Los gritos y la música del bar se desparramaron fuera y volvieron a callarse cuando la puerta se cerró detrás de él. Sonriendo, con una botella en mano y aún bajo los efectos del alcohol, casi se tambaleó por la oscura y desierta calle. Si tocaba su mejilla encontraría rastros de lápiz labial, consecuencia de su última compañía femenina de esa noche. Vivía para mantenerse aturdido y en aquel estado, si su mente no estaba completamente lúcida entonces era más fácil sobrellevarlo todo. Así había sido los últimos años y no pensaba cambiar. Huir de un pueblo al otro, vivir para mantenerse en ese estado donde todo era brillante y divertido. Era una miserable rata callejera, sus padres estarían indignados de verlo así. Tenía sus trucos para sobrevivir y había aprendido fácilmente a intercambiar favores con las mujeres.
Escuchó el susurro de su nombre y enseguida se dio vuelta al creer reconocer la voz. No había nadie. Su rostro palideció notablemente, ya era la segunda vez que creía que ella estaba cerca en lo que iba del día. Siempre, tarde o temprano, el fantasma de su pasado terminaba por aparecer. Miró la botella en su mano y rio al creerla la responsable antes de lanzarla lejos. Se tambaleó el resto del camino calle abajo hasta esa pobre posada en la que se estaba quedando. Si no conseguía el dinero para pagar la renta y todo lo que debía tendría que huir pronto y comenzar a considerar más en serio la opción de hacerse marinero. Después de todo, adoraba el puerto, sentarse allí cada tarde a contemplar el atardecer y olvidarse de todo, pero no creía que la vida en mar fuera para él y tampoco podía verse ni quería trabajar para alguien.
Se tiró en su andrajosa cama, alcanzó un cigarro y lo encendió. Le dio una larga pitada y suspiró con placer antes de observar la oscura noche por el hueco que resultaba la ventana. No pudo evitar sonreír y casi soltar una risa. Durante años lo habían cuidado más que cualquier cosa, nunca había visto su sangre o estado expuesto en ambientes no favorables para su salud, y ahora podía encontrar fácilmente un moretón en su cuerpo, ver su sangre se había vuelto un hecho casi cotidiano como fumar, tomar e ingerir, aspirar o inyectarse sustancias cuestionables. Era una ironía andante.
Se sobresaltó al oír nuevamente el susurro de su nombre y soltó una maldición cuando se quemó con su propio cigarro. Se puso en pie y escudriñó la oscura habitación sin encontrar nada. Se acercó hasta la ventana y observó el exterior. Suspiró al encontrar la calle vacía, posiblemente había imaginado todo y no le sorprendía considerando cómo llevaba su vida. Se relajó completamente y le dio otra larga pitada a su cigarro antes de soltar el espeso humo en medio de la noche. La humedad de New Orleans mantenía su oscuro cabello rizado y sus ropas adheridas a su cuerpo. Lo consideraba un buen lugar, con sus compañeros de parranda y las mujeres que lo llamaban, aunque nunca comparado al nivel de vida que alguna vez había tenido. Allí no era más que una desgraciada alma que con suerte conseguía algo de comer y se juntaba con gente de su mismo nivel.
Tiró el cigarro fuera sin cuidado, sin prestar atención si había alguien debajo para gritarle como otras noches o no. Se dio vuelta y se dirigió a su cama. Se detuvo al encontrar un lazo de cuero sobre su almohada, tomó el objeto entre sus manos y lo observó confundido. Lo reconoció enseguida, aquello solo podía pertenecerle a un cazador, lo usaban habitualmente para atarlos alrededor de su brazo como protector para usar su arco o a veces para atar su cabello, era la única forma que había de reconocerlos con solo verlos. Solo un cazador podría haberlo seguido hasta allí y haber dejado eso, alguien debía de haber reconocido la marca en su mano. Apretó los dientes, llevaba años sin tener ningún contacto con la Sociedad y haberse olvidado completamente de ella, no deseaba que nuevamente se viera involucrado en sus asuntos.
Se acercó hasta la ventana dispuesto a tirar el lazo fuera, huiría del pueblo esa misma noche si era necesario para evitar a la Sociedad. De nuevo escuchó el susurro de su nombre y se dio vuelta mientras el terror lentamente se apoderaba de él junto con la desesperación. Una y otra vez se repitió que aquello no era posible, que su mente estaba jugándole una mala pasada. Ella no podía estar allí, no podía seguir con vida, había muerto hacía años. ¡Él mismo había visto su cuerpo!
—Hola Damon.
Ella apareció frente a él y lo tomó totalmente por sorpresa. Lo sostuvo contra la pared y él cerró los ojos intentando convencerse que se trataba de una pesadilla. Podía sentirla perfectamente, su rubio cabello rozándolo al estar inclinada, sus largas y fuertes manos sosteniéndolo, su voz fría y calculadora como siempre. Había creído liberarse de su compromiso al ella estar muerta, pero había estado totalmente equivocado.
—¿No estás feliz de verme, mi prometido? Admito que has sido una presa difícil, cada vez que creía tenerte entre mis garras escapabas y te desvanecías sin dejar rastro. No entiendo cómo un idiota como tú se me pudo escapar tantos años. ¿Creíste que te me escaparías tan fácilmente? Tenemos un compromiso y no dejaré que me abandones.
—¡Estás muerta! —exclamó él—. Esto no es real, no puede estar sucediendo.
—Eres tan idiota, si no fuera por tu título juro que ya te habría matado, no entiendo por qué tuve que terminar comprometida con alguien tan estúpido. Abre los ojos, mírame.
Él lo hizo y al instante se arrepintió. Reconoció aquella belleza mortal y esos ojos por más que increíblemente no le afectaron, ella ahora era una monarquista. De no haberla odiado y temido toda su vida, posiblemente hubiera quedado atontado con su hermosura como cualquier otro, pero para él ella representaba todo lo que más temía.
—Liz, por favor déjame —suplicó él aunque sabía que era en vano—. No te he hecho nada, ya he pagado suficiente por esta vida.
—Eres mi prometido, no puedes abandonarme —dijo ella y él la miró con odio.
—¡El trato era hasta que la muerte nos separe y ya estás muerta! —dijo Damon furioso.
—Entonces tú tampoco estarás del todo vivo —dijo ella y mordió su muñeca para que su sangre corriera, él apretó los dientes—. Sabes lo que esto significa. ¿No? Recuerdas perfectamente tu pequeña investigación. Eres una persona hábil e inteligente en el fondo, ambos lo sabemos.
—No importa lo que hagas jamás te pediré matrimonio, zorra —dijo él con odio—. Jamás me casaré contigo.
—Hasta que la muerte definitivamente nos separe —dijo ella y presionó la muñeca ensangrentada contra su boca.
Él se retorció e intentó resistirse sin resultado, ella era mucho más fuerte. Tan solo bastó una gota, un poco de su sangre deslizándose dentro y entonces todo estuvo perdido. Dejó de resistirse y tomó de la sangre de ella con necesidad como si fuera el mismo elixir de la vida, hasta mordió su piel deseando más. Cualquier voluntad quedó destruida, estaba sediento y tan solo podía pensar en lo bien que se sentía. Ella sonrió complacida al tenerlo a sus pies, jamás pensó que sin importar los años que pasaran él cumpliría perfectamente con sus últimas palabras.
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Presa (Cazadora #2)
AdventureLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...