Capítulo 8

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Riley se despertó y por unos segundos se rascó la cabeza mientras intentaba recordarse que aquella vida no era tan mala como ahora creía. Luego de tantos años como cazador y viviendo fuera prefería dormir sobre el suelo que sobre un colchón pero de todos modos el suelo de una casa le resultaba incómodo, añoraba la tierra húmeda o el césped, hasta un suelo rocoso le resultaba mejor. Miró al otro lado de la diminuta habitación, a diferencia de él Nicholas quien siempre había vivido en su casa en Londres prefería un colchón por más miserable que este fuera. Él también estaba despierto y enseguida se llevó un dedo a los labios para indicarle que hiciera silencio. Lizz estaba dormido contra él, aferrada con todas sus fuerzas a la cruz que llevaba en el cuello mientras Nicholas aún la abrazaba. Riley notó las lágrimas secas en las oscuras pestañas de ella y supo que algo debía haber sucedido la noche anterior. La observó con dolor un momento antes de ponerse en pie.

Recogió su chaqueta de donde la había dejado y luego colgó su arco y su aljaba de su espalda. Actuó en extremo silencio para no despertar a Lizz, ella necesitaba la paz y la tranquilidad que solo podía darle el sueño y aún más luego de lo sucedido la noche anterior. Lo que había sucedido con Marcus no debía de ser fácil para ella y mucho menos si al chico se le había ocurrido culparla por algo. Miró a Nicholas una última vez, estaba feliz que el cazador hubiera estado para consolarla y luego le pediría detalles.

Le hizo una rápida seña de despedida y partió. El lugar que habían encontrado para quedarse era diminuto y los años de abandono se notaban por todas partes. Se trataba de una pequeña casa cuyo dueño debía estar fuera de la ciudad. Apenas si había algo que podía considerarse una sala de estar con mesa y sillas y un diminuto cuarto con un miserable colchón donde dormían. Riley tomó el balde con agua que había en la sala y se lavó el rostro. Definitivamente prefería la vida en la naturaleza que en ciudad, refrescarse en un río le parecía una mejor opción.

Sacudió su cabeza y simplemente salió. Aún era de mañana por lo que no había mucha gente en las calles pero de todos modos prefirió no arriesgarse. A pesar de todo ellos no dejaban de andar con cuidado. Podían estar en su tierra natal y confiar en que ninguna de las criaturas del Otro Dublín los delataría pero siempre había un riesgo. Ellos eran las personas más buscadas por la Sociedad, la recompensa por información debía ser millonaria y nunca faltaba un traidor para cobrarla. Trepó hasta el techo y se movió por allí.

Suspiró al observar el pueblo a sus pies. Llevaba dos tercios de su vida viviendo de aquel modo y más como cazador. Siempre había considerado aquel pueblo como su segundo hogar, luego del Otro Mundo. Disfrutaba de vivir entre criaturas, ser libre de hacer lo que quisiera, andar a sus anchas por un pueblo que parecía de siglos anteriores donde lo más moderno era una carroza y los mercenarios y caza-recompensas se reunían con placer en oscuros bares para tratar de asuntos ilegales.

Sin que nadie levantara la vista para verlo se escabulló tranquilamente por la ciudad. Se dejó caer en un callejón una vez que llegó a donde deseaba y entró en un oscuro establecimiento. El humo de tabaco llenaba completamente el ambiente y a pesar de ser plena mañana todo estaba a oscuras y las miserables mesas estaban alumbradas por pobres lámparas de aceite o velas deplorables. Dentro de los criminales y la peor clase de personas había dos tipos, los que a pesar de todo eran nobles y tenían códigos y aquellos que no les importaba matar y hasta lo hacían por placer. Aquel lugar juntaba el segundo tipo de gente, nada comparado con los mercenarios y caza-recompensas que se juntaban en el bar de Scar.

Riley tomó asiento sobre un cajón de madera en una mesa libre cubierta por algo pegajoso y enseguida una mujer con poca y rasgada ropa se acercó. Ella se inclinó de un modo provocar, limpió la mesa y preguntó qué deseaba de tomar. Él pidió un especial de Comhlan y ella partió. No le importaba el lugar que tuviera que frecuentar, cualquier cosa valía la pena por el licor que preparaba aquel clurichaun. Además, allí era todo tan oscuro y perdido que nadie se fijaría en él ni le prestaría atención. Podría hacer cualquier cosa y a nadie le importaría.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora