Capítulo 19

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Damon ignoró totalmente las protestas de Marianne cuando se puso en pie y partió antes de lo debido. La mujer le dijo que aún no habían terminado pero él no la escuchó. Lizz había dicho a las cuatro y él no quería perder ni un solo segundo. Además, no había prestado mucha atención durante el tiempo que había pasado con su abogada. Había pasado todo el tiempo intentando convencerse de que las envenenadas palabras del cazador no eran más que falsas con el fin de afectarle. Pero no podía negarlo, él de algún modo tenía razón.

Recordaba muy vagamente su vida antes de ser un dependiente pero sabía que había una gran diferencia entre una y otra. Su apariencia, el encanto que lograba sobre los demás con una mirada, las peleas que había ganado, todo era debido a su dependencia y lo que esta le provocaba. Todo era a causa de la sangre. Su atractivo, su velocidad, su fuerza. Era difícil creer ser diferente luego de tantos años de que aquella condición fuera lo habitual para él pero era lo cierto.

Eran apenas pasadas las cuatro cuando llegó a la sala de entrenamientos. Ella estaba de pie en medio de la arena, su chaqueta estaba tirada a un lado en el suelo y los primeros botones de su camisa estaban abiertos mostrando un cuello desnudo. Sostenía su arco en alto y había tensado una flecha. Damon notó el destello plateado en su mano y vio la delicada cadenilla enrollada en tres vueltas alrededor de su muñeca. Treinta metros más adelante un tiro al blanco con una moneda de un centavo pegada en el centro estaba preparado.

Lizz apuntó y disparó. La flecha dio perfectamente en el blanco y partió la moneda en dos mitades que cayeron al suelo con un ruido metálico. Ella sonrió encantada y bajó su arco. Por aquel momento pareció la verdadera Lizz, si había algo que nunca nadie podría realmente quitarle era aquello, cómo se sentía al disparar. Damon levantó la vista al escuchar los aplausos. Arriba, sobre una viga en el techo, había dos chicas más portando también el uniforme de la elite. Aquella que aplaudía entusiasmadamente tenía un intenso cabello pelirrojo y balanceaba sus pies con diversión mientras que la otra era extremadamente pálida, tenía el cabello oscuro y estaba recostada con una desinteresada pose mientras tomaba de una oscura botella.

Damon frunció apenas los labios al sentir el aroma de la sangre. Ella era un vampiro mientras que todavía no estaba seguro de qué era la otra chica. Parecía una simple humana, pero Mason también lo era y no era nada simple. Había aprendido a no esperar normalidad de parte de los miembros de la elite.

—Viniste —Dijo Lizz y ladeó ligeramente la cabeza al fijarse en lo mismo que Damon—. Ignóralas, ellas no te harán nada. A Hayley le gusta verme practicar.

—Tienes una puntería excelente —Dijo Damon.

—Es una distancia corta, es fácil. Eso es lo malo de este lugar, no hay realmente retos —Dijo Lizz—. Y no puedo sacar mi arco o mis flechas de aquí por lo que no puedo practicar afuera a menos que esté en servicio.

—Es ridículo, no deberían separar jamás a un cazador de sus cosas, mucho menos a ti —Dijo él.

—Son las reglas —Dijo Lizz—. Aunque, si quieres saber la verdad, creo que los directivos me mantienen separada de mis cosas porque saben lo que soy capaz de hacer con ellas y temen. Creo que nos mantienen bajo control a todos de algún modo y sé que no debo ser la que peor lo pasa.

—Te sorprenderías —Dijo Damon.

—Supongo que sí, después de todo por eso estás aquí —Dijo Lizz—. ¿Falco te ha hecho algo luego que los dejara solos? Lamento todo lo ocurrido.

—No tienes por qué, y no me ha hecho nada —Dijo Damon—. ¿Y tú?

—No lo he visto, y no se atrevería —Dijo Lizz y volvió a mirar a las dos chicas que parecían muy distraídas—. Todavía no es tan tonto. No lo haría con testigos a menos que estos estén de su lado. Nadie sabe lo que él se trae entre manos, solo Zacarias sabe un poco.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora