Primera parte: Los conflictos

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Aquella vez ni siquiera se molestó en protestar, sabía desde hacía tiempo que era completamente en vano. Ya había comprendido que sin importar lo que hiciese nada cambiaría. Su vida siempre sería igual, dentro de aquella casa, sin libertad ni nada más que aburridas clases y un miedo creciente. La responsabilidad de salvar vidas no debería serle dada a alguien tan joven, saber que si no podía salvar a alguien de la muerte lo culparían por hacer mal su trabajo lo aterraba. No importaban las lecciones de meditación, piano, ajedrez, lectura médica ni nada más, nada lo prepararía jamás para estar frente a un hombre herido y posiblemente agonizando. Y lo cuidaban tanto, le restringían tantas cosas, que nunca había siquiera tenido la oportunidad de ver sangre. No conocía el tiempo libre ni los amigos, no hacía más que mirar con tristeza por la ventana a los niños que jugaban en la calle.

Hizo una mueca cuando la criada comenzó a ocuparse de su enredado cabello. A pesar de su afable y preocupada actitud la mujer ya debía estar cansada de tener que ocuparse de un niño de diez años que al parecer no era feliz de su vida y no la agradecía por lo que simplemente se limitaba a deshacer los nudos sin cuidado de no causar dolor al hacerlo. Suspiró cansinamente mientras se ocupaba de arreglar su apariencia y hacerlo parecer responsable y educado. Detrás de ellos la madre del niño observaba todo en silencio y con una impecable postura digna de su tiempo.

—Mi querida Anne, ya puedes retirarte, déjame a mí ocuparme del resto —Dijo ella y la criada soltó al niño.

—Como usted desee mi señora —Dijo ella e hizo una reverencia antes de partir.

La madre se acercó hasta el niño, tomó el cepillo que la criada había dejado y con cuidado se ocupó de terminar el anterior trabajo. Lo hizo con suaves movimientos y un cálido amor, nunca actuaba de un modo diferente en presencia de su familia. Su largo vestido rojo llegaba hasta el suelo, era elegante para tratarse de una simple cita en su casa para tomar el té, pero aun así seguramente ella debía tener algún arma escondida en alguna parte. Su oscuro cabello estaba suelto pero apartado de su rostro, sujeto detrás con cintas. Sus enguantadas manos eran delicadas y cuidadosas y acariciaron suavemente la mejilla del niño una vez que terminó con su cabello.

—Temo que conozco esa mirada —Dijo ella—. ¿Qué es lo que sucede?

—Nada, tan solo pienso —Dijo él.

—¿Y puedo saber en qué piensas? —Preguntó ella y con cariño puso una mano sobre su hombro—. ¿Qué es lo que te inquieta hijo?

—No sé si el término inquietar sea el correcto —Dijo él.

—Conozco esa mirada —Dijo ella—. Tienes los mismos ojos de tu padre, aquellos que sé leer tan perfectamente, y puedo decir que algo te mantiene despierto por las noches. ¿Qué es?

—Tan solo estaba pensando en que quizás no quiera crecer —Dijo él—. Ni nada de todo lo que eso implica.

—Comprendo —Dijo la mujer y suspiró antes de agacharse para estar a su altura—. Eres una persona especial, y por eso se te ha pedido que madures y crezcas antes de lo que corresponde. Tienes un don maravilloso pero algo así conlleva responsabilidades.

—¿Cómo qué? ¿La vida y la muerte? No puedo pensar en eso, no puedo siquiera imaginar cómo tratar un corte madre —Dijo él—. Y no podré vencer a la muerte nunca.

—Creo en ti más que en nadie y sé que podrás —Dijo ella.

—No quiero que se pierdan vidas porque yo no fui capaz de salvarlas —Dijo él y ella sonrió antes de acariciarle el rostro.

—Mi niño. ¿Sabes cuál es tu único problema? Que has nacido con un corazón demasiado grande y bondadoso para este mundo —Dijo ella—. La muerte existe, al igual que la vida, y a veces no hay nada que se pueda hacer para evitarla. No podrás salvar a todos los que desees pero aquellos que llegarán a tus manos estarán más que agradecidos por tu trato. Y quizás ahora creas que no puedes con esto pero la felicidad que sentirás al ver que le has dado más tiempo a alguien y ver su reacción junto con la de sus seres queridos será increíble.

—No estoy seguro de poder —Dijo él.

—Podrás —Dijo ella—. No solo eso sino que por cómo eres serás único y aquel al que toques nunca más te olvidará. Lo que tienes es un regalo divino, algo que debes apreciar y utilizar para ayudar a otros. Nada puede compararse al arte de salvar una vida. Ahora olvídate de aquellos pensamientos que te atormentan, ya casi es la hora y no podemos permitirnos ser unos malos anfitriones.

—No es tan sencillo olvidar a aquello que concierne a otros solo para ocuparse de ser un buen anfitrión. Intentaré lo mejor, pero los pensamientos seguirán dentro de mi cabeza —Dijo él—. Pero madre, no dejes que mis presiones sean también las tuyas. Eres feliz organizando este tipo de reuniones, no permitas que mis pensamientos opaquen tu alegría, luego ya habrá tiempo para mí.

—Algún día harás muy feliz a una mujer por cómo eres —Dijo ella y suspiró—. Pero temo que ese día será antes de lo que crees.

—¿Qué quieres decir? —Preguntó él pero ella no respondió—. ¿Madre? ¿Por qué viene la señorita Ducroq junto con sus padres a tomar el té?

—Me hubiera gustado poder decirte esto como se debe y en presencia de tu padre. Hay algunas cosas que aún eres demasiado joven para comprender por tu cuenta Damon, pero personas como tú hay muy pocas y por eso siempre existe la esperanza de que tu descendencia herede tu don y es imperativo conseguirte una mujer de una buena familia y puesto —Dijo ella mientras su hijo la miraba con horror al comprender—. La señorita Ducroq es una excelente cazadora, podrá cuidar de ti y será siempre fiel y servicial. Debes conocerla bien esta tarde, ya que tienes un compromiso arreglado con ella. Y algún día, cuando estés listo y decidas pedírselo formalmente, entonces ella será tu esposa.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora