Capítulo 3

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—Estaba durmiendo —susurró Lizz—. O eso creo. ¿Estoy durmiendo?

—No —dijo Liam y se agachó con cuidado a su lado—. Hola, Lizz. ¿Cómo estás?

—Él me dijo que vendrían, temí que no lo hicieran. Él me cuenta muchas cosas —dijo ella y volvió a ocultar su rostro—. Me habla. Me promete cosas. No quiero.

Liam la miró con preocupación y luego miró detras de él a Riley. El cazador estaba simplemente de pie en silencio, mirándola sin terminar de aceptar lo que veía. Había compartido la mitad de su vida con Lizz, la conocía de un modo que cualquier otro no lo hacía. Habían sido camaradas y mejores amigos desde que ella había permanecido a su lado luego que él quedara atrapado bajo un árbol, a pesar que Riley no se había mostrado muy amable con Lizz por haberlo engañado y ser una chica ella no lo había abandonado hasta que lo habían rescatado. Desde entonces habían sido inseparables.

Verla en aquel estado lo desconcertaba completamente. Quizás la única cosa sólida en su vida y que estaba seguro de conocer totalmente ahora ya no estaba. Recordó con dolor el momento en que había sabido que la había perdido, sostenerla entre sus brazos sabiendo que ya no era ella. Mirarla no era muy diferente ahora. Se negaba a creer que Lizz estaba totalmente perdida, algo de ella debía quedar en aquella pobre chica enloquecida. Quería a su camarada de vuelta, a su hermana, a aquella chica que a él le gustaba molestar pero cuidar y que le encantaba ver sonreír.

—Estarás bien pequeña —dijo Riley—. Te lo prometo. No te dejaremos atrás. Te sacaremos de aquí.

—No. No puedo salir. Nunca —dijo ella y lo miró con desesperación—. Aquí estoy a salvo. Aquí él no puede alcanzarme. No puedo salir. Necesito quedarme. Tengo que quedarme atrás. Tienen que abandonarme y huir. Ponerse a salvo.

—No pienso irme sin ti Lizz —dijo Liam y con cuidado tomó su mano—. No puedes pedirme que te abandone. Riley tampoco lo hará. Nadie lo hará.

—Tienen que hacerlo antes que sea demasiado tarde. Yo no puedo irme. Ustedes sí —dijo Lizz—. Están protegidos. Por eso no les hicieron nada todavía. Yo se lo pedí.

—¿De qué hablas? —preguntó Liam.

—Preciosa, no es por nada pero ayer nos atacó un monarquista y aquí tengo una linda herida en el brazo como prueba —dijo Riley.

—¿Qué? Eso no está bien. No estará contento si sabe eso —dijo ella y volvió a esconder su rostro—. Vendrá esta noche. Siempre lo hace. Me habla. No le gustará saber que los atacaron. Se molestará.

—Quizás deberíamos empezar con algo más sencillo antes de preguntarle lo que ambos tenemos en mente Liam —dijo Riley y se sentó en el suelo junto a él y frente a ella—. ¿Sabes quién eres?

—Soy una asesina —dijo ella y sonrió de un modo enfermizo—. Soy una depredadora letalmente peligrosa.

—Eres una cazadora y una de las más nobles y honorables que existe —dijo Riley—. Eres Lizz Dunne. No eres una asesina, al contrario, respetas la vida más que cualquier cosa. Eres mejor que cualquiera de nosotros. No te des por vencida con esto preciosa, sé que una parte de ti debe quedar muy en el fondo.

—No es cierto. No hay nada de aquella persona aquí. Él la mató —dijo Lizz y rió de un modo desquiciante—. Debí haberlo matado cuando tuve la oportunidad. Debí haberlo destruido en aquel entonces. Jamás lo hubiera imaginado, jamás lo hubiera visto venir. Podría haberlo matado mientras dormía, o mientras se lamentaba, o quizás incluso del primer momento. Tuve tantas oportunidades que dejé pasar. Soy una asesina. Maté a toda mi familia. Uno más no hubiera cambiado nada.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora