Kaitlyn miró tristemente por la ventana, el cielo era gris y una fina lluvia caía contra el cristal. Se sentía triste y sola, enferma porque sabía que se estaba muriendo. No se atrevía a mirar a nadie que entrase a la blanca habitación, no había querido hacer lo que hizo. Elizabeth la había tomado por sorpresa y con una mirada la había atrapado. Le había entregado el cuchillo y le había ordenado que callara y se apuñalara cuando ella se lo indicara al revelar su verdadera intensión. Kaitlyn no había podido evitar cumplir.
Era consciente de lo que había hecho, el dolor que le había provocado a Liam, y también sabía que moriría. La habían llevado a la Sede de urgencia y los médicos habían logrado que el corte no la matara pero no se había sorprendido cuando ellos le dijeron que la cuchilla estaba envenenada y de momento no sabían cómo tratarla. Le habían inyectado varios antídotos en las últimas horas pero ninguno había funcionado.
Habían pasado tres días desde entonces, dos noches en las que ella apenas había logrado dormir escuchando los pasos desesperados de Liam en el pasillo o sus frecuentes discusiones con sus padres. Ellos lo culpaban de lo sucedido, no lo habían dejado verla ni una sola vez desde que habían llegado. Ella recordaba vagamente a Liam cargándola, diciéndole que todo estaría bien. Y luego ya no sabía si el recuerdo de él sosteniendo su mano mientras dormía era real o producto de los medicamentos. De un modo u otro, si recordaba el momento en que sus padres lo habían arrancado de su agarre a gritos y lo habían echado de la habitación. A cambio, ella les había pedido que se fuesen y no volvieran a entrar hasta que no se lo permitieran a Liam también de modo que los tres habían pasado los últimos tres días fuera de aquella habitación.
Había esperado con temor una visita de Elizabeth pero ella ya había conseguido lo que quería, se estaba muriendo y todo lo que aquello provocaba. Había esperado en vano una visita de Damon, él aseguraba que nunca antes alguien se había muerto en sus manos pero él nunca había aparecido. Creía escucharlo algunas veces, resignado y rendido y quizás discutiendo con Liam también, pero no lo había visto. No debería sorprenderle, Elizabeth debía estar controlándolo a su antojo.
Suspiró con dolor y tristeza, tenía sus días de soledad contados. Las drogas la mantenían en un constante estado de debilidad y al borde de la consciencia, o quizás su estado de ánimo, o el veneno simplemente se estaba llevando su vida. Los analgésicos disminuían su terrible dolor, de lo contrario lloraba y gritaba sin soportarlo, pero nunca lo hacían desaparecer.
Fuera creía escuchar nuevamente a sus padres discutir con Liam, culparlo y recriminarle por lo sucedido como si él no tuviera suficiente con cómo se sentía por la situación. Debía estar dolorosamente desesperado, pensó Kaitlyn. Liam siempre le había tenido un amor y un cuidado infinito y nunca había dudado en demostrárselo, lo conocía lo suficiente como para saber que si le fuera posible él estaría a su lado sujetando su mano todo el tiempo aún si aquello significaba no comer ni dormir en días.
Una joven enfermera de delgada contextura con su uniforme blanco y su oscuro cabello recogido bajo su gorro entró en la habitación. Kaitlyn miró resignada para otro lado para evitar ver a la joven de pequeños lentes, piel pálida y labios rojos. Durante un segundo, cuando ella había abierto la puerta para entrar, había creído ver a Liam en un estado deplorable, su rostro demacrado por el miedo y la preocupación.
—No quiero más inyecciones –dijo ella mientras la enfermera revisaba la bolsa de suero—. ¿No me ha escuchado?
—Perfectamente —dijo ella con un vago acento inglés.
—Entonces déjeme sola. No quiero estar con nadie.
—Aquí dice que tu última dosis de morfina fue hace horas, el dolor debe estar molestándote –dijo la enfermera revisando la placa de notas sobre la mesada junto a la cama.
ESTÁS LEYENDO
Presa (Cazadora #2)
AdventureLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...