Capítulo 20

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Damon miró con desinterés el suelo antes de llevarse otra cereza a la boca. En el fondo podía escuchar la voz de Elizabeth, sus cubiertos golpeando contra el plato mientras comía algo. Ella mantenía una pose perfecta y elegante, cumpliendo con todas las reglas del protocolo mientras comía, todo lo contrarió a él que estaba recostado en la silla con la cabeza hacia atrás mirando el cielo mientras sostenía el tazón con cerezas con una mano y comía con la otra. Estaban sentados fuera en un refinado restaurant, comiendo bajo la luz del mediodía.

—Deberías tener una mejor postura —dijo Elizabeth.

—Es mejor si no te veo –dijo Damon y le mostró una sonrisa envenenada—. Cariño.

—No me estás prestando tanta atención como deberías –dijo ella sin inmutarse mientras comía.

—Pues lamento si prefiero tener una conversación con alguien medianamente interesante que con una arpía.

—Veo que tendré que empezar desde cero contigo otra vez. Al parecer has perdido cualquier comportamiento correcto y respeto que tenías.

—No, he perdido la redención que tú causaste en mí –dijo Damon y la miró mordazmente—. Porque sé que no tengo por qué estar condenado a esto, porque ahora sé que puedo estar mejor que esto y que no tengo que pasar toda mi vida ligado a una maldita como tú.

—Creí que ya habíamos tenido esta conversación querido –dijo Elizabeth y enseñó con gracia su muñeca—. ¿O quieres que te recuerde lo fácil que te arrodillas frente a mí? Tienes que aceptarlo, siempre estarás ligado a mí. Y, lo quieras o no, tarde o temprano tendrás que cumplir con lo pactado.

—Vete al diablo.

—Lamento, querido, que a donde yo vaya tú vienes conmigo por lo que empezarás a ser más amable y más como solías ser o tendré que obligarte. Todos estos años he soportado tus tontos caprichos, desde dejar de matar por sangre hasta tu intento de abstinencia, pero no soportaré que seas irrespetuoso conmigo. Y haré lo que sea necesario para corregir eso.

—Tus opciones se ven bastante limitadas ahora que, quién sabe por qué, se te ha dado por querer hacer una alianza con la Sociedad y cumplir la ley.

—Al contrario. De hecho, tú ahora tienes la obligación de tratarme como es debido.

—¿Una perra? –preguntó él levantando ambas cejas antes de llevarse otra cereza a la boca.

—No, como tu prometida. El principal directivo, que en paz descanse, estuvo de acuerdo en que no había mejor modo de mostrar nuestra reciente alianza que cumpliendo con el arreglo que tengo contigo desde hace mucho tiempo.

—No –dijo Damon y tiró el tazón sobre la mesa—. Ni pensarlo. Que la Sociedad sueñe si cree que me obligará a casarme contigo.

—Oh, no te obligará. El acuerdo está firmado, tenemos hasta fin de año para concretarlo –dijo Elizabeth y sonrió con malicia—. Sino, ya sabes, puede que empecemos a tomar medidas en conjunto. No serás lo suficientemente egoísta para romper un acuerdo de paz entre la Sociedad y los monarquistas. ¿Verdad Damon? Podría haber muchas muertes por eso. Ambos bandos se echarían la culpa mutuamente por el rompimiento del trato y eso desencadenaría una guerra de la cual no creo que la Sociedad salga entera. ¿Condenar a cientos de inocentes a morir? Por favor, tú no eres así, no eres capaz de eso.

—No quieres ponerme a prueba –dijo él entre dientes.

—¿Recuerdas a Fleur Deville? No, claro que no, con suerte recuerdas a Adrian, nuestro directivo –dijo ella mientras jugaba con desinterés con un cubierto entre sus manos—. Tú no estabas, te habías ido pero en ese entonces Fleur cometió un terrible error. Por ella el tratado de paz que se tenía con los licántropos en New York se rompió. Al parecer había sido amante del líder de la manada o algo así y su esposa lo descubrió así que le reclamó a la Sociedad y esta tomó medidas. La ofensa fue pagada, Fleur fue encerrada, pero aquello no reparó los problemas entre los licántropos por el engaño de parte de su líder. Hubo bastantes consecuencias por eso, varios miembros de la Sociedad murieron mientras intentaban restablecer la paz en el grupo. Finalmente, se hizo lo que debían. Mataron a Fleur, mataron a toda su familia, a sus amigos, a cualquiera que se hubiera opuesto a esa muerte y todo porque ella había iniciado ese problema entre los licántropos y había roto el tratado de paz con la Sociedad. Así que la Sociedad tomó esa decisión junto con el grupo de licántropos y volvieron a estar en paz, como deberían haber estado siempre si esa pequeña perra francesa no hubiera metido la pata. No quieres provocar otro caso como el de Fleur Deville. ¿Verdad? No quieres que esa pequeña zorrita irlandesa tuya o cualquiera relacionado con ella mueran.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora