Capítulo 11

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El viento era suave, sin vida, casi como el susurro de un alma rota, pero era mejor que el helado y mortal viento de los últimos días. Falco lo observó en silencio fluir entre los árboles. Podía ver el bosque extenderse desde el balcón en el cual se encontraba y sabía que más allá comenzaban sus tierras. La Corte era territorio neutral. Se encontraba en las Tierras del Norte pero daba la cara a las Tierras del Sur. El Lago Hin estaba no estaba muy lejos por lo que también se encontraba cerca de la división de las tierras.

No le sorprendió que Riley apareciera y se apoyara a su lado. De algún modo, tácitamente, ambos habían acordado olvidar sus diferencias y dejar de lado sus anteriores problemas y enfrentamientos. Ya no podían permitirse enfrentamientos entre ellos. Estaban en el mismo bando y debían ayudarse si deseaban sobrevivir. Falco sabía que todo el tiempo anterior Riley tan solo había actuado contra él en defensa de Lizz y Riley sabía que Falco solamente había actuado para convencer a sus anteriores superiores de que controlaba a Lizz y por lo tanto no debían preocuparse o hacerle algo.

—Debe ser indescriptible saber que eres dueño de una parte del Otro Mundo —dijo Riley—. Siempre he soñado con poseer al menos un pedacito de este lugar, algo que pudiera ser solamente mío, algo que pudiera llamar hogar y donde siempre estaría seguro. Un refugio, un santuario. Lizz y yo solíamos buscar algo así. Cuevas escondidas, árboles demasiado altos para que otros accedieran, pequeñas lagunas ocultas...

—Lo sé —dijo Falco.

—¿Entonces es cierto? ¿Ustedes dos realmente tenían planeado huir antes que descubrieran que estaban rompiendo la ley? —preguntó Riley.

—Parecía una buena opción en ese momento. Era un plan brillante, habíamos soñado siempre con una aventura similar. Recorrer Europa a pie, pasar por Rusia, cruzar a América... Suena tentador para cualquier cazador, nada más que tu arco y tu ingenio. Ella quería huir de su familia, yo quería huir de Londres...

—Estaban enamorados. Aquello estaba prohibido en aquel momento y la ley lo castigaba severamente —dijo Riley seriamente—. Ustedes no lo iban a hacer por la aventura, querían huir para poder estar juntos. ¿No es así? Realmente, cada vez que Lizz se negó a decir qué había hecho durante la noche era porque había estado contigo.

—No eran más que pequeños encuentros que nunca concluían en nada. Cuando finalmente me decidí y logré convencerla de que me diera una oportunidad y huir sus padres murieron —dijo Falco con pesar—. No fue una buena noche, sobre todo para ella. Estuve allí. Lo que vi en sus ojos, la traición al saber que sus flechas eran las causantes, el momento en que su espíritu se quebró por primera vez, aquello es algo que aún hoy en día no logro olvidar. Un cazador jamás debería pasar por algo similar, encontrar tus propias flechas en las gargantas de quienes te importan.

—Lo vi también, no debe sentirse nada bien.

—No pude hacer nada. No fue un buen momento. Me sentí realmente impotente. La vi quebrarse y supe que no podría mantenerla unida.

—Fui el primero en encontrarla cuando enloqueció. La sostuve entre mis brazos, intenté hacerla reaccionar pero ella simplemente reía y yo sabía que no podía hacer nada. Sé lo que se siente. ¿Qué crees que haya tenido él para lograr ayudarla cuando nadie más pudo?

—¿El dependiente? No lo sé. Algo debía tener aquel desgraciado. Creo que siempre lo envidié por eso. De algún modo él lograba ver más allá de la cazadora que ella es. Tal vez comprendió lo que a ella le sucedía y por eso supo cómo ayudarla —dijo Falco y suspiró—. No lo sé realmente pero cuando la encontré en New York días después ella ya no era la misma chica perdida y herida que había visto la última vez.

—¿Piensas que nosotros podremos hacerla reaccionar, sacarla de aquel estado en el que cayó esta vez? —preguntó Riley y Falco miró en silencio largamente el bosque antes de responder.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora