149 ¿Que es lo peor que podría pasar?

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Soy alguien feliz y afortunado. Me he considerado bendecido durante toda mi vida; mis padres son maravillosos y se esforzaron por ser los mejores y darme todo lo que necesite y los amo por eso y más. Jamás me faltó nada y estoy eternamente agradecido por ello.

Cuando estaba en la universidad conocí al amor de mi vida. Una joven que lleva por nombre Ana. Ella es la mejor chica que he conocido, la más lista, la más leal, la más hermosa. Me ha apoyado en muchas cosas a lo largo de la universidad así que naturalmente me enamoré de ella y le propuse matrimonio el día de nuestra graduación.

Con lágrimas en los ojos ella me besó y me levanto de, sobre mis rodillas para decirme que 'si, que si aceptaba ser mi esposa' No podía estar más feliz ese día, así que hice lo que pareció correcto, celebrarlo.

Estaba bastante nervioso, había citado a mis padres y a los de Ana en un restaurante que se ajustaba a mis gastos, me avergüenza decirlo y pretendía darles la noticia a ellos. Los papás de Ana no habían sido más que amables conmigo pero tenía una extraña sensación en el pecho, sentís mucha presión y las palmas no dejaban de estar húmedas.

—¿Cómo crees que lo tomen?— Le pregunté a Ana sin apartar la mirada del espejo, dónde trate de arreglar mi cabello rebelde.

—Todo estará bien, amor. Ahora ven aquí.— Extendió sus brazos y sin duda, caminé hacía ella.

Me abrazó y besó tiernamente.— Eres un hombre maravilloso y mis padres te aman, estoy segura de que estarán tan felices como lo estoy yo ahora.— La besé profundamente asegurándome de que supiera cuánto la amaba.

—Encantadora.— La tomé de la cintura y la giré.

—¡Jorge!— Gritó.— Llegaremos tarde.— Riendo la baje y la besé una vez más.

Me ayudó con mi terrible nudo de la corbata y yo con el inalcanzable cierre de su vestido. Finalmente tomé su mano y bajamos las escaleras del edificio, ya que el ascensor estaba en reparación.

El restaurante no estaba muy lejos de casa, solo eran unas cuantas cuadras caminando así que eso hicimos. Ana se veía hermosa con ese vestido claro. No hacía demasiado frío a las 7:40 de la noche, pero aún así llevaba un pequeño suéter sobre sus hombros.

Finalmente habíamos llegado pero la presión en el pecho solo se había hecho más y más fuerte al punto que tuve que jadear por aire y dolor.

—¿Estás bien?— Ana apretó mi mano una vez que nos detuvimos frente al restaurante y me miró sumamente preocupada.

—Por supuesto, es solo que sigo algo nervioso.— Respondí con una sonrisa tranquilizadora.

—Jorge, son solo nuestros padres ¿Que es lo peor que podría pasar?— Sonrió y devolví el gesto un poco más tranquilo.

Entramos y nuestros padres ya estaba ahí, charlando con tal naturalidad que me hizo sonreír. Hubo saludos de aquí y allá, besos, abrazos fuertes y sonrisas, sin duda alguna confirmé, una vez más que tan bendecida es mi vida.

Habíamos comenzado con algo ligero y algunas bebidas.

—Bueno ¿Y que estamos haciendo aquí?— Mi papá preguntó lanzandome un guiño que no pasó desapercibido para mí.

—Bueno-— Aclaré mi garganta.— Yo. Primero que nada.— Sonreí apenado mirando a Ana que me articuló con sus labios que me calmará.— Quiero agradecerles a todos ustedes por estar aquí... son mi familia.—Solté el aire.

—Tranquilo Armando.— Dijo el papá de Ana y todos reímos aliviados.

—Decidí que es momento de dar el siguiente paso con Ana, con su hija, su maravillosa hija.— Mire a mis futuros suegros.—Y le pedí matrimonio.— Todos tenían sus ojos sobre mí y el dolor volvió.

—Y yo acepte.— Dijo Ana con entusiasmo levantando el dedo anular.

Todos se levantaron y nos abrazaron, resitando dulces felicitaciones.

—¡Estoy tan feliz hijo, me alegra tanto!— Mi mamá me besó las mejillas.

Justo sonó mi teléfono. Había conseguido un buen trabajo en una firma de abogados bastante buena, para haberme graduado a hace poco. No pretendía que la llamada interrumpiera la escena tan linda que estaba viviendo, pero fué así.

—Lo siento. No tardo nada.— Dije rápidamente dándole un beso a Ana en la mejilla.

Salí del restaurante para evitar las voces de fondo y poder oír a mi jefe correctamente, cuando el dolor se agudizó en mi pecho. Un gritó resonó en alguna parte de la calle o desde dentro del restaurante, en verdad no lo recuerdo. Miré hacía la entrada del restaurante y Ana estaba parada ahí con una mirada que quedó grabada en mi mente.

—¿Ana? ¿Estás bien?— La vi aproximarse en cámara lenta, cuando el dolor se extendió y toqué mi pecho.

Sentí la frío de la sangre y entonces me desplomé en el suelo. Ana ahora estaba sobre mi visión, su maquillaje estaba hecho un desastre. Había más llantos y gritos al rededor que posiblemente eran de mis padres y los suyos, no puedo recordar.

Esto era lo peor que podría pasar y ni siquiera pude imaginarlo. Nunca.

—¡Jorge! ¡Quédate conmigo! ¡Por favor!— Su vestido ya no era más un claro color, ahora había manchas de mi sangre por todos lados.

Quería decirle cuánto la amaba, no lo decía mucho y ahora me parecía tan estúpido que no lo expresará cómo debería, pero estaba increíblemente agotado ahora.

—Ana...— Pude decir, pero ella no me escuchó, solo lloraba y gritaba algo, sobre la ambulancia y el médico.

Todo se volvió negro de pronto.










Hello There.

Obvio va a haber otra parte porque ya me pensé todo hace unas horas.

Dime, que opinas. 🌚

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