73 Infidelidad in-justificada.

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Despertó, la luz se filtraba por una hendidura entre las cortinas negras, estaba soleado, su clima favorito.

La sábana blanca tapaba su desnudez, podía ver el gran brazo sobre su cintura y sentir la respiración de él en la nuca, Jorge.

Podría regañarse en este instante por esta falta tan abismal de parte de ella, estaba casada... en cambio disfruto cada momento junto a él, cada beso, cada caricia o palabras en su oído, como la adoro la noche anterior, como corrieron de la mano hasta su departamento y dejaron caer la ropa por todos lados, Ana sonrió ante el recuerdo, en este momento no había espacio para nada más.

Sin embargo sabía que esto no podría volver a ocurrir, ambos sabían perfectamente dónde estaba uno y el otro.

Ana estaba casada con el que alguna vez, Jorge llamó su amigo, fiscal reconocida y muchas otras veces, la tapadera de situaciones turbias.

Jorge era un hombre poderoso y no por su amabilidad o sencillez, no, sabía que debajo de esa sonrisa, se escondía algo mucho peor, ella debería luchar con gente como él, en cambio ahora estaba aquí rendida a sus brazos...

La razón por la que Ana y todo un departamento protegía a Jorge y sus hombres, era porque ellos no entorpecían sus demás pendientes, dolía decirlo pero así trabajaba la 'justicia' ahora, era una relación mutua de dar y recibir.

Jorge comenzó a despertar y estirar los brazos, al sentirla, la apretó más a él, pero la mañana ya estaba ahí y ella debía irse ahora, por suerte Julián no habría llegado, como acostumbraba.

—Buenos días, cariño.— Su voz estaba somnolienta aún, un ojo abierto y esa sonrisa dibujada en su rostro.

—Debor irme Jorge.— Dijo con seriedad, su sonrisa se disolvió rápidamente y deslizó su brazo fuera de ella, le dolía admitir que le gustaría permanecer aquí.

—Bien.— Suspiró y se levantó.

Ambos comenzaron a vestirse, Ana forcejeaba con el cierre de su falda, así que él se acercó sigilosamente y colocó sus manos sobre las de ella.

— Déjame ayudarte.— Asintió incapaz de hablar por temor a titubear al sentir sus palmas cálidas.

Se tomó su tiempo subiendo el cierre, su respiración soplaba en su hombro desnudo, se quedaron inmóviles por un momento y finalmente ella se dió la vuelta y lo miró.

Sus ojos tan compasivos, sus labios ligeramente sonrientes y su pecho desnudo, debía salir de aquí o este hombre no la dejaría ir.

—Esto no puede volver a ocurrir Jorge.— Apartó la mirada de sus ojos.

—¿Entonces porqué lo hicimos en primer lugar?— Espetó un poco molesto.

—Fué un error Jorge, entiéndelo.— Caminaba de aquí allá recogiendo sus medias, zapatos, blusa y saco.

—No lo quiero entender.— Ana no lo miró, se colocó el último zapato y se acercó a la puerta.

—Dile a Calderón que no se meta en problemas.— Sonrió un poco.— Adiós Jorge.— Y cerró la puerta.

Jorge miró por la ventana como caminaba a su auto y suspiró, no quería que esto quedará así, como un desliz equivocado.

Tomo su celular y colocó el altavoz.

—¿Calderón?— Dijo divertido.

—¿Señor?— Respondió de inmediato.

—Necesito que envíes una rosa a la oficina de la fiscal Orozco, ven por la tarjeta, olvidé decirle algo.— Calderón asintió y colgó.

One Shot's los que guste y mande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora