Prólogo

2.6K 497 6
                                    


El monarquista jamás pensó que terminaría en una situación así. Un monarquista no temía ni huía, era un ser despiadado y sin sentimientos que lograba matar cualquier cosa en segundos. Y aun así él estaba en medio de la oscura calle sin saber qué esperar. De haber podido sentir hubiera sentido pánico o miedo. Era una noche totalmente oscura sin ninguna estrella y la luna oculta tras gruesas nubes. La calle estaba vacía a causa de las altas horas y el lugar en el que se encontraba.

Una flecha le atravesó la mano derecha y él gritó. Miró furioso la flecha con la pluma azul incrustada en su cuerpo y luego buscó con la mirada al tirador pero no encontró ni oyó nada. Una flecha exactamente igual a la primera le dio en su otra mano. Aquella vez había sido disparada de un ángulo diferente lo que le desconcertaba. Otra flecha le dio en una pierna lo que lo obligó a ponerse de rodillas en el suelo. Apretó los dientes para soportar el dolor, eran puntas de madera. Una cuarta flecha se le incrustó en el pecho y entonces cayó de espaldas.

Tan solo podía ver la flecha con la pluma de un azul eléctrico sobresalir de su cuerpo. No entendía cómo era posible siquiera. No había podido hacer nada para defenderse o evitar su trágico destino. Lo había tomado totalmente por sorpresa y lo había reducido con cuatro rápidos y certeros disparos. Y el dolor era insoportable, allí donde las flechas con sus puntas de madera estaban incrustadas su carne ardía como el propio infierno.

—Temo, que para vuestra mala suerte, cada vez me estoy volviendo más buena en cuanto respecta a la caza de monarquistas —dijo Lizz y se detuvo junto al hombre—. Así que puedes hablar y decirme lo que sabes, o puedes simplemente morir.

—Perra —dijo él al reconocerla y ella puso los ojos en blanco.

—No entiendo por qué siempre cometen el mismo tonto primer error.

Ella se agachó junto al monarquista y tomó la flecha que sobresalía de su mano. Hizo fuerza y la incrustó más, lenta y dolorosamente, arrancándole un grito de sufrimiento. Ladeó ligeramente la cabeza al mirarlo a los ojos y sonrió con diversión. Esa mirada nunca más le afectaría mientras portara con ella el amuleto. Sacó de su cazadora una estaca de madera y se inclinó sobre él.

—¿Por qué mataron a mi familia? —preguntó ella y miró molesta al monarquista cuando no le respondió—. ¡Por qué!

—No lo sé —Dijo él.

—Soy una cazadora, y no importa lo que seas sé cuando alguien miente —dijo ella y deslizó la estaca por la garganta del monarquista—. Puedo acabar con esto rápido si lo deseas, o puedo hacerlo lenta y dolorosamente. Tenemos todavía toda la noche por delante. ¿Hablarás o yo te haré hablar?

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora