Damon continuó mirando el techo, a veces se distraía un poco ante el roce del recuerdo. Los techos siempre eran diferentes pero la sensación permanecía la misma a pesar de los años, de las circunstancias, de las personas. Se levantó al escuchar a Mason entrar en el cuarto, su escolta había llegado. Falco había decidido que estaba disfrutando de demasiada libertad y que no se lo podía dejar solo en el transcurso entre el hotel y la Sede. El cazador había hecho eso para vigilarlo totalmente y no solo de vista y Damon lo consideraba realmente odioso pero al menos aquella mañana era el turno de Mason.
—Vamos, el transito no está de lo mejor esta mañana y tenemos que estar a las ocho como siempre —Dijo él.
—¿Alguna novedad? —Preguntó Damon.
—Tranquilo, todavía Falco no decidió que tengas un carcelero junto a ti todo el tiempo. Todavía puedes mantener tu ilusión de privacidad —Dijo Mason.
Damon se puso en pie, guardó la cruz en su lugar debajo de su camisa y tomó su chaqueta. Habían pasado cuatro días desde que Lizz no estaba y Falco le había puesto las cosas difíciles. Era como si el cazador estuviera realmente determinado a hacerle imposible la vida. Ya no podía tratar a nadie porque el cazador había hecho que lo descubriesen y se lo prohibiesen. Tampoco podía ir al restaurant o deambular libremente por la Sede y apenas si encontraba la oportunidad para verse con Lucy a escondidas sin que su hermano lo supiera. Con Mason era igual, solo podían hablar cuando era su turno de guardia.
Había sido totalmente apartado por la fuerza y dejado de lado. No podía hacer nada sin que un miembro de la elite no apareciera para mirarlo seriamente y negara. Había pensado una vez en subir a la azotea nuevamente, sentarse al aire libre frente a la indescriptible vista y dejarse azotar por el independiente viento. Había deseado nuevamente poder estar allí y alejarse de todo tal como Lizz le había mostrado pero apenas había llegado había encontrado la puerta firmemente cerrada. Luego Sara había aparecido para decirle que tampoco podía hacer aquello y cuando él le había pedido que lo dejara salir ella se había negado. Damon había intentado persuadirla por todos sus métodos y cuando Sara finalmente se había rendido se había desilusionado al escuchar a la joven confesarle que solo Falco tenía la llave así que la había abandonado.
Mason le pagó lo correspondiente al conductor del taxi y ambos se sumegieron en la violenta lluvia que caía en el exterior. Se apresuraron a resguardarse bajo techo, cada gota era como una cachetada. Damon no estaba de humor para soportar eso y Mason no quería mojarse. El día parecía noche por la oscuridad causada por un cielo totalmente tormentoso.
Ambos se detuvieron totalmente al ver a la multitud formada alrededor de la Sede. Todos estaban reunidos en la entrada, empujando por poder avanzar y elevando las cabezas cuanto podían para ver. Había personas fuera que no podían entrar y todos parecían desesperados por querer observar.
—¿Y ahora qué? —Preguntó Damon.
—No lo sé —Dijo Mason.
Él se abrió camino con dificultad entre la multitud. Los miembros se alejaban al reconocerlo como miembro de la elite y Damon lo siguió en silencio. Dentro no era mucho mejor que fuera. Las personas se amontonaban cuanto podían por estar cerca de un pequeño claro formado en la recepción. De todas partes miembros se acercaban para observar y de todo tipo, desde ancianos y adultos de alto rango hasta secretarias y guardias o niños y jóvenes aún en entrenamiento. Mason avanzó a empujones entre las personas y Damon lo siguió sin problemas. Ambos se detuvieron totalmente en blanco al ver lo mismo que los demás.
Sobre el suelo un círculo de diez metros de diámetro estaba formado con fotografías en blanco y negro y una cruz negra sellada en la esquina superior derecha. Cada fotografía era el rostro de un antiguo miembro de la Sociedad y había de todo tipo y edad. En medio de aquel lugar que nadie se atrevía a pisar había un escritorio que parecía extremadamente importante y costoso. Era el escritorio del principal directivo de la Sociedad. Lizz estaba sentada sobre él apoyada cómodamente sobre un gran jarrón conteniendo cenizas. Su muñeca derecha estaba vendada y su brazo tenía cinco profundos rasguños. No portaba el uniforme de la elite sino que ropa que hubiera usado cualquier día. Cargaba con orgullo su aljaba de su espalda. Nicholas estaba de pie y con los brazos cruzados sobre el pecho apoyado también contra el escritorio. El cazador también cargaba su aljaba y su arco de su espalda y por un segundo su mirada se cruzó con la de Damon pero la desvió rápidamente.
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Presa (Cazadora #2)
AdventureLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...