Metió la mano dentro de su bolsillo instintivamente y sus dedos se cerraron entorno a la jeringa solo para comprobar que aún estaba allí. Suspiró y tomó de su café. Miró el reloj delante de ella, ya casi eran las cinco. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Había aceptado aquella misión por el simple hecho de que conocía mejor que cualquier otro a sus presas y de algún modo sentía que tenía pendiente un compromiso con ellos.
Minutos después el cazador se dejó caer frente a ella en el café. Él había cambiado totalmente y por un momento le fue difícil reconocerlo. Tenía el cabello más largo, se había dejado una ligera barba junto con su bigote y traía puesto unos falsos lentes. Un sombrero completaba su cambio y si ella no hubiera visto su arco y su aljaba colgar de su espalda o su sonrisa burlona que lo caracterizaba no hubiera podido reconocerlo ni por el modo de caminar que había cambiado totalmente para que fuera imposible de reconocer y atrapar.
Ella lo había tenido una vez y lo había dejado escapar. Era hora de concluir finalmente aquel asunto. Le había sorprendido que fuera el cazador quien propusiera el encuentro pero ella había decidido el día, la hora y el lugar. Sería cuestión de una simple inyección. Él quedaría inconsciente y había miembros en las calles esperando por la señal de ella para llevárselo una vez que así fuera. Luego sería más sencillo ir por su compañera.
—Ha sido bastante tiempo, casi un mes desde que recibí tu carta. Te respondí enseguida pero me temo que ya no estabas en Dublín al parecer y nunca obtuve una respuesta. Paris es una bella ciudad. ¿Verdad? A Emma le encanta. Deberías verla, ha cambiado bastante también y está aún más hermosa. Teníamos planeado tomar un tren a Alemania hace dos días pero cambiamos de idea al saber de tu visita, fuiste de gran ayuda para nosotros —dijo él.
Ella lo escuchó sin decir nada y tomó tranquilamente de su café. Se había percatado que el café siempre sabía diferente en las diferentes ciudades y países pero ese en especial era demasiado amargo para su gusto por lo que lo dejó a un lado sin haber tomado la mitad siquiera. Se quedó helada al sentir un corte en la pierna y de un rápido vistazo abajo notó que el zapato del cazador tenía una cuchilla en la punta. Ella lo miró y él le sonrió con malicia.
—Escúchame bien, sé quién eres y por qué estás aquí. Esa cuchilla estaba envenenada. Hay veneno ahora mismo corriendo rápidamente por tu sangre y si no quieres morir en una hora harás todo lo que yo te diga. Tengo el antídoto aquí mismo —dijo bajando la voz—. No permitiré que nos atrapes ni que nos separes. Sé que hay miembros en los alrededores, los he identificado a cada uno. Ahora toma el resto del café y mantengamos una charla como en los viejos tiempos, cuando yo no tenía que huir para que la maldita Sociedad no me cazara y tú no eras una de sus armas favoritas.
Uno a uno ella rememoró todos los venenos que eran posibles que él hubiera utilizado y contuvo una maldición al saber que eran muchos. Ella tomó el resto del café mientras él hablaba sobre banalidades. Se quedó helada al tragar la última gota y el cazador sonrió antes de ponerse en pie y acercarse hasta ella como si fuera a despedirse.
—Espero que te haya gustado el café que preparé. Puedes estarte tranquila, no hay ningún veneno corriendo por tu sangre, ahora ya no. Me pediste que hiciera esto, no creo que lo recuerdes. Un cazador siempre ayuda a otro cuando lo necesita y un cazador nunca olvida que otro lo ayudó —dijo él—. Quizás nos veamos otra vez. Suerte y paz Lizz. Ya me agradecerás esto.
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Presa (Cazadora #2)
AdventureLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...