Capítulo 10

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Lizz se cortó con las espinas. Miró los blancos pétalos de las rosas teñirse con su sangre y sintió todas las miradas de los monarquistas y dependientes presentes clavadas en ella. No se atrevían a acercarse o hacerle daño, mucho menos morderla, pero aquello no implicaba que su sangre los tentase. Ella continuó cortando las rosas y poniéndolas dentro de la canasta, las lágrimas deslizándose por su piel junto con su sangre. Su cuerpo le exigía descanso, no había dormido en toda la noche y tampoco comido o bebido. Se estaba muriendo, lo sabía, y si no hacía algo pronto ya no habría nada que hacer pero Elizabeth pretendía que le rogara de rodillas por su sangre para sobrevivir y ella no lo haría.

Estaba anocheciendo, el sol descendiendo tristemente en el cielo mientras ella continuaba trabajando. No había tenido descanso, Elizabeth la había tenido como una esclava desde que se habían visto la primera vez. Aún si la monarquista había salido durante la noche aquello no le había dado la oportunidad a Lizz de un pequeño descanso. Ella levantó la vista y miró con tristeza y añoranza el exterior más allá de la reja que rodeaba la gran casa. Sabía que Timothy estaba en alguna parte, trabajando también aunque sin pasarla tan mal como ella. Timothy estaba mucho mejor, el consumo de sangre le había devuelto su perfecto estado. Lizz por otra parte estaba muriendo lentamente.

Se levantó con todo su esfuerzo, su frágil cuerpo ya no resistía. Miró con tristeza las flores en la canasta, se marchitarían por haber sido cortadas. Les pidió en silencio perdón mientras entraba de nuevo a la casa. La oscuridad y la muerte dominaban por todas partes. Se trataba de una propiedad extremadamente grande en donde convivían varios monarquistas y dependientes, todos sirviendo a Elizabeth o Manuel al ser dos grandes señores. Lizz mantenía la cabeza baja, no se fijaba en nada ni en nadie mientras forzaba su cuerpo a continuar adelante a pesar de saber que no podría mucho más. Si no escapaba pronto no resistiría mucho más.

Se concentró en el suave tic toc del reloj de bolsillo en el abrigo de su hermano. Mientras pudiera escucharlo sabría que su corazón seguía latiendo, que todavía había tiempo. Y el abrigo de Liam tenía su esencia, si cerraba los ojos casi podía imaginar que estaba con su hermano. Quizás por eso todavía no se había dejado simplemente perecer. Por más que su cuerpo fuera el de una cazadora y estuviera preparado para resistir condiciones extremas sabía que aquello era más del límite.

Manuel salió de una habitación y la tomó totalmente por sorpresa. La canasta de rosas blancas cayó al suelo cuando el joven la sostuvo contra una pared sin dejarle escapatoria. Él le sonrió observándola con sus dorados ojos. Se acercó a ella, lo suficiente para olfatearla y rozar con la punta de la nariz su cuello. Lizz se mantuvo completamente quieta y se repitió que él no podía mordela, no podía hacerle daño. No se atrevería. Ella sabía de política de monarquistas y también que los hombres la consideraban demasiado delicada como para hacerle daño. Además, ella era completamente de la propiedad de Damon Moore y Manuel se había sometido a él al ser más poderoso y no haría nada que lo disgustase.

—Debo admitirlo, tienes una excelente sangre —dijo él con lujuria—. Y un cuello demasiado tentador, una curvatura perfecta y una piel demasiado tierna como para sangrar al primer mordisco. Tan suave y tan delicada, tan perfecta. Es una lástima que él te haya marcado. ¿No quieres ser mía? No soy como Damon.

—Suéltame —dijo ella.

—¿Por qué te dejaría ir? Él me robó a mi Hunter. ¿Sabes? Ya no hay ninguna chica que me complazca si entiendes lo que quiero decir. La hizo su dependiente, no necesitará otra más —dijo Manuel—. Te llevaré lejos de esa perra que tiene por esposa. No se trata de nada más que un matrimonio conveniente para ganar poder y que yo me someta para que dominen a todos los monarquistas. Temo que te has visto involucrada en una guerra de poder Lizz. Puedo salvarte, darte la oportunidad de alejarte de todo esto que te hace mal y que nunca más nadie te haga daño. ¿No es eso lo que quieres?

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora