Capítulo 17

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Lizz se estremeció y se abrazó a si misma, jamás admitiría cuánto estaba sufriendo realmente. Sentía su piel ardiendo como si estuviera en el infierno y su cabello totalmente empapado pegándose a su rostro a causa del sudor. El malestar había empezado ayer por la noche con un pequeño dolor de cabeza apenas habían vuelto a la casa que utilizaban de refugio y había empeorado aquella mañana hasta convertirse en un mal insufrible.

Se apoyó contra la pared para mantenerse de pie, se sentía cansada pero si se recostaba la terrible migraña solo empeoraba. Riley y Nicholas la observaban con preocupación sin saber qué hacer. Ella nunca se había enfermado frente a ellos y las pocas veces que Riley la había visto enferma ella había estado bajo el cuidado de su familia.

–Tiene que haber algo –susurró él.

–Ya te dije que no le des importancia, se pasará –dijo ella.

–¿No hay nada que podamos darle? ¿Ni siquiera una aspirina? –preguntó Nicholas.

–¿Quieres que tenga una hemorragia? No hay nada que podamos darle mientras no sepamos qué tiene, esperemos que el agua del Lago Hin la mantenga viva –dijo Riley.

–No seas tan pesimista –dijo Lizz sonriendo débilmente.

–Sabía que las alcantarillas, por más que fuera un camino corto, no eran una buena idea. Te dije que de seguro pescarías algo. Con las lluvias y las cosas que se arrastran por ahí abajo no me sorprende –dijo Riley–. Y no tienes ninguna vacuna.

–¡Eso es insalubre! ¿Cómo es posible que nunca te hayas vacunado? –dijo Nicholas y Lizz lo miró seriamente.

–Las vacunas no son naturales. Tú puedes soportarlo, yo no. Me matarían, al igual que cualquier otro tipo de medicamento. No puedo confiar en la medicina normal. Estoy vacunada, sino te aseguro que ya alguna peste me hubiera matado, pero mis vacunas tienen que ser preparadas con extremo cuidado y con cosas que no puedan dañarme y no se consiguen muy fácilmente los elementos. Además que la Sociedad y sus médicos nunca fueron de mucha ayuda, nadie se quiere hacer cargo de la muerte de una chica que carga la mala suerte.

-¿Entonces quién prepara tus vacunas y medicamentos? –preguntó Nicholas y ella desvió la vista.

–Eso no importa .

–Estás sangrando –dijo Riley.

Él se acercó y limpió la brillante gota de sangre que salía de su nariz. Ella gimió y se retorció de dolor. Riley la sostuvo cuando vio que caería y la abrazó contra su pecho. La sentía frágil y sin fuerza entre sus brazos y al igual que cada vez que la había visto enferma se sentía triste y temía que no se recuperase.

–Necesitamos que Damon te vea –dijo él.

–Sí, y de paso que Elizabeth la mate –dijo Nicholas.

–Tiene razón, él no es una opción –dijo Lizz.

–Es una urgencia –dijo Riley–. Te dejaré inconsciente y cargaré yo mismo si es necesario y sabes que soy capaz.

–No –dijo ella y le sostuvo seriamente la mirada al saber que no podía discutir–. He vivido toda mi vida sin un sanador, ya he pasado por esto muchas veces. Puedo superarlo.

–No estamos en la misma situación, no tenemos nada.

–Podríamos llevarla al Otro Mundo –dijo Nicholas.

–La situación no cambiaría mucho y lo que menos necesitamos es que se corra la noticia de que no está en buen estado. –Dijo Riley.

–Calienta un poco de agua del Lago Hin con algunas hojas de estrella, tienes que tener algunas. Calcúlale que debe estar a mi misma temperatura –dijo ella débilmente–. Y raya un poco de bayas de Tlit dentro, se supone que bajará la fiebre y me dejará un poco más consciente.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora