98 Regalo no deseado.

221 39 50
                                    

Todo había cambiado tan rápido y probablemente todo era tan evitable.

Betty se había ido, no estaba más en Bogotá, no caminaba por los pasillos de Ecomoda y aunque no tuvieramos la mejor de las relaciones por lo menos podía ver su rostro de lejos.

Como era de esperarse deseaba ahogar mis penas en alcohol y que mejor que el whisky; tal vez en algún momento mencioné que no lo volvería hacer, después de aquel mal encuentro con esos hombres, pero en este momento no me interesa lo que pueda ocurrir, sé que Marcela no vendrá a mi rescate después de haber roto nuestra relación una vez más, corrí a mi mejor amigo, mis papás, bueno ese es un cuento que ya todos nos sabemos y ya, no hay más, no hay nadie más.

¿Que hay de divertido en beber por culpa o melancolía? Nada, no hay nada de divertido, lastima la garganta y al cabo de unas horas tropezaré por ahí, tal vez caiga y no me causará vergüenza porque no estoy en mis cinco sentidos, a la mañana siguiente no podré ni con mi alma y eso es lo busco, detestar cada parte de mi cuerpo aún más por la mañana que ahora, apagar mis pensamientos por unas horas, dejarlos ir y borrarlos por un solo momento. Necesito no pensar en mis papás, en ecomoda, en Marcela y por supuesto, necesito NO pensar más en Betty.

Bebí y bebí, me mantuve alejado de los problemas mientras una parte de mi seguía consciente y cuerda, no sé en qué momento caí al suelo.

Mi mejilla izquierda se impacto con lo que parecía ser el pavimento del lugar o del estacionamiento, no lo sé, mi visión estaba un poco borrosa y el sonido de alguna voz era distante y todo se volvió negro.

Abrí los ojos y estaba en mi departamento, la forma del cómo llegué aquí será un misterio. Estaba en el suelo de mi departamento, sobre la alfombra, Galán me olfateaba y emitía pequeños chillidos, supongo que después de todo aún hay alguien que se preocupa por mí.

Traté de ponerme de pie pero fué inútil, estaba demasiado intoxicado así que comencé a reír de lo patético que me debo ver en el suelo de mi propio departamento, con la cara golpeada sobre la alfombra... tampoco sé en qué momento la risa se convirtió en llanto, había arruinado todo una vez más...

—Que no daría por arreglar las cosas, por volver el tiempo a atrás y ser mejor... para usted Betty.— Pronuncié contra la alfombra.

Las horas pasaron o así se sintieron para mí hasta que oí algo.

—Don Armando, Don Armando.— Oí mi nombre pero solo gemí como queja y me acordé en la alfombra.—¡Don Armando!—Abrí los ojos de golpé, eso sonó demasido fuerte para mí.

Había una silueta frente a mí pero no podía enfocar de quién era así que dije lo primero que deseé.—¿Betty? ¿Beatríz?— Alcé mi cabeza y entrecerré los ojos pero seguía todo igual fué el alcohol o la mala iluminación de la madrugada, o simplemente las dos cosas.

—No, soy yo, Doña Inés.— Dejé caer mi rostro sobre la alfombra y gemí. ¿Que rayos hacía Inecita a las...- altas horas de la madrugada?

—¿Inecita? Pero- ¿Que hace aquí? Vaya a su casa.— Rodé para quedar de espaldas a ella y comencé a reír.— ¡Estoy tan ebrio!— Grité.

—Necesita ayuda Don Armando. Mirese.— Bufé y rodé para mirar el techo, no la distinguía y tampoco tenía el valor de mirarla a la cara.

—Estoy bien, un par de aspirinas mañana por la mañana es más que suficiente.— Expliqué.

—No hablo de su borrachera, Don Armando. Mirese bien.— Fruncí el ceño, sabía de lo que estaba hablando pero no quería escucharla.

—Ya sé, ya sé... discúlpeme Inecita, pero necesito que se vaya.— Me devolví y esperé a oír algo pero pasaron los minutos y todo quedó en silencio...

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora