Capítulo 18

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Lizz terminó de cambiarse como cada mañana. Ató el lazo azul en un moño alrededor de su cuello como siempre y se arregló el cabello con los dedos. Un joven entró a la sala en aquel momento. Era alto, tenía un plateado cabello casi blanco y unos ojos demasiado oscuros. Era increíblemente guapo como cualquiera de los suyos y tenía puesto también el uniforme de la elite.

Ella lo miró con cuidado sobre su hombro y él le dedicó una sonrisa sensual y de complicidad que ocultaba todo lo que había pasado la noche anterior. Lizz le devolvió la sonrisa y entonces el joven se paró detrás de ella y le arregló el cabello detrás de su espalda. Tuvo que evitar estremecerse ante la fría sensación que aquello le causó y aún más cuando él se inclinó para susurrarle al oído.

—Sabes, estuve pensando sobre lo de anoche —Dijo él—. Por qué te apareciste en mi casa en medio de la noche, por qué me sedujiste e hicimos lo que hicimos, y me he dado cuenta de algo.

—¿Qué cosa? —Preguntó ella con cuidado y él pasó una mano sobre su delicado cuello, tomó la fina cadenilla que ocultaba debajo de la camisa y tiró de ella como si fuera con desinterés.

—Estás jugando con Falco, no temes engañarlo y sabes que él no te hará nada realmente si alguna vez lo descubre, no te matará —Dijo él y tiró más de la cadenilla de modo que esta se tensó alrededor del cuello de Lizz—. Es una lastima que yo no piense lo mismo.

—No sé a qué te refieres —Dijo ella.

—Ambos lo sabemos Lizzie —Dijo él en su oído, su voz era glacial y llena de oscuridad—. Me has engañado y me has robado.

—Eso no es cierto —Dijo Lizz.

—Es extraño —Dijo él y le dio otra vuelta a la cadenilla alrededor de sus dedos tensándola aún más alrededor del cuello de ella—. No recuerdo que ayer tuvieras esta cadenilla. Parece haber aparecido misteriosamente.

—A veces la uso y otras no, eso es todo —Dijo ella.

—Te he estado observando desde que estás aquí y lo cierto es que me gustas —Dijo él y tiró más de la cadenilla—. Pero temo que lo nuestro no va a funcionar. No me gusta que la gente intente aprovecharse de mí, mucho menos una niña tonta y débil.

Lizz se deshizo de su fría mano y se alejó hasta apoyarse contra la pared. Sostuvo fuertemente la cadenilla temiendo que él la hubiera roto mientras seguía sintiendo la presión alrededor de su cuello. Casi suspiró de alivio al ver que esta estaba bien y el joven estuvo sobre ella en un segundo. La acorraló totalmente contra el muro y ni siquiera necesitó tocarla para inmovilizarla. La sostuvo por el cuello, en el aire, y la miró fijamente a los ojos.

—Comienza a cantar pajarito —Dijo él.

***

A pesar de lo que dijera la Sociedad Damon estuvo en el piso de enfermería, justo frente a la puerta del despacho de Charles, tratando a cualquier miembro que se acercara como una muestra de rebelión. Más de una vez algún que otro guardia se acercó para decirle que lo que estaba haciendo estaba fuera de regla y él le sonrió con maldad antes de responderle que en todo caso no estaba bajo su custodia y era la elite, quien estaba demasiado ocupada en otros asuntos, quien debía encargarse de él.

Incluso se había presentado antes de la hora que acostumbraba en la Sede para hacer aquello. Su silencioso y pacífico acto de revuelta. Y nadie se atrevía a decirle nada porque realmente no estaba haciendo nada malo, solo tratando personas heridas. Al cabo de unos minutos el propio Charles salió de su despacho y lo miró con odio y molestia como si le estuviera usurpando su puesto. Se trataba de un hombre viejo definitivamente marcado por la bebida en bata blanca.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora