Capítulo 19

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El día le había tomado más tiempo del que hubiera esperado o deseado. Había llegado demasiado justa de tiempo al servicio de mensajería y luego se había percatado con molestia que le quedaban pocas flechas. Entre los acontecimientos de los últimos tres días había gastado más flechas que en los últimos dos meses y aquello era algo que odiaba porque por más que lo había intentado no había encontrado un fabricante que pudiera igualar en lo más mínimo las flechas que Magnolio Puccini, quien aseguraba ser el mejor fabricante de armas que el mundo había tenido alguna vez, le había fabricado el Diciembre pasado. Había recorrido todo el Otro Dublín en busca de flechas similares sin encontrar nada. Devolver el caballo, lamentablemente, le había robado todo su día. La propiedad del marquis no quedaba cerca de donde estaba y además había tenido que esperar al retorno de este para devolver el animal y disculparse por el hurto. Volver a pie le había tomado el triple de tiempo que a caballo y por eso ya era casi la noche cuando finalmente llegó a su casa.

Ella se detuvo en la puerta de su casa al ver un paquete terriblemente mal envuelto con papel marrón y con su nombre y su dirección garabateado con marcador negro. Recogió el paquete con asombro ante su familiar y ligero peso. Entró a la casa y cerró la puerta de una patada. Abrió el paquete con una mano y lo primero que encontró fue una carta. La tomó y se detuvo al pasar por la cocina y olfatear el dulce aroma en el aire.

—¿Liam? ¿Estás cocinando? ¡Gracias al cielo! —Exclamó ella—. ¡No he comido nada desde la mañana! ¿Viene Kaitlyn?

—Si te atreves a comer algo antes de que esté… —Masculló él desde la cocina y ella puso los ojos en blanco.

—Maldito miserable —Dijo ella.

Subió las escaleras y no pudo evitar sonreír ampliamente al leer la carta. Se detuvo un momento y miró sus zapatos, tan hermosos y cómodos como siempre, y se alegró al saber que Niall deseaba hacerle otro par y que pronto se lo enviaría. El leprechaun ya le había hecho cinco pares y tenía cierta afición por diseñar zapatos para ella, siempre alardeando de poder hacerle zapatos ahora que su nombre era cada vez más conocido por sus hazañas y tener las medidas exactas de todo su cuerpo. Thomas, por otra parte, le contaba cómo estaban las cosas por allí y preguntaba por ella, al final también mencionaba que hacía unas semanas Lady Shy había muerto allí y él había creído reconocer al joven que arrestaron por estar presente. Magnolio, por otra parte, no perdía tiempo en hablar del valor que el nombre de ella había cobrado en aquella ciudad y repetía y juraba sobre su nombre que la esperaba un gran futuro y que ni se le ocurriera recurrir a otro fabricante de armas que tal como él había dicho siempre le daría lo que necesitase sin cobrarle nada. Finalmente, los tres se despedían y le deseaban fortuna.

Lizz dejó la carta sobre su escritorio y rápidamente se ocupó de abrir el resto del paquete. Sonrió ampliamente al ver el nuevo juego de flechas y examinarlo. Eran, si era posible, aún mejores que las anteriores. Seguían conservando las plumas de un color azul eléctrico y el tronco estaba tintado de un azul tan oscuro como la tinta con ligeros diseños celtas esculpidos. Ella no tuvo que mirar durante mucho tiempo la punta para saber qué tan filosa era. Encontró, además de las tres puntas básicas (metal, plata y madera), otras puntas más y notó las diferentes marcas en los extremos de las flechas para poder identificarlas con solo tocarlas.

Guardó con gran entusiasmo y alegría las flechas nuevas en su aljaba, ordenándolas meticulosamente en el divisor interno. Se detuvo un momento al ver la nota sobre su mesita de noche y resopló. Volvió a colgarse su aljaba y bajó rápidamente las escaleras. Se detuvo un momento en el espejo que había junto a la entrada, Liam la mataría si veía que tenía aquel aspecto. Bufó al ver que nuevamente sus medias estaban agujereadas.

—¿Tú has dejado la nota? —Preguntó ella en un grito mientras peinaba su cabello con sus dedos.

—Llamó un tal Scar diciendo que le debes dinero —Respondió él en un grito.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora