Damon miró a su alrededor sin saber dónde se encontraba o cómo había terminado allí. El oscuro jardín le resultaba vagamente familiar por más que no lo reconocía. No recordaba haber salido del hotel, tampoco recordaba haberse cambiado. Tenía puesto el mismo tipo de traje que hubiera usado en su tiempo dos siglos atrás, la misma vestimenta que le había visto usar día tras día a su padre. Miró sus manos enguantadas, sintió el nudo del pañuelo alrededor de su cuello. Ya no tenía sus oscuros Rayban. Por supuesto que no, en ese tiempo no existían aún.
—¿Qué haces aquÍ?
Él se dio vuelta al escuchar aquella voz y el reconocimiento lo golpeó con un fuerte impacto. Por un momento creyó que se caería al ver al hombre frente a él. El mismo oscuro cabello color café, los mismos profundos ojos marrones. Una fría brisa soplaba en medio del oscuro jardín. La mansión a lo lejos estaba completamente iluminada mientras carruajes seguían llegando y personas desfilaban dentro. Pero nada de aquello le importaba, solo podía ver al hombre frente a él. Durante mucho tiempo había temido haber perdido el recuerdo de su padre, la única imagen nítida que conservaba siendo la de su cuerpo sin vida en el suelo. Y ahora él estaba de pie allí, tan vivo, tan real.
—No lo sé —dijo Damon.
—Tu madre está preocupada por ti y la señorita Ducroq no ha dejado de preguntar dónde estabas. No es correcto hacer esperar a las damas —dijo él.
—Lo siento padre.
—Tan solo intenta no preocupar a tu madre, sabes que ella es muy sensible y se altera fácilmente —dijo James Moore y le sonrió amablemente.
Damon lo siguió en silencio de vuelta a la mansión. Tenía que ser un sueño, no había ninguna otra explicación. Pero él no estaba acostumbrado a soñar, casi nunca lo hacía y por eso siempre le resultaba igual de complicado diferenciar un sueño de la realidad. Todo parecía normal, como debía ser, como si su vida hubiera sido el sueño y lo que estaba sucediendo la realidad. Se sentía extraño, todo le resultaba distante y confuso y entonces supo que no era lo que lo rodeaba lo que había cambiado.
No escuchó ninguna música al estar junto a Elizabeth por más que ella seguía luciendo tan hermosa como letal. Miró a su madre sin terminar de creerlo, la cálida imagen de ella no era nada comparado con el pálido y frío cuerpo sobre el que había llorado. Ella había muerto con una espada en mano, intentando defender a su esposo. Durante un tiempo había sido cuestionada al ser una maestre y casarse con un simple informante inglés, posiblemente el cargo más bajo que había en la Sociedad. James no era un guerrero a diferencia de ella pero sí tenía un fuerte carácter, un alma soñadora que le había permitido todo lo que había deseado.
Damon miró a su padre enlazar su brazo con el de su madre. Ambos se complementaban, y eran felices estando juntos, como si simplemente hubieran sido destinados a estarlo. Y quiso recordar aquella imagen, James y Theresa juntos, vivos y felices y sin que ninguna tragedia hubiera ocurrido. Ellos no habían muerto, Damon no había vuelto una tarde para encontrar su casa completamente destruida y los cuerpos sin vida de sus padres. Todo estaba bien. Tal como debió haber sido, tal como era en aquel momento.
A excepción de Elizabeth, ella seguía siendo una tan mala compañía como siempre. Pero no era una monarquista, estaba con vida y era la cazadora que siempre había sido. Ella estaba molesta por su anterior desaparición y el retraso pero conservó la educación y no dijo nada. Y aquello estaba bien, porque él ya había aceptado tener un compromiso con ella pero ahora no eran más que dos simples miembros de la Sociedad, dos humanos más. Ella no tenía ningún poder, era una cazadora pero seguía siendo una mujer y a pesar de su rango dentro de la Sociedad eso no le servía al momento de hacerse oír por lo que debía permanecer callada y obediente.
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Presa (Cazadora #2)
AdventureLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...