Capítulo 4

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Riley sacó lentamente una flecha y en extremo silencio la colocó sobre su arco. Observó a su presa manteniéndose siempre perfectamente oculto. Sería cuestión de un simple disparo. Reconoció al instante la belleza o la palidez, rasgo típico de un monarquista. No lo miró a los ojos, Lizz le había advertido que no lo hiciera. En vez de eso concentró su vista en las manos de él esposadas en su espalda, una estaba vendada. Se decepcionó, era una presa demasiado sencilla.

Tensó la flecha y disparó. Escuchó el grito de dolor por más que no había dado en el blanco y no pudo evitar soltar un improperio en voz baja. El tiro se había desviado ligeramente a la derecha a causa de su arco dañado y por eso no había podido darle en el corazón sino más bien cerca del hombro. De un modo u otro el joven no cayó al suelo por más que la sangre tintaba su camisa.

Contuvo una sonrisa. Le divertía siempre que su presa no sabía qué le había golpeado. Respiró profundamente y tomó otra flecha. Se había ocupado el día anterior de conseguir al menos cinco con punta de madera para tener en su aljaba. Pensó que si esta vez disparaba un poco a la izquierda y abajo entonces la desviación haría que el tiro diera perfectamente en el corazón. Sonrió. Lizz podía saber de matemática pero la lógica era más simple y rápida.

Tensó la cuerda y se dispuso a disparar otra vez estando seguro que no fallaría nuevamente. Cerró un ojo y se aseguró de su precisión. Entonces escuchó el grito de Lizz y justo cuando disparó ella se le echó encima desviando un segundo tiro. Ambos cayeron al suelo y él la miró confundido antes de recordar sus palabras. Apretó los dientes y la tomó por las muñecas mientras ella se debatía.

—¿Lo has mirado a los ojos? —Preguntó molesto.

—No —Repitió ella—. Riley, escúchame un maldito segundo, es un engaño. ¡No es un monarquista!

—Maldición Lizz, lo has mirado a los ojos —Dijo él—. Eres más fuerte que esto, no te dejes controlar.

—Idiota no lo he mirado a los ojos —Dijo ella.

—Creí que no querías involucrarte nuevamente con monarquistas —Dijo él.

—No le acabas de disparar a un monarquista estúpido —Dijo ella y apretó los dientes—. Y ahora entiendo por qué el rey hizo esto. Apuesto a que es obra de su hijo. Ahora suéltame si no quieres que utilice la fuerza bruta para que lo hagas.

Él no vaciló, sabía que ella lo patearía fuertemente donde más le doliera con tal que la soltara. De un modo u otro volvió a tomar otra flecha cuando ambos estuvieron en pie a pesar de la dura mirada de Lizz. Él hizo un rápido y sencillo gesto con la mano que significaba que era solo por protección y ella le respondió enseñándole el dedo del medio.

Lizz lo ignoró y salió de detrás de los árboles y arbustos. Reconoció al joven tirado en el suelo a la perfección y temió al ver las dos flechas que le habían dado. Corrió hasta arrodillarse junto a él y puso dos dedos sobre su cuello para comprobar que seguía con vida. Él gimió y se retorció de dolor y ella lo miró con desesperación. Se quitó su aljaba y desenrolló la parte inferior. Miró a Riley sobre su hombro y se la lanzó.

—Ve a buscar agua del Lago Hin, no has atacado a un monarquista —Dijo ella y Riley permaneció paralizado en su lugar ante la equivocación—. ¡Ve o pronto estará muerto! ¿Quieres sentir tú el pulso?

Riley no dudó más y corrió en dirección al lago. Ella se dio vuelta y miró con desesperación al joven. Una flecha le había dado en la pierna derecha, otra cerca del corazón. Intentó aclarar su mente y actuar rápido, no podía dejar que la situación la venciera. Se inclinó sobre él y le quitó el cabello del rostro. Sintió dolor al reconocerlo y saber que sufría a causa de las heridas.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora