Capítulo 7

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Ella lo miró una última vez con odio y dolor antes de intentar golpearlo. Damon atajó su mano en el aire y la sostuvo al igual que su mirada. Lizz intentó deshacerse del agarre pero fue en vano y aquello tan solo la enfureció más.

—¡Déjame! Te odio, te detesto por todo lo que me hiciste —Dijo ella.

—Ailish, por favor. Quiero hablar contigo, necesito decirte algo —Dijo él—. Es importante.

—¡Suéltame! —Exclamó ella y él lo hizo al instante—. No eres más que un maldito mentiroso, ya no te creeré ni una sola palabra. Eres igual a ellos. Nada más que otro maldito monarquista.

Él se quedó helado al escuchar aquella música tan familiar y que tan solo podía significar una cosa. Ella se dio vuelta y entonces cometió aquel error que nadie debería cometer. Elizabeth sonrió con malicia cuando ella la miró a los ojos y cayó totalmente bajo su encanto. Avanzó un paso mientras Lizz continuaba completamente inmovilizada en su lugar. Jugó con ella como si se tratara de una muñequita. La hizo dar media vuelta, la observó como si se tratase de una botella del mejor vino y le acarició el rostro. Miró a Damon sonriendo ante su victoria mientras tenía a la joven cazadora totalmente bajo su poder.

—Sigo sin entender qué le viste. Es una niña. Débil y frágil. Y además tonta —Dijo Elizabeth—. ¿Creíste que no te encontraría? Debí haber sospechado que huirías a buscarla. Tú siempre eres así, poniendo tus sentimientos sobre cualquier cosa. Pero ella no es nada más que una humana. Tan frágil, tan fácil de matar…

—Suéltala —Dijo él.

—¿Por qué? —Preguntó ella y sonrió con diversión antes de pasar uno de sus largos dedos por el cuello de Lizz—. Tiene una piel demasiado frágil. Debe ser un placer morderla. No recuerdo haber tomado sangre de cazadora irlandesa.

—Te conseguiré lo que quieras pero no la metas a ella en esto —Dijo Damon.

—Es que no entiendes, es a ella a quien quiero —Dijo Elizabeth—. Otra vez has intentado tomarme por tonta y has estado con otra. Y sabes lo que hago con tus amantes.

—Ella no es como las demás —Dijo él y entonces Elizabeth tomó la plateada cadenilla que colgaba del cuello de Lizz y la miró con indiferencia.

—Con más razón. Ya no lo haces simplemente para molestarme. Ella se adueñó de mi nombre, de mi fama y también de mi prometido. ¿Qué pretendes Damon? Ella jamás te querrá, jamás te aceptará por lo que eres. ¿Quién podría aceptar a un dependiente? Ella no es nada más que una niña débil y frágil —Dijo—. Lo único que vale la pena de ella es su sangre. Nunca negué tu buen gusto por la sangre.

—Suéltala —Dijo él y tomó una estaca, Elizabeth le sonrió con diversión al verlo.

—¿O qué? ¿Me matarás? Adelante. Hazlo —Dijo ella y él no hizo nada. Su sonrisa solo se ensanchó—. No puedes matarme. Yo te hice lo que eres. Sin mí seguirías viviendo como una rata callejera. Cada mujer que has conseguido en estos años, cada logro que has hecho, ha sido porque yo te saqué de esa penosa vida que llevabas en interminable huída. No puedes matarme porque no puedes vivir sin mí. ¿Pero sin ella?

Entonces Elizabeth tiró fuertemente de la cadenilla de modo que Lizz cayó sobre ella. Lizz gimió ligeramente cuando ella le rompió el cuello de una feroz mordida y tomó su sangre. Elizabeth sostuvo el cuerpo sin vida de la cazadora y se limpió con una mano sus labios manchados con sangre. Se había adueñado de la fina cadenilla plateada. Le sonrió con regocijo a Damon ante su inminente victoria. Él estaba en shock, no terminada de creer lo que había visto. No había creído que ella sería tan rápida o que realmente lo haría.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora