camino y la entrada a la empresa, no recuerdo haber saludado a nadie en particular, solo quería ver a Betty y arreglar esto de una vez por todas y para eso debía arreglar uno de mis grandes errores.
Insumos. Ahora contaba con el conocimiento, no debía comprar los insumos de Rag-Tela.
Ese había sido una de mis más grandes errores, bajar la calidad de los productos de Ecomoda, cuando es por eso que las prendas contaban con la alta demanda; más allá de los diseños de Hugo, la calidad atraía.
Debía hacer el sacrificio de la plata, el gasto para poder obtener la calidad que se presumía si es que quería una venta exitosa. ¿Por qué no lo ví antes?
Cuando aparecí en Ecomoda este día, ni corazón estaba acelerado. Betty estaba en su oficina y tenía una mirada distinta al día de ayer, o por lo menos parece que fué ayer, su mirada era de ternura y anhelo y el estómago me dolió.
¿Que tan ciego había sido? Tan estúpido. Todo su amor y cariño estaban ahí, grabados en su rostro, en su sonrisa, su voz preocupada, nada más y nada menos que por mi, y no lo había visto hasta ahora.
—¿Está bien, Don Armando?— Su voz me hizo reaccionar y sonreír.
Traté de guardar la compostura, quería besarla y decirle lo mucho que sentía por ella, pero recordé que en este tiempo yo aún no había iniciado una relación con ella, así que guarde silencio y la miré.
—Por supuesto que sí Beatriz... solo estoy pensando al respecto de comprar con Rag-Tela.— Ella me miró sorprendida.— Vea, no creo que sea algo bueno o que nos beneficie en realidad.— Sentí su propio nerviosismo y recordé por qué...
—Pero, doctor, no podrá alcanzar la meta para cumplir la propuesta que se planteó.— Su voz salió más alta de lo normal.
—Betty, he tomado una decisión.— Le dije con firmeza pero con tranquilidad.— Por favor llame a Rag-Tela, necesito las telas que Hugo quiere y eso es todo, los insumos serán pedidos en la empresa habitual.— Ella asintió.
No sabía que hacer o como seguir ahora, al parecer lo había hecho bien o eso parecía ya que seguía aquí en mi oportunidad.
¿Debía confesar mi amor? ¿Cómo lo tomaría ella?
Me acerque a su oficina y la escuché hablar por el teléfono, ella se negaba a seguir con el trato con Rag-Tela, la comisión por acceder a mostrarme su catálogo de insumos baratos, no la culpé y no la culpo ahora, Betty es no es más que un ser humano con defectos y virtudes como todos, pero debía saber que yo la respetaba por eso, por ser humana.
Abrí la puerta y ella se congeló con las pocas palabras que salieron de su boca. “No quiero esa comisión.” Colgó y me miró apenada.
—Doctor...— Su voz salió en susurro.—Yo- yo- debo pedirle disculpas doctor.— Me acerqué a ella, se llevó las manos a la boca y las lágrimas comenzaron a salir.
—Betty, no diga nada— Le aseguré limpiando sus lágrimas cuidadosamente con mis pulgares.
—Pero, doctor... yo pensé en-— Otro sollozo salió de sus labios.
—¿Traicionarme?— Proporcioné y ella asintió.— Yo sé que usted jamás lo haría y si lo pensó, si algo la tentó en el trato que le hizo Rag-Tela no la culpo.— Ella me miró con sus grandes ojos y negó con la cabeza.
—¿Cómo puede decir eso doctor?— Mi cabeza me jugó una mala pasada haciéndome recordar el día de la junta.
Ella había dicho casi las mismas palabras pero por cuestiones adversas, yo creía que me había traicionado, que había jugado conmigo, con la plata, con mi confianza, cuando había sido todo lo contrario, yo era el que había jugado con ella, con sus sentimientos, confianza, su corazón, con todo y todos, me sentí mareado ¿Y si no podía arreglar las cosas? ¿Y si fracasaba? Volvería a la miseria dónde merecía, solo.
—¿Doctor?— Durante el día en Ecomoda me contuve fuertemente en detener mis impulsos carnales y besar a Betty, pero ahora con su rostro tan cerca del mío y sus ojos suplicantes me era bastante difícil.
—Yo- simplemente lo sé...— Mi voz salió más grave de lo normal y me ví obligado a atraer su boca a la mía.
Quería sentir sus suaves labios contra los míos nuevamente, había pasado demasiado tiempo desde el último beso, pero antes de tocar sus labios la maldita luz blanca llenó mis sentidos devolviéndome a la miseria de mi alfombra.
Golpeé el suelo con mi mano abierta, no quería más que gritar por mi estupidez y mi falta de paciencia.
Inecita estaba sobre el sofá como supuse, pero alcé una mano en protesta, no quería escucharla, no quería su regaño ahora mismo, sin embargo a ella no le interesa mi dolor en ese momento.
—Solo una más.— Dijo con decepción, podía escucharlo en cada sílaba pronunciada. Conocía bien ese sentimiento.
—¡Ya lo sé!— Me levanté caminé de un lado a otro.— ¡No tomaré la última, estoy harto!— Grité.
—¿Por qué no? ¿Se dió por vencido?— Ella contra atacó.
—No- pero, ¿Y si ella está mejor sin mi? ¿Por qué estaría mejor aquí? ¡Si ese francés le ofreció todo! ¡Todo! — Me froté la frente.
—¿Le ofreció amor? — La miré y mis ojos se cristalizaron. La amaba tanto... que estaba dispuesto a dejarla ir, a dejar las cosas tal cual.— No puede dejar ir esta última oportunidad.— Se levantó y se acercó a mí hasta tomar mi barbilla.
—No puedo, no puedo tenerla tan cerca para que me arranquen de nuevo...— Mis labios se cerraron tragando el sollozo.—Es demasiado egoísta...— Dije.
—¿Está seguro de que el destino es el egoísta?— Su voz retumbó en todo el departamento y no la vi más.
Entré a mi habitación y me despojé de la ropa poco a poco hasta que toda estaba en suelo, entre a la ducha y dejé que el agua limpia se llevará las lágrimas amargas de mi rostro. Egoísta, yo era el único egoísta, empeñado en obtener a Betty a como de lugar... dije que quería ser alguien mejor para ella y eso es lo que debía lograr, pero no solo eso, debía ser mejor para todos los que traicione y lastimé, y sabía a dónde debía ir, mejor dicho, a cuándo.
El siguiente "capítulo" de "Regalo no deseado" será en final.
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One Shot's los que guste y mande.
FanfictionSon historias cortas, variadas de cualquier categoría. Ninguna tiene continuación u orden en específico. A darnos vuelo.